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CAPÍTULO II

30 de noviembre del 2017

Agnes Thalassinos

Mi trabajo era lo que más amaba hasta hace dos años, era diseñadora de interiores y repostera. Tenía mi propia tienda que ahora mi madre manejaba. Enserio intentaba entrar a mi tienda más era imposible, mi Will me había pedido matrimonio en ese lugar, ahí nos habíamos conocido.

Muchos recuerdos que no creía poder olvidar. Todo el mundo me decía que debía seguir adelante. Dios, era frustrante.

Entro a la empresa con mi café en la mano. Cada uno enfrascado en sus asuntos, tenía pocos amigos aquí y era bueno, así nadie sabía tu historia.

Llego a mi piso y voy directo a mi cubículo.

—¿Qué onda, mami? Espero que hayas hecho la nueva paleta de colores para esa mansionsota.

La veo apoyada en la barrera que nos separa con los brazos cruzados y un cup cake. Me contagia su sonrisa.

Clarissa Patterson, mi mejor amiga, la única que no me trataba con lástima, la única que no me preguntaba todos los malditos días cómo me encontraba de ánimos.

—Lo hice.

—Te traje un cup cake de choco chip, tu favorito.

—Pasaste por la tienda, ¿verdad? —sonrío nostálgica.

Enciendo la computadora y me pongo abrir mis archivos. Tenía pendiente arreglar unas habitaciones de una mansión en una zona exclusiva de la ciudad y no había avanzado casi nada.

—En dos días Eros tendrá partido, iremos ¿verdad?

—No lo sé Clari.

—Anda —Viene a mí y me mueve por los hombros—, tenemos que ir, siempre vamos. Me la debes, no fuimos el año pasado y los Warriors ganaron. Otra vez ganaremos, anda, anímate.

—Está bien, creo que llevaré a Rufus.

—Claro, Eros hará que no le nieguen entrada. Le llevaré sus galletas favoritas. —Aplaude emocionada.

A veces mi hermano era un tonto por no ver todo lo que mi amiga hace por él. Esperaba que mi amiga encuentre alguien mejor que mi mujeriego hermano.

Suspiro. El partido es un buen momento para salir del cascarón e ir apoyar a mi griego favorito. Él ha estado en mis momentos más oscuros.

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Rufus Thalassinos

—Entonces, ¿qué crees que debería hacer?

—¿Acaso soy tu psicólogo o qué?

—Vamos Tom, si Agnes está mal, Karen macho también —Lo sigo hasta la habitación—, y no te traerá las latas de atún.

—Me escaparé de nuevo, al final, ni cuenta se da.

—Anda, no se quedarán tanto tiempo, necesito que mi humana deje de estar triste, ya vendrá navidad y no iremos a casa de la abuela.

El gato salta hacia la ventana, espero paciente que me responda.

—El Karen tiene partido el sábado, todos irán, logra que me lleven y veremos qué hacer.

—¿Te gustan los partidos de fútbol?

—Claro, ¡Arriba Warriors!

Salta a mi lomo.

—¿Trato?

—Trato perro, ahora... —Siento su uña en mi lomo que me hace avanzar— ...a la cocina por comida.

—Aún no llega el humano.

—¿Y? debió dejarnos a unas de sus Karen's para que nos entretengan.

Me detengo en frente del refrigerador tal como dice.

—¿Qué harás?

—Ayer una Karen le trajo galletas y hot dogs, parece que le quiere alimentar —Salta a la manija del refri, apoya sus patas y se impulsa, logra abrirla y luego se mete dentro—. Vamos a ver... ¿dónde están?

—¿Crees que se moleste?

—Deberías ser más inteligente, se amargará, pero nos ama, sin nosotros estaría solo el pobre.

Agnes siempre me dejaba en casa de Eros cuando se iba a trabajar. Justo hoy lo llamaron y se fue dejándonos unas croquetas y mi pollo. La comida había desaparecido cuando lo dejó, ¿enserio creía que me iba a durar hasta el almuerzo? No.

Una caja cayó en mi cara y le ladré al gato, eso dolió.

—¿Quién pone las galletas a congelarse?

Olisqueo la caja, el papel y las galletas. Ese aroma está mezclado con otro. No recuerdo. Bah, de ahí recordaré.

(...)

Los hot dogs están riquísimos, el gato seguía rebuscando en la refrigeradora.

—¡Chicos, ya llegué del entrenamien... to! —Alzo mi cabeza asustado—. ¡¿Qué carajos han hecho?!

Parece que alguien está molesto. Cómo si me importara.

Sigo recogiendo las galletas que cayeron al suelo, están sabrosas.