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Estábamos reunidos en la plaza. Rama paseaba por la escalera con la skate y, por algún motivo supuestamente desconocido, Carmela lo miraba en silencio desde uno de los escalones. Parecía perdida en su mirada odiosa. Es más, está difícil determinar si en serio lo miraba, o simplemente quedó disociándola con la vista fija en él por pura casualidad; mientras pensaba en algo que la enfurecía, porque el odio era innegable. Llevaba puestos unos lentes de marco grueso y negro, cuadrados pero con bordes sutiles.

Hoy le iba a decir a Davi de salir. Estaba fumándome un pucho, con la espalda reposada en la baranda, dándome el tiempo para mentalizarme tranquilo. Me había decidido por una propuesta simple. La iba a separar. No irnos a caminar, ni nada. Solo corrernos del grupo unos segundos y tirarsela. Entonces, una vez listo, fue lo que hice. Toqué su hombro y se dió vuelta. Sus labios sonreían, pero sus ojos se mostraban curiosos. —¿Wassup?
—¿Podemos hablar un segundo?
—Sí, obvio.
Nos movimos unos pares de metros. El mismo gesto se encontraba en su cara. Y yo no sabía ni cómo empezar a pronunciar las palabras porque, para ser honesto, se me cortaba la respiración.—¿Qué pasó, Marco?—insistió. Tosí.
—¿Te coparía salir en algún momento?
—¿Tipo cita?—. Escondió una pequeña sonrisa.
—Sí—. Le devolví el gesto, pero abierto. Sin esconderlo; casi una declaración.
—Mmm—. Se movió en el lugar mientras la sonrisa se mostraba cada vez más. —Puede ser—contestó, al fin.
—¿Puede ser?
—Puede ser—. Se río.
—Okay. Me sirve.
—Bien. Vamos viendo.

Vamos viendo, susurré para mí mismo cuando volvíamos al grupo.
—¿Qué pasó?—me preguntó Ramiro, dejando su skate contra el banco.
—¿Con?
—Davi.
—La invité a salir.
—¿Posta? Bien ahí. ¿Y qué te dijo?
—Que puede ser.
—Cheto.
La miró a Carme y se rió.
—¿Qué pasa?—pregunté. Siguió riéndose. Apreté las cejas, no entendiendo nada.
—Los anteojos—explicó entre la burla.
—¿Qué pasa con los anteojos? ¿Nunca la viste con anteojos?
—No, no. La vi mil veces con anteojos, pero... nada.
—Bueno...
No entendí ni ahí por qué se reía, pero agarró su skate y volvió a boludear. Total, ya fue. Tema suyo. Hay mil cosas de ese chabón que no entiendo, pero me chupa un huevo. No necesito entenderlo. Con existir juntos estoy feliz. Aparte, no es que no lo conozca. Sé qué cosas hace, solo no entiendo por qué las hace.

Eventualmente decidí que era hora de usar la nota que conseguí a la mañana. Le eché una mirada a Rama, que me había acompañado a buscarla, para que se acerqué a Davi y Noah para decirles que vayamos al mirador. Yo le avisé a Carme. Alec, que nos lo cruzamos en el camino, nos dió una parte de la plata así fumaba él también. Lo armé y lo fuimos pasando. En un momento Davi me miraba. Le devolví la mirada e involuntariamente sonreí. Me gustó la secuencia. Miradas escondidas entre humo y caras. Terminamos parando  quiosco atrás de las vías en el camino a lo de Alec. Compramos tres paquetes de Doritos, mil mogules distintos, pochoclos, un Termidor y una Manaos de pomelo. La fisureamos en su casa hasta quedarnos dormidos. Al día siguiente fuimos al río. Cuando nos sentamos al borde de un árbol, Davi me preguntó si se podía acomodar entre mis piernas, y así hizo. Me acariciaba el brazo con la uña de acrilico bordó y me cosquilleaba el cuero cabelludo. Pero de forma apacible. Vamos viendo una pija, pensé.

Una semana después salimos. Fuimos a La Roti de Don Bosco. Era unas cuadras adentro por Alsina. Una amiga suya laburaba ahí. Esme. Una joven un tanto más grande que nosotros. Simpática. Con ojos raros que osilaban entre marrón y verde, y pelo con un asombrante estilo del tipo grunge pero hippie a la vez. Davi iba aseguido. Era claro por la forma en que saludó al dueño, Tito. Y al resto de los meseros. Sin contar a Esme eran dos. Ambos tipos. Rodeando la edad de su amiga. Había algo familiar, pero sin la depresión de la familia, en ese local. No sé por qué le dicen "roti", porque realmente no lo es. Es como un barsito en el que venden cómida casera. Ríquisima, a todo esto. Los ravioles estuvieron impecables, y la torta de almendras era una delicia. Turnamos entre hablar solos, y hablar con todos. Fue tan sencillo. Tan casual. Antes de llegar tenía miedo. Y ansiedad. Pero me sentí más cómodo de lo que jamás me había sentido en una cita. La pasé genial. Nos cagamos de risa, y la comodidad que experimenté no la regalaría por nada. Cuando la dejé en la puerta de su casa, unicámente la besé. No quería hacer más que eso. 

Creo que lo que realmente saqué de esa noche es que no era un ángel. Se veía así. Todo sobre ella era dulce. Todo sobre ella me gustaba. Pero era una persona, no un personaje biblíco. Suena estúpido dicho así. Pero verla desenvolverse con tanta facilidad, llevándome a hacer lo mismo; me tiró la ficha de que no la conocía. No a ella. Conocía cómo se veía, y las mil ideas que escribí en mi mente sobre quién era. Pero no a ella. Y decidí que quería conocerla. Sin contaminarla por mis proyecciones. Quién realmente es. Y quería hacerlo a profundidad. Quería que sea parte de mi cotidianeidad. Que sea mi día a día.  

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⏰ Last updated: Mar 27 ⏰

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Marco El De La CateWhere stories live. Discover now