4. Giros

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- Te irá bien.

- Te irá bien, Levi.

El aludido no respondió y solo siguió sacando precios de la máquina que colgaba de su cintura para ponerlos en las góndolas del pasillo. Farlan e Isabel se le quedaron viendo mientras también trabajaban.

- No estoy nervioso... -masculló el pelinegro.

- Yo creo que sí... es que ni siquiera maldijiste a la clienta que quiso una rebaja por los detergentes – observó Isabel. Levi no le respondió y siguió trabajando.

Luego de haberle gritado a Uri, Kenny ni siquiera lo había increpado. Solamente le pidió no estar en el apartamento cuando estuviera Uri, lo cual sucedía comúnmente los jueves y viernes en la tarde-noche.

El incidente en el local ocurrido hace algún tiempo había acarreado consigo entrevistas con la policía, revisión de su expediente y un mayor seguimiento a su persona por parte del programa de reinserción social. Había librado de irse a la cárcel solo porque actuó en defensa de un tercero que estuvo a punto de morir. El psicólogo que apenas lo había mirado y había cancelado sus horas había regresado elaborando un informe diciendo que Levi no había asistido a las últimas sesiones y que eso explicaba el regreso de su conducta agresiva. Para alivio de Ackerman, este había guardado los comprobantes de asistencia y demostró que la ausencia del especialista había sido realmente la causa de sus ausencias a las sesiones. En la primera entrevista de regreso eso sí, tuvo que luchar con el impulso de gritarle que era un mentiroso de mierda.

También tuvo que pasar por entrevistas psiquiátricas. Todo supervisado siempre por la mujer que le había dado el alta hace tan solo unos meses y que le miraba con desconfianza cada vez que volvía a entrar al reformatorio y circulaba por los pasillos administrativos.

Para su buena suerte (y vaya que tuvo buena suerte porque luego de explotar con Uri, Kenny no intervino ni ayudó en nada) todas las entrevistas habían salido bien y no encontraron mayores dificultades salvo la ansiedad por la que pasaba y su comunicación escueta con otros. Esas semanas lo había pasado realmente mal, pero ya habían quedado atrás.

Entremedio había cumplido 18 años, y su tío tampoco se había manifestado para echarlo ni nada. Solo había optado por la indiferencia. En cambio, Isabel y Farlan le llevaron un obsequio entre ambos: una riñonera y una sudadera tipo canguro con capucha. Levi no lo reconoció frente a ellos, pero el gesto le había emocionado ya que era la primera vez que recibía un regalo de cumpleaños desde que su mamá solía cocinarle algo especial por su día. Se sentía sinceramente agradecido con sus amigos.

Le gustaba llamarlos así: amigos.

Casi siete meses después de su cumpleaños, su motivo de tensión había mutado nuevamente. Al salir eran los nervios por adaptarse al mundo libre, luego sucedió lo del asalto, la tentación por volver a delinquir, la gritadera a Uri y ahora eran los exámenes que debía rendir y que comenzaban el lunes siguiente. No quería ahondar mucho en sus nervios, sino que enfocarse en que podría lograrlo en el primer intento. Recordó de pronto algo que le había dicho el psicólogo en una sesión que habían sostenido donde le aconsejó que viviera sus emociones y las explicitara a personas de su confianza. Pero no, Levi no era capaz de hacer eso.

Esa noche de viernes luego de salir del trabajo, Levi se demoró un poco más como solía hacerlo desde que le había gritado a Uri. Llegó a casa pasada la medianoche. Todo el apartamento era silencio así que sigilosamente se quitó los zapatos y avanzó hacia la cocina con la mochila aún en la espalda. Una vez que estuvo ahí se dispuso a prepararse una taza de té, hasta que de pronto sintió un ruido. Uri estaba parado en el marco de la puerta de la cocina mirando a Levi.

Escucho tu voz desde lejosOnde histórias criam vida. Descubra agora