Capítulo 6

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 Cuando por fin Paul pudo sentarse, miró sus manos, cubiertas de sangre, muchos dirían que había sido una tontería hacer aquello, tender una emboscada en una de las ciudades más transitadas del Imperio y mucho menos en una plaza llena de soldados; pero ellos se lo merecían y ninguno en aquella tripulación se perdonaría si dejaban a Guil a merced de esos pánfilos. Por primera vez desde que llegaron permitió pensar en aquella chica, estaba claro de quién era y que Guil no lo aceptase todavía solo hacía reconocer aún más su estupidez; y esa mirada lo había dejado helado, la misma, como dos gotas de agua, un fantasma.

Aquella chica que Guilliam había recogido tenía un gran parecido, por no decir un reflejo mismo, de Angélica. Sintió como se le oprimía el pecho.

Scarlet Hunter.

¿Quién no había escuchado ese nombre alguna vez? Era famosa, mucho y lo era por asesina, encima en un gran rango en la Lista de los Asesinos, solo su cabeza valía más que todo su Aerodeslizador y sus integrantes juntos, ayudarla suponía tener a todo el NIU contra ti. Había escuchado muchas veces hablar de ella por las noticias, una persona que se mantenía en constante movimiento, un día podía estar en el centro del continente y al siguiente en lo más oculto del norte de los Pueblos Invernales. Rara vez conseguía dejarse atrapar y cuando daba el caso se libraba en cuestión de horas, siempre.

Vagamente recordaba el incidente que la hizo famosa, nunca se fijó en aquella noticia, pero fue la más sonada durante aquel año, no cualquiera creaba un tornado de fuego y una matanza en la fiesta del Gran Emperador.

Sus ojos dejaron caer la mirada en la única fotografía de la mesa, era desconcertante, era igual a ella, no podía negar su parentesco a Angélica la Fe. Todavía podía recordar su cabello rubio al igual que finos hilos de oro puro que iban degradándose hasta ser tan blancos como las mismas perlas; su piel ligeramente bronceada y pecosa. Aquellos ojos, dioses, sus ojos, un color celeste que podría dejar tumbado hasta el más cruel de los dioses, penetrantes y magnéticos. Y su sonrisa, indescriptible.

Tenía que saberlo, necesitaba saber de la relación, lo ansiaba. Seguramente Guil seguiría allí con ella, conociéndolo intentando inútilmente sonsacarle información y mejor que nadie sabía lo pesado que podía llegar a ser su amigo.

—¿Por qué la ha traído Guilliam? —dijo una voz a sus espaldas que casi logra que su alma saliese disparada por su boca.

Al alzar la mirada puedo ver a Damian contra el marco de la puerta, lo miraba con aquellos ojos azules glaciales, sin expresión alguna, a veces dudaba de si en verdad tenía pupila.

—Damian ¿Qué haces aquí? Deberías estar ayudando en la clínica, estamos algo cortos de personal.

—Ayudaba hasta que os vi entrar con una asesina a cuestas, sabes que casi mata hace un par de días a Elie, con tan solo un empujón.

Paul solo pudo suspirar y se puso en pie, dando la espalda al muchacho, tan solo para poder lavar sus manos cubiertas de sangre.

—Hazme caso, ella es un problema, tenerla aquí significa tener aún más de cerca al NIU, debisteis dejarla atrás, en Zidac.

Aunque le doliera, sabía que Damian tenía razón ante sus afirmaciones, era peligroso tenerla allí.

—Entonces me estás diciendo que a ti también debimos dejarte cuando apenas eras un bebé ¿me equivoco?

Lo único que hizo el muchacho de pálidas mejillas fue callarse y apartar la mirada.

—Damian...

—¿Vas a responder a mi pregunta? —volvió a preguntar de manera cortante.

—Te la respondería si supiese la respuesta, pero entonces deberías preguntarte a ti mismo la razón de porque te recogimos aquel día junto con Elie, y si no, siempre puedes preguntarle a Guil —contestó Paul, notó como Damian apretaba los labios hasta estos volverse blancos. Se acercó hasta él y revolvió su cabellera azabache.

