Dark

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*Pos ChengXi we, tomalo o déjalo
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Los estandartes con lotos se colocaban victoriosos sobre los que alguna vez llevaron el símbolo del sol, lo que había sido el hogar de los Wen por tantas generaciones, ahora era consumido por las llamas, sucumbiendo ante la fuerza del ejército Jiang.

Los soldados patrullaban el lugar asediado como si de miles de fuertes halcones con armadura de tratasen, atentos a lo que su poderoso líder pidiera.

Dentro de todo aquel alboroto sangriento, mientras se recogían los cadáveres mutilados de rostros descompuestos, una particular figura se movía entre las llamas, llevando tras de sí una fila de pequeños niños asustados que le seguían silenciosos.
Los guiaba directo al único salón que no fue destruido y ese era el salón principal, aquel donde se encontraba del trono del fallecido Wen Rouhan.

— Mi señor, le he traído un regalo~ —. Habló el hombre bajo aquel casco que cubría sus ojos color ámbar. — Todos son Wen, pero son jóvenes y prometedores, cuando crezcan serán excelentes soldados, incluso las niñas serán fuertes—.

— Buen trabajo—. Del centro del salón, la torneadas figura del último Jiang se revelaba poderosa.

Se acercó imponente hacia los pequeños, examinándolos uno a uno, en busca de cualquier rastro de debilidad en sus ojos, necesitaba soldados llenos de odio y convicción, no debiluchos que en batalla tan solo serían carne de cañón.

— ¿Le complacen, señor?~ Yo mismo me encargué de arrebatarlos a sus padres —.

— Son perfectos, que alguien los mandé a los campo de entrenamiento lo más pronto posible, que seleccionen a los más talentosos y al resto que los envíen a las minas, no quiero ninguna baja, mantenganlos con vida—.

A su orden, tras sus espaldas aparecieron cuatro soldados que le mostraron respeto y posteriormente llevaron a los pequeños a empujones a otro lugar lejos de ahí, dejando a la pareja en total privacidad.

— Xichen... has hecho un gran trabajo todos estos años a mi lado, debo confesarte que, cuando te revelé mis intenciones hacia las otras sectas no esperaba que permanecieras a mi lado, mucho menos que te unieras a mi causa—. Habló sincero el gran líder.

— No me tiene que agradecer, señor, yo vivo por y para usted—.

Jiang Huan, Jiang Xichen, aquel desertor de Gusu Lan que había renunciado a su propio apellido hacía ya 4 años atrás, cuando la secta Yummeng Jiang le había declarado la guerra a todo el mundo de la cultivación desde las cenizas del caído Muelle de Loto.
Nadie podía creer aún que en plena batalla para derrotar al joven líder Jiang, él mismo se había interpuesto para defenderlo y ayudarlo a escapar, sin importarle herir en el proceso a su propio tío y hermano.

Había perdido su buena reputación y su estatus como futuro líder de los Lan, pero ahora, su nuevo título y apellido lo colocaban como el segundo al mando de aquella infernal guerra y, por supuesto, como la pareja consorte del despiadado hombre en el trono.
Se dedicó a entrenar y reclutar soldados, siendo su principal objetivo los niños que quedaban huérfanos tras sus violentas invasiones a pequeños pueblos, los recogía y adiestraba para que admirasen a su bello esposo como a un padre y al mismo tiempo como una figura celestial, lavandoles el cerebro para ser leales y fieles a sus propios ideales, o bueno... Los ideales de la secta Jiang.

Sabían que podían morir en cualquier momento, es por eso que buscaban tan arduamente en todos esos pequeños a algún heredero digno que pudiese hacerse cargo de sus planes.

— Siempre sabes como calentar mi corazón mi hermoso loto blanco... Pero, ¿sabes? No puedo posponer mi visita a Gusu Lan por mas tiempo...—.

— Lo sé... —.

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