C a p í t u l o 3: Un panecillo para Logan Davis.

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Son muchos los cambios que han habido en mi vida luego de Steven

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Son muchos los cambios que han habido en mi vida luego de Steven. Pero, lo que aún sigue adherido en mí, es el malestar ante la impuntualidad.

Anthony Ribers es un nuevo autor que se suma a la editorial, y hemos acordado una cita en la cafetería familiar de los Miller, para poder dialogar acerca de su historia, y de los resultados que desea obtener.

Va llevando veinte minutos de retraso, y eso no es lo que más me molesta, sino que es ver como lleva ignorando mi mensaje al preguntarle los motivos. ¡Es que hasta lo veo en línea!

Y antes de enojarme por esa actitud, decido llamar a Molly para preguntarle por Cameron.

—Estamos bien —me informa—. Sólo que hoy no ha querido dormir siesta, y mira que lo he intentado. Pero se niega a abandonar el juego.

Sonrío.

—No te preocupes por eso. Está bien y es lo único que importa. ¿Molly?

—Dime.

—¿Tienes apuro en terminar tu horario? Porque aún no ha llegado el autor, y el tiempo que habíamos acordado, quedaba justo para llegar a casa y liberarte.

—No te preocupes, Gia, te espero.

Me relajo. Siempre tan buena y considerada mi querida Molly.

—¿De verdad? Porque puedo hablar con mi madre para que se quede un tiempo con él.

—No es necesario, en serio. No tengo nada que hacer, así que aquí te esperamos.

—Eres la mejor —la escucho reír—. ¿Sabes donde estoy? En la cafetería de los Miller, y sé cuánto te gustan sus muffin de limón con glaseado. Mereces algo delicioso por tu paciencia.

Se vuelve a reír.

—¡Gracias, Gia! ¡Hace mucho no como un muffin de los Miller!

—Pero no te llevaré sólo uno.

—Oh, no me tientes de esa manera.

Termino mi conversación con Molly, y me vuelvo a acercar hasta la caja registradora, donde Sophie suspira y niega con la cabeza.

—Ay ese autor... ¿le puedo escupir el café o lo que sea que vaya a pedir?

Me río, y Tom, su hermano, levanta la mano diciendo que se ofrece como voluntario para escupir el café.

Un señor, el cual no sé el nombre, pero sé que es cliente regular por las tantas veces que lo ví, deja de beber su café y le pone ojos horrorizados al chico rubio que sigue hablando de escupir bebidas.

—Tranquilo, John, mientras seas bueno con nosotros nadie va a escupir tu café —se defiende Tom.

—El domingo me burlé de ti por los resultados del partido —dice John y Tom sonríe, malicioso—. Te odio, y te voy a denunciar con sanidad.

El deseo de la estrella (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora