Capítulo Sesentaiuno. - Oclumancia

5 2 0
                                    

Ya una vez que se habían asegurado de Alice se encontraba en perfectas condiciones, el medimago la llevo a la oficina del director de San Mungo, el Sr. Y más que solo hablar sobre negocios se centró en conversar sobre su época en Hogwarts y el infierno que había sido la escuela de medimagia. Entre risas y anécdotas Alice descubrió que él y Madame Pomfrey habían estudiado juntos en Hogwarts y en la escuela de medimagia. Que ambos eran muy buenos amigos y que, antes de hablar con ella, le había escrito una carta a Pomfrey para saber que clase de persona Alice era.

Alice solo pudo reír y decirle que de no haberse desmayado habría hecho exactamente lo mismo. Ya una vez que estaban más relajados y tranquilos fue que Alice propuso financiar cursos en San Mungo para que los medimagos sean capaces de tratar de forma más rápida y eficiente a los muggles que ingresaran a San Mungo por culpa de algún "bromista problemático".

— En verdad le agradezco mucho que haya decidido financiar el proyecto "muggle", muchos magos en cuanto escuchan sobre este proyecto nos dan la espalda o dan dinero en áreas que ya están bastante financiadas.

— Lo entiendo. Muchos no se toman las molestias de apreciar y comprender los avances de los muggles. Además, me gusta ayudar de forma única. No sirve de nada ayudar de la misma forma que los demás si ignoramos los problemas "menos populares".

— En eso tienes toda la razón.

Ambos se sonrieron y continuaron conversando por una hora más. Hasta que el medimago encargado de Alice los interrumpió puesto que el director tenía que atender unos asuntos y Alice debía de ir a su última revisión antes de darle de alta.

Ya cuando el medimago estaba dando de alta a Alice fue cuando aparecieron Harry, Ron, Hermione y Ginny en la puerta de su habitación. Harry fue el primero en acercarse a ella y abrazarla con fuerza. Alice solo pudo disculparse por preocuparlo mientras sentía como algunas lágrimas caían en su hombro.

• • •

Alice no podía evitar llorar un poco mientras terminaba de dar unos últimos arreglos al salón principal de Grimmauld Place. Por un momento había pensado que se había perdido este evento al estar inconsciente. Pero, por suerte, no fue así. Mientras algunos miembros de la orden terminaban de llegar y se acomodaban en sus lugares correspondientes, Alice subió rápidamente las escaleras y entró a una de las habitaciones disponibles.

Aquella habitación no estaba llena de polvo, ni telarañas, ni objetos desgastados o rotos. Estaba completamente limpia, y lo único que la decoraba era un sillón, un cambiador y un espejo. En medio de la habitación se encontraba Annika Gutermuth, la prometida de Sirius.

Annika estaba usando un hermoso vestido de novia. Se vestido era de un blanco puro, color que se logró al agregar algunos pequeños diamantes para que reflejaran un poco la luz. Su cabello dorado estaba atado en un magnífico moño, y tenía puesto un maquillaje sencillo.

— Annika, luces hermosa. — dijo Alice mientras se acercaba a ella.

— Gracias. — dijo con voz suave y dulce. — Aún no sé cómo pagarte. Si no fuera por ti nunca hubiera conocido a Sirius.

— Conque me nombres madrina me doy por bien servida. — agregó entre risas.

— Considéralo hecho.

Ambas se sonrieron y se dieron un abrazó.

— ¿Y tú mamá?

— Fue a ver a mi padre, parece que volvió a llorar ante la idea de que su Prinzessin, se va a casar.

— Pobre, apuesto a que ya amenazó a Sirius de matarlo si te lastima.

— Pero por supuesto. Es lo primero que le dijo al llegar a Londres, durante el desayuno, al encontrarse con él en la biblioteca y antes de salir a recoger a mis tíos. No deja de decirlo. — rio un poco más.

Dos caminos, un mismo destino.Where stories live. Discover now