We meet Angelo James in this part

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Mira el reloj con cautela. Había algo en las barritas que marcan la hora... Algo que no concordaba. ¿Un segundo eran tres? ¿O una hora era un día? O simplemente él estaba muy nervioso para entender un simple proceso.

Nunca fue bueno para hablar frente un público.

Nunca fue bueno hablando trivias.

Sus dedos tamborilean al ritmo que sus pestañas se cierran para entrar a un nuevo mundo que dura un segundo. Un mundo oscuro, inobservable, lejano al presente y aun así, prefiere quedarse ahí. Un mundo así suena mucho mejor que el de ahora.

Ni siquiera reconoce qué clase de música es la del fondo, pero sabe de sobras que es sobre ella. A distancia del cuarto en el que se encuentra lo puede sentir. Espera que sea la hora. Los nervios lo consumen en un audaz cosquilleo que visita su cuerpo de tiempo a tiempo. Es tedioso. Odia el sentimiento de descontrol. Esto no fue para lo que fue criado... ¿Por qué le toca hacer esto? La peor parte ¿No fue suficiente con todo lo que ha pasado por el simple hecho de tener su apellido? Es injusto. Todo esto. Toda la situación. Absurda la coincidencia de la vida. Absurdo el trágico sentido de la condolencia.

Una lágrima cae entre sus mejillas y humedecen su paso, sus dedos se ocupan en limpiar cualquier rastro salado y por un momento se olvida de su razón de ser en el lugar.

No se fija en los detalles. Sería perder el tiempo. Solo estaría por un par de horas, nada del qué familiarizarse otra vez. Ya lo había olvidado, no quería recordar su voz entre los muros.

Tocan la puerta, él se pone de pie. Tan rápido como el cuerpo de un hombre de treinta y siete, con actividad física regular le permite. No sonríe a quien le viene a buscar y avisar su entrada. Suficiente con asentir; arregla su traje para disimular el miedo descomunal que crece en su pecho, entre sus costillas. La puerta vuelve a cerrarse y él cae en un camino rugoso donde se ahoga y no puede respirar. Ha caído en cuenta otra vez del por qué está aquí y no puede soportarlo.

Sigue enojado.

Muy enojado porque Adele nunca le avisó, nunca le dio una precaución de lo que la vida puede llegar a doler y la mujer alardeó toda su vida de que lo crió para enfrentar el mundo real. Mas ella era imperfecta, y esto... de esto ella nunca le habló en la vida.

O tal vez lo hizo, pero ella utilizaba términos que a su tiempo no entendía y ahora no recuerda y el dato lo enfurece aún más. No se le habla así a una criatura. De hecho, no se le explica por qué una persona es infeliz. ¿No pudo simplemente hablarle de... Peppa Pig o estupideces así?

Nunca le hizo ver que puede pasarle a él. Sabía en el fondo que tenía que pasar. Es la ley. Todos lo pasaremos, pero su madre se supone que debía estar para él. ¡Era su madre por amor a Dios! Y ella fue injusta.

Le arrebató todo.

Cinco minutos más. Se dice así mismo. Ellos pueden esperar otros cinco putos minutos.

Pero su respiración sigue siendo un problema, un caos que crece con cada sonido que el maldito reloj produce, porque comienza a llorar y no es tan rápido al limpiar sus lágrimas como estas caen de sus ojos. Joder. Localiza el reloj y lo avienta contra una pared, dejando rastros de lo que fue y se da cuenta de que no era el reloj lo que lo enerva, si no lo que se escucha de fondo.

"Siento que no me amas". "Sabes que mamá no ama a nadie más como te ama a ti, ¿no?"

Los hijos de puta pusieron esa parte. ¿Los hijos de puta en serio están escuchando esa parte? ¡Oh, hombre! ¡Deben ser verdaderos hijos de puta!

La tristeza se transformó en enojo y así es la única forma en que puede tranquilizarse. Es muy bueno para disipar disgustos, para cambiar de página así de fácil. Eso sí le enseñó.

Así que ya es hora.

Abre la puerta y camina hacia el salón. Debe ser el hombre que es y enfrentarlo, aunque "mamá" no esté a su lado. Vaya, que no debería tampoco. Es un hombre, no un niño.

