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El viento chocaba contra la ventana y se escuchaba el golpe, más, a veces sacaba un pitido fantasmal. La lluvia caía desesperada y los truenos tormentaban todo de vez en cuando. Yo intentaba dormir pero era demasiado ruido y demasiados pensamientos. Mis ojos estaban cerrrados pero mi cabeza maquineaba y mi cuerpo no parecía poder descansar. Se entretenía dando vueltas y haciéndome temblar las extremidades. El sudor me hacía cosquillas en la frente.

Entre toda esa situación desfavorable yo podía escuchar cada movimiento en la casa. Y en un momento hubo pasos. Asumí que era mi vieja y salí para decirle que me dé valeriana porque claramente no estaba durmiendo un carajo.
El pasillo estaba ilustrado con una tonalidad algo azul porque las ventanas quedaron abiertas, y acá afuera la tormenta sonaba más feroz. Avancé hasta llegar a la desviación que llevaba a la escalera principal y giré a la izquierda.
A la verga que es grande esta casa. Ésta escalera principal que digo es una de esas enormes, con la baranda extensa en el piso de arriba, y con un ancho de más de media habitación normal en los escalones.
En el centro, colgando distinguidamente del techo, un candelabro de cristal. Mil pedazos de vidrio manchado suspendidos en el aire por otro pedazo de vidrio blanco, fino y delicado. No soy una persona para nada elegante, pero ese candelabro es la cosa más alucinante que vi en mi vida.

En algún punto noté el brillo saliendo de la puerta del salón. Compartía esa tonalidad azul con los pasillos, pero era mucho más intenso, y destacaba. Los pasos seguían sonando y yo todavía no había visto a mi vieja. Entonces bajé a descubrir la luz. A medida que me acercaba los pasos sonaban más y más fuerte, y un nudo crecía en mi garganta como buscando que no pueda respirar y me ahoge antes de llegar a ver qué era.

Era hermosa. La piel blanca y delicada, con un raspón en el hombro y cachete. Todo su ser carecía de color, pero igualmente su pelo era un rubio ceniza oscuro y peculiar, indescripitible la verdad, y sus ojos de color magico. Entre grises, celestes y verdes se escondía la pupila, y ésta la anunciaba muerta ya que no había ningún reflejo de luz.

Su mirada se encontraba completamente apagada pero igual yo la sentía penetrarme. Miraba adentro mio y agarraba mi corazón como decidiendo que ahora era suyo, y si lo quería apretar hasta que explote o tirarlo al piso descuidadamente, podía.
Porque total ahora lo mío era suyo y ya no más mío, porque toda mi existencia estaba dedicada a esta mujer que me encontré en el pasillo de la casa de mi abuelo. Porque ya nada tenía sentido si no era porque ella lo demandaba. Porque me había enamorado a primera vista de un fantasma.

Su vestido blanco comenzaba a desintegrarse cuando llegaba a las rodillas, y sus pies eran inexistentes mas flotaba en el aire con una majestuosidad jamás vista. Toda palabra mia desapereció cuando la vi y el aire se fue con ellas.
Sentía una atracción inexplicable. Algo me decía que le hable. Que la toque, que la abraze, que la bese y que me la coja como si nos murieramos mañana, o como si me muriera yo porque ella flotaba. Flotaba. Ella flotaba.
¿Qué carajo está pasando?

Mamá me prendió la luz. La reconocí por su voz. Despertate que quiero que vayas al super, dijo. Me senté en el borde de la cama. Cuando mis ojos pararon de cerrarse solos miré por la ventana. El día estaba blanco. El cielo liso y las hojas quietas. Tenía esta sensación de haber soñado algo turbio, pero no conseguía recordar qué. Me levanté y fui directo al baño a lavarme la cara.

Lo único que hice después del super fue quedarme en el cuarto con los auriciulares, explotándome los oídos con metal, punk y screamo. Eso fue antes que suene el bitido de mi celular, anunciando un mensaje de Rama -el pibe de ayer- diciendo que vaya para la cate. No me di mucho lugar a consideración porque me conozco, y sé que si la pienso de más va a caer la depresión, y voy a terminar quedándome en la cama todo el día haciendo nada.

Marco El De La CateWhere stories live. Discover now