There ain't no gold in this river

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Parte dos:

Metanoia
...

Christian cayó en cuenta de que acaba de perder su trabajo.

Ese momento de realización donde te encuentras eufórico por lo lejos que has llegado y lo que has obtenido por ese esfuerzo ha valido la pena... ahora, todo eso, pero lo contrario.

Oh, por la gran mierda.

Tal vez sus ahorros le alcancen para dos meses de renta si no es menos o más fácil es comprar una soga y colgarse. La idea se vio tentadora.

Apenas salió del edificio, observa su celular para ratificar la hora y se maldice en voz alta.

Mira hacia ambos lados y no hay un alma, parece de repente que el lugar está abandonado. ¿No se supone que la ciudad siempre está ocupada? ¿Que la gente pasa deprisa porque tiene cosas más importantes en otros lugares? ¿Que el ruido del tráfico debe ser ensordecedor?

Suspira y agacha la cabeza, rendida; confiesa que se ha liado a esa cantante allá dentro y que es probable que no vuelva a conseguir un empleo en ninguna radio. Pero si no fuera por ese bastado que no deja de joderla, hubiera puesto la mejor cara del mundo y se habría tragado todos sus pensamientos haciendo bien su trabajo. ¿Qué le pasó? Simplemente tocaron límite con ella y, al parecer, hizo lo mismo con la invitada.

Tantas veces se dijo que debe cambiar ese temperamento de mierda, que no la llevaría sino es a la ruina. Hela aquí, como una profecía.

Sintió la necesidad de disculparse enseguida. Nadie merece que le digan que lo que han trabajo toda su vida y puesto un esfuerzo descomunal no es en realidad la gran cosa, porque duele, aunque nadie lo note, aunque no se lo muestre. No conoce nada de esa rubia y le ha restregado supuestas verdades que no le correspondía.

Se abriga hasta el cuello y calienta sus manos con su propio aliento. Quizá le venga bien caminar, comprar un par de cervezas antes de comenzar a buscar empleo en cualquier centro o antes de volver a la casa de su padre a cuidar de él.

Demonios, todo menos eso.

Todo menos eso, ruega internamente empezando a caminar.

Su madre estaría decepcionada.

Y de todo: por haber perdido el trabajo, por burlarse de otro ser humano que es su mismo sexo, de volverse alcohólica, por no mantener la serenidad, de no preocuparse por su padre quien es el único que le queda, quien está moribundo.

Vuelve a chequear las calles. Nada aún. Siempre agarra el bus en frente de la radio y trata de recordar el recorrido si es que quiere ir a pie. A unas cuantas cuadras se da por vencida. Nunca fue buena en memorizar direcciones y siempre termina perdiéndose.

Un auto negro se estaciona muy cerca y por un breve tiempo su piel se eriza de miedo. No es hasta que la sonrisa de la misma mujer a quien básicamente trató de lo peor se asoma y se ensancha cuando estaba a punto de correr el maratón del siglo.

Las ganas de maldecirla por el gran susto comienzan a crecer con fuerza desde sus entrañas. Pero se aleja un poco y regresa para escuchar lo que sea que tenga que decir porque, para ser honesta, es lo único que puede hacer para redimirse. Joder, aún su ritmo cardíaco no se apacigua y por las facciones de la rubia ni siquiera nota lo que ha causado o no lo deduce por las gafas negras que usa y se pregunta si ese es su color favorito o simplemente viste lo mismo en cada ocasión. ¿Quién demonios usa gafas en un día como hoy?

Definitivamente, no le gusta.

—Hola, desempleada.

Fue lo primero que dice cuando el vidrio bajó por completo.

all the good songs were about youWhere stories live. Discover now