Ángel

1K 181 6
                                    

Presioné los labios instintivamente, llevando mi cabello por detrás de mí oreja. 

—¿En serio lo piensas? 

—Sí — asentí—. Gracias por haber confiado en mí y mostrarme esta parte de ti. Te había imaginado de muchas formas, pero no me acerqué ni un poco. No entiendo cómo puedes tener tanto complejo, si eres muy atractivo. 

Una linda curva se formó en la comisura de sus labios, y mi corazón volvió a bombear muy fuerte. 

—¿Estás bien? 

—Sí. Hace un tiempo he estado presentando una extraña taquicardia. 

—¿Has ido al médico? 

—No. 

—Y luego el que no presta atención a su salud soy yo. Deberías ir a chequear que todo esté en orden. 

—Me pasa muy frecuentemente cuando estamos juntos. 

—¿Qué? 

—Quise decir, las últimas veces que me ha ocurrido ha sido cuando has estado conmigo. No me hagas caso — pasé por su lado hacia el sofá de la sala, a punto de estallar de vergüenza—. ¿No te molesta que duerma aquí? 

—Duerme en mi habitación. Yo dormiré acá. 

—Por supuesto que no. Tu eres quien está enfermo, y tienes que descansar. Cuando sea hora de el jarabe que tanto te gusta, te estaré despertando. 

—Al menos usa esa almohada y sábanas que traje. 

—Hecho. Descansa — le hice un guiño, despejando el sofá de los cojines. 

—Descansa...

Estuvo unos instantes ahí de pie, sin decir una sola palabra más, hasta que se retiró a su habitación. Tuve la impresión de que quería decir algo, pero al final no dijo nada. 

Me puse cómoda y me acosté, enrollándome entre las sábanas y poniendo la alarma. La almohada tenía ese perfume tan agradable. No sé qué sucede conmigo últimamente. Jamás había tenido la costumbre de abrazar una almohada, y en esta ocasión sentí la necesidad. ¿Por qué hago estas cosas extrañas? 

Cerré los ojos, debido al cansancio y pesadez de mis párpados, cuando de pronto, un extraño olor invadió mis fosas nasales. Abrí los ojos de prisa, no sé dónde me encontraba, pero el calor era axficiante, al nivel de que me hacía difícil respirar adecuadamente. Mi piel estaba ardiendo. Mi peor pesadilla estaba ocurriendo frente a mis ojos, lo que me congeló por completo. Todo a mí alrededor ardía, no podía hacer nada más que observar cómo todo iba siendo devorado por el fuego, como si estuviera varada en el mismísimo infierno. Mi plano era limitado, es como si estuviera encerrada en el cuerpo de una niña. 

En medio de lágrimas, angustia, miedo, en ese pequeño rincón y sola, escuché la voz de un hombre al otro lado de la puerta. 

—¿Estás ahí, pequeña? Voy a derribar la puerta, necesito que te apartes a un lugar seguro. 

Mi voz no salía, por más que quise responderle. Incluso mis ojos ardían por la cantidad de humo que se había acumulado en esa habitación.

Entre esas llamas un hombre alto y grande apareció, como si se tratara de mi ángel de la guarda. Mi pequeño y débil cuerpo fue levantado por sus gigantes brazos. 

Me colocó una máscara en el rostro, la cual me ayudó mucho a poder respirar algo. No podía apreciar el rostro de ese ángel que me salvó, debido a que el cristal estaba empañado, pero sus fuertes brazos se sentían tan familiares. ¿Dónde he sentido esto antes?

Hubo un estruendo y solo pude oír un quejido, aunque no sabía de quién, ajeno a eso, lo último que recuerdo es haber llegado a los brazos de mi abuelo. Su preocupado tono de voz y su abrazo fue lo que me trajo la calma y cerré los ojos bajo esa misma pesadez. 

Abrí los ojos de nuevo, encontrándome en los brazos de Bayron, notando que no estaba en la sala, donde recuerdo haber estado, sino de camino a su habitación. 

—Lo siento. No quise despertarte o asustarte. Quise traerte a mi cama para que pudieras descansar mejor. Escuché que te estabas quejando. 

Lágrimas brotaron de mis ojos sin cesar, sin siquiera saber el por qué. Recuerdos de esa pesadilla vinieron en cadena, como si estuviera en una película, reproduciendo una y otra vez esa escena dónde ese hombre fuerte me cargaba. 

—¿Qué tienes? ¿Hice algo malo?

—Tu… tú eres ese ángel que me salvó, ¿verdad? 

Su expresión de preocupación cambió por una de asombro. No pronunció palabra alguna, pero con el gesto que hizo al desviar la mirada habló por si solo. Entonces, ¿eso sí ocurrió, no fue solo una pesadilla? Nada de eso lo recordaba.

—Esto que te ocurrió fue mi culpa, ¿cierto? ¿Por qué te arriesgaste de esa manera?

Negó con la cabeza, soltando un suave suspiro.

—Porque este es mi deber; salvar vidas, y es lo que elegí para mi vida, a pesar de los riesgos que implica. Lo que hice por ti, lo hubiera hecho por cualquier otra persona que se encontrase en la misma situación. La única diferencia, es que el destino obró de una manera increíble, permitiendo que volviera a reencontrarme contigo. Ese día tu abuelo me dijo que había alguien más en el edificio, y ese alguien era su nieta. A pesar de escuchar a mis compañeros hablando de las pocas probabilidades que había de que aún estuvieras con vida, quise arriesgarme sin pensarlo dos veces. No había tiempo para ir por la debida protección o de pensar, era tiempo de actuar. Simplemente corrí lo más rápido que pude y saqueé cada habitación, hasta que te encontré. No me arrepiento de haberte salvado, de hecho, me atrevería a decir que la mejor decisión que he tomado en la vida, fue arriesgarme ese día. Gracias a eso, tengo la dicha de tenerte conmigo ahora.

Prometo Amarte [✓] [EN FÍSICO]Where stories live. Discover now