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Desde lejos las vi a Noah y Simona acercarse a nosotros. No dije nada. Estaba demasiado callado y en paz para hablar.
En algún punto, Davi divisó a Noah también y, tras dejar su vaso en el banco, lo recibió con un abrazo. Practicámente se le tiró encima. Noah la sostuvo de la cintura y la acercó. La cabeza de la rubia se hundió en el pelo marrón por los hombros de él. Eventualmente, los brazos de Noah envolvieron el cuello de Davinia (Carme me explicó el otro día que ese es su nombre completo) y los suyos se posaron en su cintura.

Simona, en cambio, se fue acercando a todos nosotros, uno por uno, para chocar manos. Llevaba puestos unos pantalones cargo beige y un top, que por algún motivo tenía mangas largas, pero dejaba media panza al aire.

No sé mucho sobre ella. Es más, no sé mucho sobre la mayoría de ellos.
Comenzaba a entender lo que me había contado Rama el día que lo conocí. Somos todos amigos, pero en realidad solo muy pocos lo somos.
Ramiro es claramente mi mejor amigo. A Carme la estuve conociendo más esta semana, y ojala seamos amigos porque le estoy tomando cariño. De Noah más o menos sé un poco, pero es más porque es amiga de Rama que por mi.
Ahora, Davinia es todo un tema.

La observé. Carme se había sumado al abrazo y Davi había tomado su mano. Un par de risas y besos en el hombro, y se soltaron. Pero las manos de Carmela y Davi seguían entrelazadas.
No era realmente algo sexual; para nada, a decir verdad. Simplemente, había notado, tienen una forma muy intima de estar juntas.
Es lindo. Es romántico. Admiraba lo que tenían.

Todo sobre esa piba me parecía la cosa más genial que existe. Es captivante.
La secuencia es siempre la misma: la miro dos segundos porque hizo algo que llamó la atención, y de la nada no puedo dejar de mirarla.

El sol ya se estaba escondiendo y el ambiente se tornó gris. Un gris apagado y tranquilo. Me gusta más así. El río estaba pacífico, a solo unos metros. Entre un azul y gris; con algunos barcos que se asomaban en el borde del bastidor que formaba el paisaje. Corría un viento fresco, pero cuando calmaba, se notaba el calorcito.

Estaba sentado en el pasto, con Rama y Alec a mis costados hablando entre ellos. Al frente nuestro había un banco de madera inclinado, por culpa de las raíces del árbol al que estaba pegado. Encima había Campari, jugo de naranja, Fernet, una Pepsi, vasos, un picador y un atado de Marlboro.
Me levanté para armarme un Fernet con Cola y robarle un pucho a quién sea que se haya dejado la caja. Yo tenía y todo. Pero se jode por bolude, y a mi me duran más los mios. Es un acuerdo genial.

El cielo se fue oscureciendo mientras Rama y Alec hablaban de alguna serie. Yo no seguía la conversación. Miraba a la nada en silencio, de vez en cuando escuchaba lo que decían pero nunca con la intención de participar, y alguna que otra vez dirigía mi mirada a Davi.

Ya estaba en pedo por el Campari con jugo que tenía en la mano. Su postura era suelta y cuando se reía desplomaba su cuerpo en alguien. Hablaba con Carme, Noah y Simona; pero no llegaba a escuchar qué, ni me daba el ángulo para intentar leer sus labios.

Ella llevaba puesto un buzo con capucha, y me daba la espalda, pero su pelo corría en una línea recta por esta. Por más díficil de creer que sea, era suficiente paisaje para mí.
Al lado, el pelo corto y un tanto enrulado de Noah chocaba con una camisa manga larga a cuadros azules y blancos. En el espacio de cuello que llegaba a verse, un pequeño garabato negro apenas se distinguía. Intenté concentrar la vista para ver el diseño, pero era imposible. Algún día le preguntaría.
Frente a ellas, enfrentándome a mí, pero sin estar atentas a mi existencia, Simona sonreía y Carmela igual. Lucía unos aros redondos largos y gruesos, con alguna tintura entre azul, verde o gris. Llevaba puesto un topsito blanco, un collar de cuentas marrones, y una camisa azul grisáceo que unicámente estaba abotonada en los tres de abajo. La creatividad de esa piba a la hora de elegir qué vestir no dejaba de asombrarme.

Marco El De La CateWhere stories live. Discover now