Calidez

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Abril 

Han pasado varios días desde la última vez que nos vimos. Desde esta mañana le he estado escribiendo, pero no había recibido respuesta. Debido a esa preocupación es que vine sin dudarlo. Es extraño que no haya salido por más veces que toqué la puerta. Le llamé por teléfono y cuando respondió su voz se oía ronca, e incluso se escuchaba su respiración agitada. 

—¿Cómo estás? Estoy fuera de tu casa. No te escuchas bien. ¿Estás enfermo? 

—Sí. Perdóname por no haberte dicho antes y así te ahorrabas el viaje. Será mejor dejar la visita para otro día, no quiero que te enfermes. 

—Ábreme la puerta — sonó más a una orden que a un pedido, pero se oía muy mal. 

Tardó unos minutos en abrirme. No hizo falta verlo sin la máscara para saber que estaba en pésimo estado de salud. 

—¿Fuiste al médico? ¿Has tomado medicinas? — lo toqué sin siquiera pedirle permiso.

Su temperatura corporal se siente muy caliente. 

—Es una simple gripe. ¿Para qué molestarse tanto? 

—No sabía que eras médico… ¿Sabes que han muerto personas por una “simple” gripe no atendida? Estás ardiendo en fiebre. Puedes sufrir una convulsión. ¿Eso quieres? Eres un descuidado. Deberías cuidar más tu salud. ¿Tienes acetaminofén? 

—No, pero en unos días estaré como nuevo. 

Dejándome llevar por la tos, no parece grave. Aun así, una fiebre es peligrosa. 

—Vayamos a tu médico primario. Él te recetará lo adecuado para tratar la tos, la fiebre y la congestión. Cámbiate de ropa. 

Lo convencí, a pesar de haber estado tan reacio con la idea de visitar al médico. Estuve haciéndole compañía antes que lo llamaran dentro. No me dejaron entrar con él, pero al menos me tranquiliza saber que recibirá la ayuda que necesita. Qué bueno que vine a visitarlo, o de lo contrario, aun estuviera enrollado en las sábanas y soportando esos malestares solo. 

Regresamos a la casa luego de que nos despacharan los medicamentos. El antibiótico era en pastillas, pero le enviaron un jarabe que lo tenía renegando.

—Odio los jarabes. 

—Pues vas a tomártelo. Si no lo haces, no va a mejorar esa tos. 

—Con el antibiótico es suficiente. 

—Pareces un niño pequeño. No me hagas repetirlo. ¿Cómo pretendes mejorarte si no te lo tomas? Por favor, hazlo por tu salud. 

Entre protestas, se puso de espalda para subir la mitad de la máscara y tomarse el jarabe. Lo vi sacudirse luego de haberlo tomado y reí internamente. 

—Date un baño con agua fría. Te ayudará con la fiebre. Además de que así tomas un respiro de esa máscara tan incómoda.

Le tomé prestada la cocina mientras iba a bañarse, pero me di cuenta de que no había los suficientes ingredientes para una sopa. ¿De qué rayos se alimenta este hombre? ¿Esta es la dieta saludable de la que habla? Casi todo era comida enlatada. 

Aproveché el momento para ir a la tienda más cercana y comprar lo que me faltaba. Cuando regresé, aún no había bajado, por lo que asumí que debía estar bañándose todavía. En el zafacón vi varios frascos de pastillas vacíos. Tuve curiosidad por la cantidad que había, por lo que tomé dos de ellos en mis manos y me di cuenta de que eran antidepresivos fuertes. Las fechas son recientes, como para que los haya acabado. No va ni la mitad del mes. 

No estaba segura si debía preguntarle al respecto. Aunque somos amigos, sé que estos temas lo hacen sentir incómodo y lo menos que quiero es hacerlo sentir mal. A la misma vez, no quisiera pasar esto por alto. Las pastillas no estaban en el zafacón, en algún lado deben estar.

Si supe sobre su presencia fue por su atrayente y oloroso perfume. Lo vi detenido al lado de la barra, y solté los frasco dentro del zafacón. 

—Huele muy rico por aquí. ¿Qué estás haciendo? — ni siquiera quiso comentar nada al respecto, de hecho, me da la impresión de que quiso evitarlo a propósito. 

—Estoy preparando una sopa de fideos con pollo. Es sana, nutritiva, y te ayudará a recobrar energías. 

—No tenías que molestarte, de verdad. Ya haz hecho mucho por mí y te lo agradezco. Ve a tu casa. No puedes descuidar tus estudios. Te prometo cuidarme. 

¿Por qué se sienten tan horrible sus palabras e indiferencia? Cuando pensé que nuestra amistad era casi transparente, me doy cuenta de lo equivocada que estoy y de lo lejos que estoy de alcanzarlo. Se encierra tanto en sí mismo, creando una barrera entre los dos, ni siquiera puedo descrifrar lo que pasa por su mente, pero mi corazón se estruja cada vez que lo escucho hablar así. 

Lo abracé sin siquiera avisarle, simplemente sentí las ganas de hacerlo. Escuché su corazón latiendo apresuradamente y sus brazos rodearme lentamente. Me sentía tan pequeña, tan protegida estando entre sus cálidos y fuertes brazos.

—¿Te molesta si me quedo por esta noche contigo? Bueno, no pienso dejarte solo, ni aunque me lo pidas.  

Prometo Amarte [✓] [EN FÍSICO]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt