Caricia

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Sus palabras me derritieron por dentro. El destino sin duda alguna es maravilloso. 

Todo pude comprenderlo en ese momento, principalmente la razón por la cual mi abuelo me hizo ese pedido. Tal vez por eso mi abuelo no me dijo nada, porque sabía que me sentiría en deuda con él y las cosas no iban a funcionar de la misma manera que habiéndolo conocido por mi cuenta. 

¿Será que mi mamá sabe sobre esto? Y sí es así, ¿por qué no quiso que esté cerca suyo? ¿Por qué alejarme del hombre que me salvó? 

—La mejor decisión que tomé fue haberte visitado ese primer día. 

Desvió la mirada, tendiendo mi cuerpo gentilmente sobre la cama. 

—Yo no recordaba nada. 

—Lo sé. No te estoy reclamando nada. 

—Pero hubiera querido saberlo, así podía agradecerte. Luego pones en duda de ser un hombre maravilloso. No existen palabras para agradecerte por lo que hiciste. Siento que darte las gracias solamente no es suficiente. ¿A raíz de eso fue que mi abuelo y tú se hicieron grandes amigos? 

—Sí — se sentó en el borde de la cama—. Él estuvo conmigo en los peores momentos. 

—Mi abuelo era increíble. 

—Sin duda alguna. 

—¿Y mi mamá? ¿Ella sabía que fuiste tú quien me salvó? 

—Sí. De hecho, ella misma en el sepelio de tu abuelo me pidió que no te dijera nada. 

—¿Por qué? 

—No lo sé. Siento que no soy de su agrado. Por eso me fue extraño que te permitiera quedarte aquí conmigo. 

—Te mentí— confesé—. Yo no le he dicho que estoy en contacto contigo. La verdad es que ella quiso prohibirme acercarme a ti, pero antes de que digas algo, no pienso alejarme por nada del mundo, así que ni pierdas el tiempo pidiéndome que lo haga. 

—¿Estás consciente de lo que haces? Se supone que pongas a tu mamá por encima de todo. 

—La amo y la respeto, pero esta es mi vida, y yo elijo a quién hacer parte de ella y a quién no. Hay algo que quiero decirte, y que aún no te he dicho. 

—Por tu expresión, asumo que es algo importante.  

—Mi abuelo me dejó una carta, la cual me entregaron al otro día de su muerte, dónde dejó por escrito su última voluntad. En ella me pedía que me casara contigo. 

Su risa no la esperaba, aun así, me pareció deslumbrante. Su sonrisa es mucho más linda de lo que imaginé. 

—¿De qué te ríes?

—Tu abuelo poniéndote en una situación muy incómoda. 

—Pensé que lo tomarías mal. 

—¿Por qué lo tomaría mal?

—Creí que pensarías que esa es la razón por la cual estoy cerca de ti. El primer día que vine no fue por eso, quiero que sepas que lo hice por mi propia voluntad y, si decidí quedarme y hacer una amistad contigo, fue porque me pareciste y me pareces una increíble e interesante persona. 

—¿Esa fue la razón por la cual me hiciste aquella pregunta sobre mis planes futuros? — sonrió ladeado. 

—No sé de qué hablas —carraspeé—. Bueno, ahora que lo pienso bien, es cierto que te hice esa pregunta, pero fue por simple curiosidad. 

—Está bien. Puedes quedarte tranquila, te creo. 

—Ese “te creo” ha sonado muy falso. 

—Es muy tarde. Intenta seguir durmiendo. 

—Puse la alarma para la siguiente dosis y todavía no ha sonado. 

—Sí sonó, pero estabas en un profundo sueño y la apagué. Puedes quedarte tranquila, ya me tomé la medicina. 

—¿Y de la fiebre qué tal? — le toqué la frente desprevenidamente, y se me quedó viendo—. Te siento caliente todavía. 

—Lo estoy. 

—¿Qué?

—Descansa. Mañana tienes universidad. 

—No te vayas. Quiero monitorear esa fiebre. En esta cama cabemos los dos cómodamente. 

—¿No te sentirás incómoda si me quedo? 

—Para nada. 

Se acostó al otro lado y ambos permanecimos en silencio, contemplando el techo como si se tratara de la luna y las estrellas. Dije que no me sentiría incómoda, pero este silencio es lo incómodo. ¿Qué se supone que se haga o diga estando en esta situación? Estoy muy nerviosa. Nunca me había encontrado en una situación igual. 

Como si hubiéramos pensado en lo mismo, ambos nos volteamos al mismo tiempo, quedando frente a frente y eso hizo todo más incómodo de lo que en sí ya era. Los nervios los tenía en la boca del estómago. 

Sin decir palabra alguna, su dedo índice se posó en mi mejilla y dibujó varios círculos en ella. Lo miré sorprendida, teniendo la sensación de que el corazón se me saldría por la boca. No podía descifrar la expresión que tenía, pero no la había visto antes. Lucía tan sereno y a la misma vez concentrado. Su dedo se desvió del camino, dirigiéndose hacia mis labios y estando en ellos, los acarició con su pulgar. Sonreí instintivamente al ver que de pronto en sus labios se formó una sonrisa.

Nuestras miradas coincidieron, lo vi aproximarse a mí y fue como si nada a mí alrededor existiera, como si por un momento hubiera olvidado hasta cómo respirar. Supe sus intenciones en ese momento, pero para ser honesta, no quise detenerlo o evadirlo. Al contrario, mis labios se vieron tentados y atraídos por los suyos.

Jamás había sentido el roce y la suavidad de unos labios en los míos. Fue tan delicado, cariñoso, suave, y tan dulce que podría derretirme. Su mano acariciaba suavemente mi mejilla, mientras nuestros húmedos labios se acariciaban entre ellos. Mi piel se percibía como si hubiera fuego debajo de ella. Mi corazón martillaba muy fuerte en mi pecho, mientras que una extraña sensación se situó en mi estómago, era como sentir miles de mariposas dentro. 

Prometo Amarte [✓] [EN FÍSICO]Where stories live. Discover now