Capítulo 9.

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Scarlet tardó un mes entero en recuperar la total movilidad, aunque se encontrara bien, los restos del Néctar Azul habían destrozado su organismo y aquello tardó más de lo previsto en sanar. Hacía unos días recibió un mensaje desde uno de sus puntos seguros del Imperio, un mensaje de ayuda y a causa de una promesa tuvo que acudir, muy a su pesar.

La noche era oscura en el desierto y era perfecto, podía moverse entre las sombras y no era notada, los soldados no se percataron de su presencia y con facilidad pudo llegar hasta los pisos inferiores de aquel edificio, curioso era, en mitad del desierto surgía una edificación blindada y amurallada.

Se fundió con las sombras y descendió por las escaleras, sonrió, cuando cara a cara se encontró con soldados armados, solo bastó un par de minutos y siguió su camino, no suponían ninguna dificultad. Sintió una descarga eléctrica a estar frente a la puerta de metal, aquel era su cometido, concentró su poder y con el simple roce de sus manos las llamas hicieron su trabajo.

Lo que esperaba dentro era odioso y al contemplar la sonrisa, que esa persona encadenada le dedicó, sintió arcadas.

—Ya era hora Rubí, vamos, desencadéname y deja que haga polvo este lugar.

***

El calor se hacía insoportable, a pesar de estar a casi finales de octubre hacía mucho calor, estar en Villea era sofocante e insoportable, aunque para Scarlet resultaba agradable, ella tenía una gran tolerancia a las altas temperaturas; apoyada contra una pared de piedra, miraba hacia el firmamento nocturno, uno de los principales puntos turísticos de las ciudades como Villea en el sur, era la ausencia de contaminación lumínica. Los Desiertos del Sur eran el destino principal para ver las noches más hermosas del continente, y así las estrellas junto con la luna podían iluminar los caminos de los viajeros descarriados.

De este modo Scarlet Hunter no se sentía tan sola en el mundo.

A su lado había un hombre. Su rostro se encontraba oculto tras la capucha, las mangas de la chaqueta se encontraban chamuscadas y en el ambiente había cierto olor a plástico quemado. Ambos esperaban, los minutos se hacían cada vez más largos e insoportables, Scarlet pudo reprimir un gemido de frustración cuando varios coches patrullas seguidos de un camión de bomberos volaron calle arriba, en dirección a las afueras de Villea.

—Espero que estés contento —soltó ella.

—Tu mordacidad no deja de sorprenderme con el paso de los años Rubí.

—¿Qué esperabas? —preguntó ella con ironía mientras intentaba sacar sangre seca de entre sus uñas—, espero que con esto mi deuda quede saldada.

—Podría ser así, aunque también podrías no haber venido —se rio—, en cierta manera resulta irónico, que una gran asesina perseguida por el NIU tenga un gran valor al honor.

—Odio esto...—dió largos pasos lejos de él—, ahora dime la verdad. Sé perfectamente que con tus capacidades podías salir de allí solo ¿Por qué me llamaste? ¿Qué necesidad había de enviarme uno de tus pájaros de trueno?

El hombre rió, claramente divertido, de sus manos salieron chispas brillantes, acompañadas de un pequeño pájaro hecho de rayos.

—Necesitaba divertirme, encanto. Y ya sabes lo que adoro jugar.

—Claro que lo sé, pero me niego a seguir hacerlo.

Con una risa sarcástica el encapuchado se acercó aún más, Scarlet se sintió intimidada, a lo lejos en el cielo antes despejado escuchó un trueno.

—Entonces cómo es que hace unos años me diste las gracias y me dijiste que me ayudarías hasta que yo creyera que la deuda estaba saldada ¿no? ¿O eso también se te ha olvidado?

—No se me ha olvidado, pero era una cría y estaba asustada.

Aquellas palabras las dijo en un susurro, entonces de un sonoro golpe la mano del encapuchado se clavó en la pared a escasos centímetros del rostro de Scarlet. Con ambas manos colocadas en los laterales de su rostro, se encontraba arrinconada, se encogió sobre sí misma.

—No te he oído, habla más alto.

Con timidez Scarlet levantó la mirada, notaba como sus piernas temblaban sin parar.

—No se me ha olvidado —intentó desafiar, a pesar de que su voz temblaba al hablar.

—Entiendo, debo de recordarte que no me desafíes, sabes que puede pasarte como la última vez y no quieres eso ¿Verdad?

Instintivamente tocó su brazo y por un momento creyó que su dolor volvería, recordaba a la perfección como lo rompió.

—¡No! Pero incluso que hiciese lo que me pides, es mucha gente, ni siquiera mi poder tiene tanto aguante, además, me niego a matar más gente por ti —de repente recordó el rostro de Guil, su amabilidad—, estoy harta de esto.

El individuo chasqueó la lengua.

—Escúchame estúpida rubia, debes hacerlo, me lo debes y sé que eres capaz, de eso y mucho más, incluso noto esas ansias de liberar tu poder, si no me equivoco tienes una sobrecarga—Scarlet no habló, pero él llevaba razón, bajo su piel podía notar los remolinos de su poder, de las llamas, deseando salir—. Como era de esperar has estado acumulando y acumulando.

Scarlet asintió con la cabeza, odiaba que él tuviese razón.

Le odiaba a él.

— Eso es cierto, pero hacer lo que me estás pidiendo, no todos los humanos son malos, no todos los soldados imperiales son malos.

—Aprecio tus sentimientos por los humanos, pero ¿no son ellos lo que te metieron en esto desde un principio? Los humanos en los que confiabas fueron los que te traicionaron, no cambies tus principios a estas alturas Rubí.

Scarlet apretó los puños y asintió, noto como los ásperos dedos del encapuchado se clavaban en su barbilla y la alzaban; sus ojos esmeraldas llamearon con furor.

—Eso es, esa es la mirada que quería ver. Bien, dime ¿Qué harás ahora?

Lo dijo y, sintió repugnancia Lo único que él hizo fue reír con ganas, sus ojos divagaron más allá de ella y con pereza cogió uno de los muchos carteles que había.

—Fíjate, salgo aún más favorecedor en mi cartel ¿no crees? —dijo mostrándoselo a ella, una vez más su mirada se centró en otro cartel, el cual, también cogió—, mira, por fin te han sacado una fotografía acorde a tu nombre, las escamas realzan el brillo de muerte en tus ojos.

Apretando los dientes agarro el cartel y lo quemó, se desvaneció en cenizas entre sus dedos.

—Eres una buena chica Rubí, siempre haciendo lo que te encomiendo, lástima que a veces seas incorregible.

Los ojos verdes de Scarlet descendieron avergonzados y con cierto brillo de furia, hacía daño en sus muñecas mientras las sujetaba.

—Pero a veces no se puede remediar la cobardía ni la debilidad que hay en ti, deberías aceptar de una vez tu culpa y ten cuidado con esto, no quiero que todos mis esfuerzos en ti hayan sido una pérdida de tiempo.

Sin más, la soltó y marchó, aquel cartel que había estado sosteniendo entre sus manos cayó al suelo, donde Scarlet pudo ver una vez mas la cara del hombre más buscado del NIU, el mismo hombre que salvó su vida cuando quisieron condenarla, y el hombre al que acababa de sacar de una de las prisiones más seguras del Imperio.

Crónicas Elementales 1: Fuego Escarlata © [ACTUALMENTE REEDITANDO]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora