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Las campanas avisaron que el tren se asomaba. Le di una última pitada a mi pucho (ahora compro Red Point, son más baratos y creo que hasta más ricos) y lo tiré al piso. Lo aplasté con la zapatilla mientras el tren bajaba la velocidad en frente nuestro.
Esperamos que la gente baje y, una vez adentro, caminamos un rato hasta encontrar una buena cantidad de asientos vacíos, aunque no estaban juntos.

Rama se instaló al lado de una vieja. Asumí que nos íbamos a sentar juntos, pero como al parecer no era el caso, busqué a mi alrededor.
Effy estaba sola en la primera fila. Notó mi mirada y dibujó una sonrisa de invitación. Me acomodé al lado suyo, con los pies en los espacios abiertos de la baranda.
—¿Puedo?—preguntó, con su pie izquierdo flotando encima de mi derecho.
—Sí.
Apoyó su pie en el mío.
—¿Ya conocías la Borges?—consultó, refiriéndose a la plaza de la que volvíamos.
—No. No conocía nada de Zona Norte, en realidad.
—¿Y te gustó?
—¡Sí! Es linda. Me gusta porque encima estaba re vacía. Como si fuera solo para nosotros.
—Es que técnicamente la Borges es otra; que queda a nada, literal. Pero ese es un spot que, hasta donde yo sé, solo se usa para compes.
—Ah, no sabía.
Movió la cabeza para arriba y para abajo, acompañada de un sonido del tipo: "mjm".
—¿Te copan las compes?
—-Eeh... no, no realmente—. Se rió. —Me aburro como un desesperado.
—¿Y por qué vas?
—Porque a Rama le gustan. No le gusta tirar free, pero sí escucharlo. Es tipo, la mayor expresión artística para él.
—Es que no está tan equivocado.
—Sí, yo que sé. No es lo mío.
—¿Y qué es lo tuyo?
Pensé. —Nada.
Effy bufó; tal vez un poco mofándose, pero más comprendiendo.

—Preguntita—soltó después de casi una estación en silencio.
—Pregunte.
—¿Qué onda con Davi?
Me reí. —¿Qué onda con Davi?—le devolví la pregunta, con el mismo tono y todo.
—Y... es como bastante obvio que se tienen ganas.
—¿Sí?

La miré. Estaba sentada con Carme del otro lado, un par de filas más adelante.
Su crop top tenía un torbellino plateado y su pollera era negra con rayas ¿grises? En todo el tiempo que pasé admirando su ropa no conseguí definir el color de esas líneas que caían completamente rectas. Con Carme tenían los meñiques entrelazados y cuchicheaban sobre vaya uno a saber qué.

Se rescató de que la estaba observando y sacó una sonrisa, además de sostenerme el contacto visual hasta que lo rompí yo por la respuesta de Effy—: Sí—. Se rió. —¿Ves lo que te digo?
—Pero, ¿qué onda? ¿Te contó algo?
—Na. Nosotras no hablamos. Solo en grupo, no es que seamos amigas. Onda, me cae re bien, y me gusta creer que yo a ella también. Pero no somos amigas.
—Claro.
—Bueno, ¿qué onda entonces?
—Nada. No sé—. Contemplé por un segundo los eventos recientes. —¡No sé! No es que no haya nada ahí. Solo que nunca se concretó.
—Entendible.
—Igual es mentira. Sí me la comí. Una vez. Antes de saber quién era. Hace un mes, maso. Cuando recién había llegado. Pero ni hablamos.
—Uh, qué genial—dijo, mirando a la nada con un gesto divertido. —Se la voy a robar esa.
Solté aire, como una especie de risa.

—El otro día pasó algo—comenté. —Cuando volvimos del bosque.
—Cuente.
—Nos volvimos con Carme y Rama.
—Uh. Qué paja—. Puso los ojos en blanco. —Son insoportables cuando están juntos. ¿De qué discutían?
—De una serie. New Girl. Me explicó Rama en mi casa, porque yo no tenía la más puta idea de lo que hablaban.
—Amo esa serie.
—No la vi.
—¿Cuál era la discusión?
—Cómo se llama Schmidt. Él decía que se llamaba Winston también, y ella que no.
—Tiene razón Rama—. Bufó, entretenida. —Hay todo un episodio sobre eso.
—Es lo que dijo Rama.
Nos reímos un rato.
—El tema es que Davi también me dijo que él tenía razón, y en esas nos pusimos a hablar de cómo en realidad, claramente, se tienen unas re ganas y serían geniales juntos. Lo dijo ella, y se me quedó mirando. Sin decir nada, pero se me re quedó mirando, con un gesto... ugh. Y terminamos agarrados de la mano hasta que las dejamos en lo de Davi.
—Es un montón.
—Sí, ¿no?
—Sí. Deberías decirle de salir—. Me tiró una sonrisa, simple, pero insinuante.
La idea me puso nervioso. —¿Vos decís?
—Sí, boludo. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que te diga que no? Para mi lo tenés que hacer.
—Puede ser.

Me quedé mirando el pasillo, pensando en las formas en las que podría hacerlo. Pensando si realmente era una buena idea. Qué me podría contestar. Podría preguntárselo hoy mismo. Al bajar del tren. La podría agarrar del brazo, e invitarla. Me contestaría que puede ser. O en una joda. Me imaginé encontrándola en el pasillo y proponiéndole ir a tomar algo algún día. Solos. "Maybe." O sentados en la plaza, a la noche. El ambiente se prestaría y le daría un beso. Entonces le preguntaría si quiere salir; segundo en que nuestros labios se separen. Y me diría que lo piensa. 

Marco El De La CateWhere stories live. Discover now