C a p í t u l o 44: Sin culpas.

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Miro la hora, y al notar que me queda un poco más de tiempo, vuelvo a echarme una ojeada en el espejo.

Me gusta como luzco en este vestido de satén negro; es corto hasta por encima de las rodillas, y lleva un escote delicado que deja mucho a la imaginación.

Realmente me gusta desde todos los ángulos. Hace tiempo no me visto con algo tan ajustado al cuerpo, y cuando me miro al espejo, me siento rejuvenecida, hermosa, confiada.

El claxon del auto de Logan suena justo cuando me encuentro retocando el maquillaje. He decidido pintarme de manera tranquila, sin tanto color; solo un poco de brillos en los labios y rímel en mis pestañas.

Cojo mi cartera en forma de sobre y bajo hacia la sala. Antes de salir, me fijo que Penélope tenga comida y agua. Al corroborar que eso está todo en orden, me dirijo hasta la puerta.

Logan se encuentra en la mitad del camino, con sus manos metidas dentro de los bolsillos delanteros de su pantalón negro. Lleva el cabello corto, y eso me hace echar de menos las ondas que se le forman en las puntas. Pero, cuando noto que sus lunares están al descubierto, en vista de que se ha afeitado, me olvido de su cabello.

Sus ojos se deslizan por mi cuerpo. Me mira con mucha atención y lentitud, como si no quisiera perderse ningún detalle. Y no sé, pero me siento sexy. Si antes me sentía a gusto, ahora que sus ojos echan fuego de deseo, me siento aún mejor.

Cuando conecta con mis ojos, una sonrisa ladina se forma en su rostro. Justo del lado donde tiene más lunares. Creo que voy a morir.

—Estás hermosa, Gia. Bueno, lo eres. Pero déjame decirte que, esta noche, tu belleza me lleva a preguntar qué demonios haces conmigo.

Me río, me acerco a él y dejo un beso corto en sus labios.

—No te hagas el humilde, Romeo.

Ahora él es quien se ríe, y su carcajeo logra erizarme la piel.

—Poco tengo que ver con el chiquillo que vestía de Romeo.

—Ya veo. Ahora eres todo un hombre.

Hace bastante que no coqueteo con alguien, por lo tanto, no sé si mi rostro provocativo está siendo bueno, o si bien doy vergüenza ajena.

—No me mires así.

Bien, se ha mordido el labio inferior de manera fugaz. Creo que aún puedo ser seductora.

—¿Por qué?

Me acerco a él y coloco mis manos sobre sus hombros. Logan coloca las suyas sobre mi cintura y me acerca más a su cuerpo.

—Porque soy capaz de olvidarme de la reserva que hice en el restaurante.

—Es uno muy solicitado.

Miro su boca, luego sus ojos, y por último mi atención vuelve a depositarse en sus labios.

—Lo sé, Gia. Me estás matando. Ten piedad conmigo, por favor.

—Vale, de acuerdo. Lo siento. — Me alejo elevando mis manos en señal de inocencia—. Solo déjame preguntarle a mi madre por Cameron, y podemos irnos tranquilos.

Miento. Ya he hablado con ella minutos antes de la llegada de Logan. Y mi hijo se encuentra bien, de paseo con sus abuelos. Irán al cine a ver a última película de Disney y luego a cenar.

Logan se cree mis palabras, pero cuando estamos en el auto, coge su móvil y se encuentra con un mensaje mío.

—¿Por qué... — Detiene su interrogante cuando nota lo que acaba de recibir? Mis mejillas se encienden.

El deseo de la estrella (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora