一 Volando Alto

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La brisa del mar agitaba las decenas de túnicas de diversos colores

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La brisa del mar agitaba las decenas de túnicas de diversos colores. El inicio de las vacaciones tenía a todos los estudiantes de Mahoutokoro entusiasmados desde semanas atrás. Todos querían dejar esa isla y las obligaciones de la escuela por un par de semanas, pero Jangmi solo quería regresar a su hogar.

Los profesores llamaban en orden de lista a cada estudiante para que tomara uno de los enormes paiños que los llevarían a casa. Llevaban toda la mañana en ello, pero entre que a algún despistado se le olvidaba un calcetín y las despedidas, La hora del almuerzo amenazaba con llegar sin que los alumnos de más edad hubieran partido a sus hogares.

De un momento a otro, Jangmi se percató del extraño silencio en el que estaba el grupo de tercero, todo por la ahora notoria ausencia de ese muchacho que no podía mantener la boca cerrada ni un segundo.

—¿Dónde está Minho? —preguntó a su amiga, Sachiko.

—Hace un rato estaba detrás...

—El imbécil se fue a pelear con los de quinto —les interrumpió Ryuko, con una sonrisa burlona—. A ver si logran que se cierre el pico de una vez.

Las dos chicas se miraron, y sin pensarlo dos veces, dejaron sus baúles tirados en la arena y se fueron corriendo en busca de su amigo.

—¿Ahora qué habrá dicho? —se quejaba Sachiko, quien no quería acostumbrarse a los problemas de Minho, constantes desde hacía tres años.

—La verdadera cuestión está en qué no ha dicho ahora.

Sus respiraciones se agitaban por el ejercicio que era correr cuesta arriba por la montaña hasta el área de las viviendas, ahora completamente vacía. Desde el arco formado por dos árboles de cerezo que señalaba el inicio de las residencias ya se escuchaban las risas y burlas de chicos mayores. Siguieron el ruido hasta llegar a la parte de atrás del Onsen, donde un corillo de chicos observaba con interés algo que la barrera humana no les dejaba ver.

Jangmi tomó todo el impulso que pudo con las sandalias que llevaba y el espacio que le dejaba la falda del kimono para mover las piernas. Se abalanzó contra los muchachos, haciéndose a duras penas un hueco para poder salvar a su amigo de la paliza que le iban a dar por hablar de más.

—¡Ey! ¡Miren quién llegó! —exclamó el chico que sostenía a Minho de las orejas— La florecita viene a salvarte.

Sachiko llegó junto a ellos a la vez que el chico de quinto soltaba a su compañero y lo empujaba hacia Jangmi con desprecio.

—A ver si este idiota empieza a cuidar lo que dice.

—Nos vamos a asegurar de que así sea —dijo Sachiko mientras posaba con fuerza las manos en las cabezas de sus amigos y los obligaba a inclinarse en un gesto de disculpa—. Lamentamos la molestia.

—Sí, sí. A ver si empiezan a respetar a los mayores y aprenden su lugar.

Los muchachos se fueron entre risas, y hasta que no se perdieron de vista, Sachiko no soltó sus cabezas. Ambas empezaron a revisar la cara de Minho para verificar cuántos golpes le habían dado antes de que ambas llegaran.

Arirang | MahoutokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora