CAPÍTULO VIII

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24 de diciembre del 2017

Agnes Thalassinos

Ocho de la mañana.

Por alguna razón me encontraba nerviosa. Me sentía extraña mirando por la ventana, esperando algo, o, mejor dicho, esperándolo a él. Cojo el cuadro de la mesa de noche, una sonrisa nostálgica se me escapa, éramos Will y yo debajo del árbol con Rufus.

—Hablé con tus padres ayer, tu madre me dijo que jamás te olvidaría, que no podría amar a alguien más —Paso mi dedo por su rostro—. Duele porque es cierto, no te he olvidado, sigues en mi corazón. Sabes, él ha hecho revivir a esa Agnes que amaste ¿por qué no darle una oportunidad?

¡Guau, guau! ¡Auuu!

Rufus mueve la cola con entusiasmo, hace el movimiento de hélices del helicóptero mientras mira por la ventana. Luego salta al suelo y sale corriendo. Dejo el cuadro en la mesa de noche. Sé que es él, ya llegó.

Mis manos pican, me quedo estática en medio de mi habitación, mi corazón late deprisa. Corro a verme en mi tocador, mi pijama de renos y papá noel's no es lo más presentable. El timbre de mi casa me pone en alerta, Rufus no para de ladrar y aullar. Voy corriendo a abrirle la puerta.

—Buen día, tigerin, te ves adorable. —Sonrío, él se acerca a besar mi frente.

Inspiro su aroma, su perfume es delicioso. Envuelvo mis brazos a su alrededor, me rodea con fuerza, estoy sosegada al estar en sus brazos.

La mañana, vibra al fondo el caer de la nevada; su olor que se impregne en mi cuerpo; su sonrisa, que se marque en mi alma. Necesito frescura, brillar como las estrellas, mi alma está desolada, este corazón se ha hecho como el copo de nieve. No quiero caer, no más.

—Buen día, capitán.

Su pecho vibra por su risa, apoyo mi mentón en este para verlo.

—Inesperado recibimiento —Pasa unos mechones de mi cabello detrás de mi oreja—, eres hermosa, una diosa que venerar cada maldito segundo —susurra.

¡Guau, guau!

Siento un empujón a mi costado, Lenz nos sostiene a los dos.

—Hola amiguito, que hermoso este perro ¿haz cuidado a tigerin?... ¿sí?, sí, buen chico. Te traje unas galletas, amigo.

¡Auuu!

Me hago a un lado para que lo siga mimando, acabo de ser desplazada por mi perro. Rufus salta en él y lo sostiene en su hombro, como si estuviera cargando a un bebé. Ay, quién no le dice que no a esa carita.

¡Au! —Aúlla bajito y termina suspirando.

Él también merece una oportunidad.

Pasan a la sala y cierro la puerta. Se sientan en el sofá, algo fugaz pasa por mi mente, yo quiero estar en las piernas del alemán como lo está Rufus.

Dios, años de celibato y hormonas alborotadas me pasan factura.

Voy a coger la caja debajo del árbol, hay un regalo para él. Es inevitable no darle, anhelo que lo vea.

—Pensé que los regalos se daban en Noche Buena.

—Sí, es que... yo... —aprieto la caja en mi pecho, es muy importante este paso— ...quiero que...

Estira la mano, se la entrego con timidez. Espero ansiosa que lo abra.

—Vaya, es... —frunce el ceño y me observa de pies a cabeza— ...igual al tuyo.

—Siempre quise pasar Navidad en pijama, mis padres solían pasarlo de etiqueta, esta vez se hará como yo quiero. También compré para tu hermana... no sabía si vendrían tus padres así que hay unos suéteres navideños —cierro mi boca, he hablado sin parar. Me acerco para sacar las prendas del resto de la caja y mostrarle.

—Cuando llegué aquí —Pone su mano en mi mejilla—, se me hizo curioso una tienda que se llamara Dulce Pecado. Probé lo mejor de la casa, un cup cake de choco chip y cereza con unos rolls de canela, fue lo mejor que había comido en mi vida, y eso que no era tan fanático del dulce.

—¿Cuándo llegaste? —pregunta con curiosidad.

—Exactamente el 25 de diciembre del 2015. —Quedo pasmada, no puede ser.

—Quise conocer a la repostera que había creado algo tan delicioso, pero ella no estaba.

Recuerdo esa fecha, fue la última vez que lo intenté.

—Tal vez te lo comiste con mis lágrimas —río agachando la cabeza, miro mis manos.

—¿Quisieras volver a cocinar? Nunca es tarde para volver a empezar.

Dicen que una mirada confiesa todo lo que uno calla, los sentimientos son claros.

Por una mirada, un mundo. Por una sonrisa, un cielo. Por un beso... yo no sé qué te diera por un beso.

Dicen, dicen... y es verdad.

—Sí, vamos a Dulce Pecado, ¿vienes conmigo?

—A cualquier lugar —toma mi mano y besa mis nudillos.

El ladrido de mi amigo y el lamido que nos da a cada uno nos hace separarnos un poco.

—Tienes que ponerte tu pijama.

—Todo lo que tú quieras, tigerin.

Su mirada me estremece. 



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Rufus Thalassinos

Ay los humanos, son tan impredecibles. Suelen pensar demasiado antes de actuar, al menos mi humana se volvió así luego de la muerte de Will. Ahora la noto más directa, justo como antes.

Papi Lenz, jamás te vayas.

—Vamos amigo, sube.

Su carro huele a ¿Eros? Noto algunas motas de Tom, fresas y canela. Sospechoso. Mmm, ahora huele a Agnes.

—Iremos al negocio Rufus, te portarás bien sino no te daré galletas.

—¿Por qué siempre te metes con mis galletas? Abusiva. Pienso mearme en la casa, Agnes.

—A alguien no le gusta que se metan con su comida.

—Eso mi poderosísimo —me acerco a lamerlo.

—No, no, amigo estoy conduciendo.

—Rufus, ya, ven aquí. —En el asiento delantero estoy mejor.

El camino se me hace relajante, Agnes le está contando sus gustos, debería decirle que odia los peluches para que no nos compre. Sigan conociéndose, mientras más tiempo pasen juntos, papi Lenz se quedará con nosotros.

Espero que Tom haya averiguado algo de la amiga de mi anterior humano, la verdad es que tenía razón, ella jamás conoció a Eros. No los veía juntos, ni siquiera su aroma estaba mezclado.

A menos que... No lo creo.

¿Cómo decían los humanos? Aquí hay gato encerrado.

Debo recordar, pero antes una siesta.



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⏰ Cập nhật Lần cuối: Mar 31 ⏰

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