열일곱. Distancia

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Pasaron años en los que estuvieron llenas de trabajo

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Pasaron años en los que estuvieron llenas de trabajo. Un álbum cada año como grupo, además de uno individual, presentaciones en la radio cada mes y en el teatro Inari a la vez que el álbum, con apariciones esporádicas en Senshi no Izakaya.

El tiempo las había unido, y al tener más ingresos se mudaron a un apartamento más grande todas juntas en el centro de la ciudad, que todavía mantenía su estilo tradicional mientras la periferia se modernizaba con los años.

Regresaron a su pequeño rincón tras acabar con sus actividades de ese día, alejadas de toda la atención por un encantamiento que hacía que sólo ellas y personas selectas conocieran esa ubicación. Yeonjin, la más precavida y desconfiada de las cuatro, era quien guardaba el secreto de ese lugar.

En la cena, no se les escapó el nerviosismo de Yeonjin en la manera en que sus manos temblaban cuando trataba de llevarse una porción de arroz a la boca. Trataron de ignorarlo, pero en cuanto un bocado cayó en el tatami, fue evidente que no era cualquier cosa.

—Unnie ¿Qué pasa? —preguntó Baenhab.

—No es nada.

—No mientas.

Yeonjin las observó a todas, notando su preocupación auténtica porque se tratara de algo demasiado grave.

—Voy a casarme con Doyun.

Pese a que lo dijo con seriedad, las tres se levantaron y gritaron por la alegría. Se lanzaron a abrazarla, y tras un rato, fue evidente que no era eso lo que le rondaba la cabeza.

—¿No estás feliz? —preguntó Yuhye—. Ya se había tardado.

—Bueno... Sí... la cosa es que nos iremos a Inglaterra.

Entonces entendieron todo de inmediato. La alegría se esfumó levemente al comprender lo que aquello significaba para el resto.

Doyun llevaba varios años esforzándose en una carrera política para lograr un cargo importante en el Ministerio, y lo último que habían sabido las tres era que estaba intentando ganar el cargo de embajador, y parecía haberlo conseguido.

—Sé lo que el grupo es para ustedes, y me duele dejarlo... Perdónenme por ser egoísta y...

—Unnie, no tienes que disculparte —dijo Jangmi.

—Pero...

—Nos es como que vayamos a morirnos. Vamos a extrañarte, pero a veces debes pensar en tu propia felicidad.

—¿No están enojadas?

—No —dijo Baenhab encendiendo un cigarrillo—. Al menos tú tuviste suerte. Nosotras ya somos solteronas.

—No digas eso...

—Tampoco es que tenga muchas ganas de buscar a un hombre, así que estoy bien, y me alegro por ti.

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