CAPÍTULO V

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15 de diciembre del 2017

Agnes Thalassinos

Los viernes eran mis días favoritos porque siempre con Will veníamos al negocio. 'Dulce Pecado' quedaba a unas calles del Central Park, mi mayor inversión y la de mi madre. Tenía buen aforo de clientes, recuerdo que los pedidos salían como galletas calientes y más en estas épocas.

¿Por qué me perdí a mi misma?

Mi terapeuta me ayudó a vivir con el dolor, jamás se iría, solo sería un bonito recuerdo. Ahora tenía un objetivo en mente, uno que me hacía sentir viva. Llegar a la zona de anotación.

Ingreso con el pie derecho, un mantra desde que comencé.

A pesar de la mezcla de aromas, predominaba la vainilla. Mi madre emite un grito al verme, sale de caja empujando a un ayudante y luego a un cliente.

—Mi niña —me abraza tan fuerte que me está dejando sin aire.

—Ma... ma, no puedo...

—Ay, lo siento, me emociona que estés aquí.

—He decidido seguir, intentar dejar todo atrás, vivir de bellos recuerdos y solo, seguir —sonrío, tímida.

—Estoy muy orgullosa de ti mi niña. Estaremos bien.

Lo estaré.

Observo todo el lugar, casi nada ha cambiado. Quedo plantada viendo la última mesa, rememoro esas tardes de viernes que solía venir a verme; nos quedábamos hasta la madrugada riendo, comiendo, juntos.

"No hay mejor exquisitez que verte, dulce Agnes."

En algún momento, tendré que dejarte ir.

Pasan las horas, atendiendo clientes y chequeando a los cocineros. Aún no me siento lista para preparar lo que me encantaba hacer. La campanilla suena, avisándome que ha entrado un nuevo cliente. Alzo la mirada con una gran sonrisa, que decae al verlo.

—¿Qué haces aquí?

—¿Comprar algo rico? —pregunta con una sonrisa.

Esa maldita sonrisa.

—¿Qué deseas? —mascullo entre dientes la pregunta.

—A ti.

Vulgar.

—No estoy en venta, y si lo estuviera no te alcanzaría ni tu sueldo.

¿Qué rayos acabo de decir? Péguenme por favor.

—Ummm, un tesoro —apoya sus brazos en el mesón—, es un reto que el mejor caballero podrá ganar.

Ignoro su respuesta y vuelvo a preguntar qué quiere.

Registro su pedido, cobro y le pido que vaya a sentarse. Escucho risitas detrás de mí, giro con cara de mala leche, las ayudantes se retiran como zancudos con el insecticida.

—Te llevarán tu pedido, vete a sentarte —murmuro al ver que no se mueve.

—¿Y si no quiero? Es regocijante verla, señorita Agnes.

—Ojalá te caigas de culo, vete, ahora.

Los minutos parecen infinitos, aparto la vista de su expectante mirada. Entonces, él coge mi mano con delicadeza y besa mis nudillos, mis mejillas arden.

—Aceptaré ese partido si tú sales conmigo, tengamos una cita.

Parpadeo, incrédula de lo que acabo de escuchar.


(...)


Mi madre acaba de prender las luces del árbol en la esquina, sentados junto a la ventana, veo la nieve caer, la gente pasar con bolsas, tal vez llenas de adornos. Solo faltan diez días para Navidad y no he armado nada en casa.

—Sabes, es mi tienda favorita, se puede pecar de vez en cuando.

Da un mordisco a su dona y el manjar se escurre de sus labios deliciosamente. Limpia la crema de sus labios y chupa su pulgar. Sigo el movimiento detenidamente con el corazón latiendo amenazando con salir de mi pecho.

Agito la cabeza.

—¿Te lo vas a comer? —Apunta el cup cake de choco chip de mi plato.

—Sí —digo ofendida y empiezo a comer—. Se supone que eres atleta y no te dejan comer esto.

—Estamos de descanso hasta el dos de enero, comeré lo que quiera, ya me mataré en el gimnasio —se encoge de hombros, desinteresado.

—Bueno —me remuevo algo incómoda en el asiento—, el partido...

—¿Te parece el lunes?

—Tendremos una cita, vendrás a mi casa —Sonrío con malicia. Tengo una idea en mente.

—Vaya, no me habían hecho esta propuesta tan rápido —pone sus manos en puños, en su rostro, sonríe, chulesco. ¡Deja de sonreír! —. No sabía qué hacía esta clase de propuestas indecentes, tigerin.

—Fuiste tú quién propuso esa cita. —Me lanza un beso. —¡Eres insoportable!

Le lanzo el cup cake en la cara, la crema chantilly cae justo en su nariz y cae a la mesa. Limpia y chupa.

—Rico, espero que así sea tu crema —me mira intensamente. Lo está diciendo en doble sentido.

—¡Ay, serás...! —golpeo la mesa y me levanto para irme—. Prepárate para la derrota, vas a lamer el césped de mi triunfo.

—¡Nos vemos el lunes, futura esposa!

—¡Cállate!



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