2. El pasado.

95 15 4
                                    

Esa primera noche fue extraña. Poder darse una ducha en un espacio personal le pareció ajeno a las duchas del reformatorio: una larga hilera de duchas sin privacidad alguna donde solo salía agua fría todo el año y con poca presión de agua.

Le pasó lo mismo cuando se acostó. La cama le pareció enorme e incómodamente agradable y suave, además de que todo estaba demasiado silencioso. Entonces pensó que ya nadie lo molestaría a mitad de la noche ni escucharía los gritos de sus compañeros de otros cuartos, ni esas cosas indecibles que tuvo que ver y oír solo por querer ir al baño en la madrugada.

Apenas pudo dormir esa primera noche.

Al día siguiente Isabel lo esperaba para hacerle una pequeña capacitación en las que serían sus labores. Levi escuchó a la chica atentamente; si tenía un talento era aprender rápido, además el trabajo no era para nada difícil. Básicamente debía mantener algunos pasillos ordenados y atender a los clientes. El turno se le hizo bastante largo y monótono y salió muy tarde en la noche. Acompañó a Isabel hasta la parada y luego tomó el camino a su casa. Al llegar, Kenny lo esperaba bebiendo whisky, sentado al centro del enorme sofá de la sala.

- ¿Qué tal el primer día?

- Bien.

- Enano, espero que no andes en nada raro.

- No. – Levi lo miraba impasible.

- Tus monosílabos son irritantes.

- No estoy en nada "raro" Kenny. – hizo amago de irse, pero Kenny le habló.

- Me llamaron del reformatorio para recordar que el próximo viernes tienes entrevista con tu terapeuta a las 9. La oficina está en el centro de la ciudad.

- Claro.

- ¿No se supone que eres un crío problemático? ¿Qué mierda es esto que veo en ti ahora?

Levi se encogió de hombros y se fue sin responder. Kenny se quedó viendo hacia el pasillo por el cual había desaparecido y se quedó en la misma posición, pensativo.

El cuarto día que Levi se dirigió al trabajo ya se sentía cansado, pero no quería renunciar al menos hasta tener un poco de dinero honesto en el bolsillo. Se encontraba en la bodega con Isabel juntando cajas de algunos productos para llevar a uno de los pasillos. El pelinegro se encontraba encaramado en la parte superior de la bodega y cuando terminaron de tomar todo lo necesario, se deslizó con agilidad felina para llegar al piso.

-Entonces ¿hogar de menores? – preguntó Isabel.

Levi se le quedó mirando.

- También pasé un tiempo en uno de esos en la zona norte de la ciudad. Estuve un año ahí.

- Ah.

- Mi mamá logró sacarme una vez que dejó al adicto de mi padre. Fue un año horrible.

- Pasé cinco años dentro... – quiso seguir hablando, pero guardó silencio.

- Debió ser duro.

El pelinegro movió la cabeza como queriendo sacarse los recuerdos. Isabel se le quedó viendo pero no hizo más preguntas mientras Levi solo pensó que no quería ni necesitaba la compasión de nadie.

Al terminar el turno no pudo evitar pensar en sus compañeros del reformatorio mientras miraba las luces nocturnas de la ciudad. Las noches que escapó. Los años que pasó buscando la hora más concurrida para poder tomar una ducha dentro del recinto, sin quitarse jamás la ropa interior desde que escuchó que un chico más pequeño que él había sido agredido. Rápidamente había entendido que todo lo que había aprendido en la calle iba a tener que usarlo para poder sobrevivir ahí dentro.

Escucho tu voz desde lejosWhere stories live. Discover now