CAPÍTULO VII

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22 de diciembre del 2017

Agnes Thalassinos

Clarissa pone un muñeco de Papá Noel, un reno y un muñeco de nieve en el carrito. Sigo avanzando a la otra sección. Coge unas esferas de colores doradas y rojas.

—Ya tengo esferas.

—Eros botará todo —Me detengo abruptamente—. Decidiste empezar de nuevo, el primer paso lo revivió un jugador de fútbol americano, un alemán que hizo revivir esa Agnes que yo conocía, retadora, competitiva, te hizo volver a Eros.

—Yo... —no puedo seguir por el nudo en la garganta.

—Will se fue —La mirada se me nubla, una lágrima cae. El tema de Will me hace muy sensible. Ella se acerca a abrazarme—. Sé cuánto lo amaste, sé cuánto te dolió. Tú estás aquí, date una oportunidad, sigue, sigue viviendo. Si él apareció, es un milagro de Navidad.

Río por las ocurrencias que dice.

Miau...

—Hasta Tom dice que sí.

Limpio mis lágrimas y acaricio al gato de mi hermano sentado entre las cosas.

—Seguiré viviendo, en algún momento él será un recuerdo que se marcó en mi piel.

Damon Lenz hizo que la Agnes salga de la oscuridad. Tocó mi espina competitiva, me sentí con la adrenalina a mil y me trazó un objetivo: ir al campo y llegar a la zona de anotación. Aunque ahora, ese objetivo estaba modificado, Los Warriors tenían dos capitanes, en cada campeonato se turnarían.

—Él me acompañará a escoger el árbol con mi padre.

—Tu padre lo acogió en el equipo desde que llegó, fue él quien lo convocó. ¡Llegado desde Alemania, Damon Lenz! —hace voz de presentadora.

Entre risas y burlas seguimos poniendo más cosas al carrito.

Sinceramente, esta nueva sensación hace latir mi corazón, me pone nerviosa de una buena manera. No he llegado a la zona final, he vuelto a vivir.


(...)


Ya va a caer el sol y no hemos escogido el árbol. Necesito el árbol perfecto, no cualquier árbol. Tengo hambre y sueño. Rufus debe estar extrañándome.

Damon ha tenido paciencia, mi padre... no tanto.



❄️❄️❄️

—Este tiene ramas salidas.



❄️❄️❄️

—Se ve muy enano.

—Como tú... Auch —se queja por el golpe a su estómago.

—Sigamos.



❄️❄️❄️

—¡¿Ya se decidieron?! ¡Me hago más viejo! —escuchamos su grito a unos metros detrás nuestro.

—¡Tienes 56 años papá, espérate!

Subimos una colina, la nieve no me deja caminar.

—Puedes subirte a mi espalda.

—¿Puedo? —Acomoda mi gorro y me da un toque en la nariz. Mis mejillas arden y él sonríe. Asiente. —Gracias, alemán.

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