Lo único que hizo fue chistar y apartar la cabeza.

Razón no faltaba, ya habían pasado dieciocho años desde que Paul los encontró; Angélica aún vivía en el aerodeslizador, pararon en una ciudad y ella los vio, un niño con a penas tres años sujetando un bebé en brazos, los encontraron desnutridos y cubiertos de barro y cenizas, nadie en el pueblo había respondido ante ellos, solo que aparecieron sin más y no hubo opción de dejarlos allí a su suerte.

La alegría entre aquellos rebeldes fue grande ante la inclusión de dos bebés, aunque también la preocupación ante la vida que tendrían, pero ahora, ambos, Damian y Elie eran grandes miembros de la tripulación.

—Como quieras—soltó con una voz claramente molesta—. Pero ten en cuenta de que no me fío de ella, tiene algo que no me gusta y además no perdono a las personas que hacen daño a Elie.

Cerró la puerta tras de sí con un sonoro portazo y cuando por fin pudo estar lo bastante lejos de la habitación se recostó contra una pared. Se sujetó con fuerza el pecho, algo en su interior estaba inquieto y un sudor frío recorría su cuerpo cuando iba en dirección a donde estaba ella.

Sentía alrededor de ella un horrible olor a quemado, nunca antes lo había sentido o las descargas que atravesaban su columna cuando pasaba por enfrente de la clínica. Lo único que podía pensar era en días atrás, cuando la vió, corriendo, huyendo de sus perseguidores, lo primero que vino a su mente fue: peligro.

Damian no tuvo tiempo de reaccionar, el inminente choque que sufriría Elie, no había sido lo suficientemente rápido para apartar a Elie, pero ella si lo fue.

Cuando le dieron aquel disparo en la pierna y cayó al suelo se le formó un nudo en la garganta, como si hubiesen dañado a una fiera, majestuosa y peligrosa. Sus ojos, tan solo por unos instantes intercambiaron miradas, algo helado surgía de su interior al pensar en aquellos ojos verdes. Esa había sido la primera vez que chocaron, a pesar del aspecto maltrecho, despeinada, sudada y aun así era mejor que él. Una parte de él sentía rabia, tenía ganas de asentar un buen puñetazo en su nariz.

Se llevó una mano a la boca y aguanto unas horrorosas arcadas que invadieron su cuerpo. Pensó cuando llegaron aquellos soldados imperiales y vió como llevaban sin delicadeza su cuerpo inconsciente, en ese momento sintió por primera vez el frío en su cuerpo y desde entonces no había cesado.

—Damian, vamos, tenemos que regresar al aerodeslizador —había dicho Paul poniendo una mano en su hombro, obligando a apartar su mirada.

—Si...quiero decir...no...

—¿Te preocupa algo? —había querido saber, él claramente había negado todo, y aunque hubiese dicho que sí, las palabras no habrían salido de su boca. Estaba seguro de que no la volvería a ver y cuan equivocado estaba.

Dejó caer su cabeza contra la pared y automáticamente echó sus pensamientos fuera, de repente sintió una electricidad que atravesó su cuerpo. Tan rápido como había aparecido, desapareció. Tuvo que sentarse en el suelo, aunque habían sido segundos, sintió un poder inmenso y una sensación terrorífica.

Y él no había sido el único, Scarlet desde la otra punta de la nave también lo sintió, mucho antes, incluso antes de que esa descarga llegase a la nave. Sintió su poder y lo único que pudo decir fue:

—Maldición.

Aquello significaban dos cosas, que su viaje con aquella banda iba a ser más efímera de lo que ya sería; y que seguramente debería arriesgar su vida por una deuda a saldar, otra vez, sin haber completado aún la primera.

Dos capítulos en un día, jejejeje, espero que os guste y me digáis que os parece, que estoy cumpliendo y no abandono (insertar lagrima llorona)

P.D: me hago auto spam y os invito a leer mi otra nueva historia de fantasía en mi perfíl, Sangre y Luz.

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Os leo y amo, adieu;)

Crónicas Elementales 1: Fuego Escarlata © [ACTUALMENTE REEDITANDO]Where stories live. Discover now