Capítulo XXI - Final

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<<En las manos de un psicópata experimentado>>

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Mi piel ardía, el filo de su arma quemaba y el dolor se esparcía como ondas en el agua. Me temblaban las piernas hasta el punto de ya no sentirlas, estaba aterrada y consumida por una impotencia en extrema magnificencia.
Todavía sentía árida y rasposa mi garganta, desgarrada por ese grito que se escapó de ella al ver cómo una bala se incrustaba rasgando, rompiendo la piel y la carne de Alek.

Fue inevitable contener mis lágrimas, no sabía que podía llorar tanto hasta este momento. Las verdades que salieron a luz me golpearon tanto que podría decir que el incesto entre Amber e Igor era el menor de los problemas. No podría medir que tanto Amber fue afectada, parecía impasible y la indiferencia maquillaba esa máscara tan perfectamente elaborada. Caí en un pozo de verdades tan profundo que me estaba ahogando, la verdad duele dicen, pero yo ignoraba tantas que estaban en mis narices y ahora querían aniquilarme. Entendí que mi padre había sido víctima de monstruos bien entrenados y ahora yo estaba en las manos de un psicópata experimentado.

Cansada, agotada de que me vieran como la débil solo por verme normal, pero yo nunca lo fui. Presa de mi propia inocencia y en medio de todo este caos he decidido luchar, por mi padre, por mi familia que sin pedirlo se han metido en este fango espeso y yo debía liberarlos, debía salvarnos.

Los ojos peligrosos de quién alguna vez me había intimidado tanto, hoy se veían suplicantes, Custer negó con la cabeza intentando detenerme pero ya era tarde. Ni la discusión, ni lo que se había revelado me detuvieron. Escapé sin mirar atrás, temiendo que mi verdugo siguiera mis pasos y solo el estruendo de alguien cayendo al suelo hizo que volteara. Cuando logré sentirme segura pude fijarme en lo que mi mejor amiga se había convertido.

<<Pégale duro>>, pensé dándome cuenta que lo hacía con cierta rabia en mi interior mientras me escabullía en mi habitación.

—Piensa Leilani, piensa.. —susurré entre dientes para mi misma mordiéndome las uñas con vehemencia. Inhalé y exhale tratando de que un poco de oxígeno me llegara al cerebro porque estaba apunto de reventar.

Mi corazón latía tan fuerte que me era casi imposible oír mis propios pensamientos, estaba bloqueada por el miedo y la desesperación, debía tranquilizarme y dejar que mi mente se ilumine dentro de tanta obscuridad.

<<No dude en contactarme>>, esas palabras se abrieron paso como un eco lejano dentro de tanto bullicio y la voz de ese sujeto cuya mirada deseaba descubrir hasta los secretos del pentágono se hizo presente.

—¿Donde estará esa bendita tarjeta? —inquirí desesperada buscando mi bolso desgastado en todo ese embrollo de desastre. —¿Porque tengo que ser tan desordenada?

Lancé mis prendas esparcidas y todo lo que había en mi cama en busca de ese maldito bolso, y como si una fuerza misteriosa me acompañara y el bolso tuviera vida propia se alzó a la vista. Con desespero rebusqué dentro y cuando mis lágrimas empezaban a decirme que era todo inútil, la encontré, sucia y arrugada en el fondo de todo ese desastre.

Era mi última, que va, era la única esperanza, la única persona que en este momento podría salvarnos era el agente Creed. Con manos temblorosas me rebusqué por mi teléfono que había estado conectado al cargador todo este tiempo, fue difícil encontrar los números con ese temblor que emanaba de mi.

Sonó una vez y otra vez, se me hizo una eternidad hasta que en la cuarta tonada se oyó su voz y que por primera vez desde que lo conozco me dio tranquilidad y alivio. —Agente especial Creed, ¿hola?

PELIGROSA AMISTAD © Where stories live. Discover now