La música se ha detenido y todos los ojos están sobre él. Angelo no los mira de vuelta, pero los siente y se avergüenza de ser el centro de atención. Junta sus manos mientras camina al estrado. Ahí es donde se supone que debe estar de pie. Donde debe decir algunas palabras, pero busca refugio en las ventanas donde se refleja un cielo oscuro y vidrios con gotas de agua. Diablos, había estado encerrado en ese cuarto por más horas de lo habitual. Debió prestar atención.

Es entonces que mira a las personas. Unas veinte o treinta y se sorprende de que haya tan poca gente en un momento como este. Pero le causó un alivio egoísta y una risa nerviosa, en el peor de los momentos. Entonces también puede ver los rostros. Reconoce a su tía Laura enseguida, es la primera en la fila. A su amigo Josh. A su papá, Simon. A Paul... La busca también, pero no la encuentra. No sabe si sorprenderse de que no fue invitada. No sabe si llamarla justo ahora y exigirle que se presente porque tiene derecho de estar también. Como todos los que están. Ella fue más que familia. ¡Es ella por amor Dios! Pero no se mueve, no puede, está más ocupado en no temblar que seguir con la idea tonta de llamarla. Y se acobarda. Se da el tiempo de verlos a todos, en cambio, y los reconoce mejor. Un recuerdo al verles la cara pasa por su mente y son todos buenos.

Bueno, esto sí puede hacerlo.

Esta gente es familia.

Él puede con su familia, siempre ha sido fácil con ellos.

Pero se detiene al ver a Laura con su esposo, viéndolo también, con orgullo en sus ojos, nada de lo otro, nada como los demás le están ofreciendo. Un vacío y muy desconocido "Lo siento". Y Ángelo se queda ahí, pegado en la mirada de su tía y ella lo anima a que haga lo que se supone que debe estar haciendo.

Las arrugas en sus ojos cansados, las canas en su cabello sin brillo le recuerdan un pasado en que todo parecía estar bien, en que todos parecía eternos.

Angelo asiente y aclara la garganta.

Él puede.

Es familia.

—Me perdí en mi camino de vuelta a casa—dijo y no escuchó ni un respiro, volvió a aclarar su garganta—. Así que la llamé por accidente para preguntarle la dirección. Pero... tuve que colgar. Llamé a mi tía y le pregunté. Me respondió. Llegué.

Las luces eran tan opacas que, en algún punto, su visión le falló y ya no podía distinguir los rostros de nadie. El lugar oscureció al momento que su voz se escuchó en el micrófono. Como si fuera un evento programado, como si incluso todo lo que ha pasado con Adele, con él, con la familia ha sido parte de un show y todos reirán gritando "sorpresa" al final de la reunión.

Demonios, espera con todo el ser que eso ocurra. Pero de nuevo, esto es la vida real, en la vida real no ocurren esas cosas.

Aprieta la mandíbula y se recuerda tener cuidado de no autolastimarse para calmar la ansiedad.

—Estoy muy... Esto...

Angelo mira sus puños asentados en la pequeña tarima, buscando un punto de inicio.

—Escribí algo, aguarden...

Aquellas horas a solas en la antigua sala de estar no fueron en vano. Una desprevenida inspiración le llegó como por arte de magia y no se sorprende: cada esquina de la casa estaba llena de arte y magia. Algo tuvo que heredar de ella. Era nato. Buscó en su traje y encontró su pequeña libreta negra.

Ahí donde escribió una historia.

La historia de Adele, así se llama. Y la voy a contar porque... quiero que sepan cómo fue en realidad. Cuando todo se quedaba en silencio, no como aparentaba. Entre el público, entre amigos, entre... parejas. No. No esa Adele. La Adele con la que viví nadie conoce. Ni siquiera mi padre. No estuvo mucho tiempo. Necesitaba más, un poco más al menos. Ni el que vino después. Tal vez la abuela, pero ella ya no está. Así que quiero que ustedes la conozcan antes de que dejen la casa. Y traté de plasmarla en estas hojas. Pude concluirlo hoy, esta tarde, me llevó semanas. Si se acercan, verán las lágrimas en las últimas páginas. Pero no lo harán, no en realidad. Y con el respeto con el que Adele Adkins estuvo caracterizada en tener, también daré mis respetos. Todas las buenas canciones que fueron sobre ella, sobre mí. Sobre su último amor y su único hijo. Espero que estén listos, aunque nunca lo están... No para Adele.

all the good songs were about youWhere stories live. Discover now