CAPÍTULO IV

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Agnes Thalassinos

Entre cuerpos musculosos sudorosos, destacaba él, Damon Lenz, el capitán de los Warriors. Un alemán de hombros anchos y cintura estrecha, cabello negro, cejas pobladas, era un hombre apuesto e intimidante. Sus ojos grises me estaban atormentando, no dejaba de mirarme.

Estábamos tras bastidores, Rufus estaba entre los jugadores recibiendo cariño. Mi problema era que se había quedado con el capitán. Uno que le había quitado el puesto a mi hermano y eso me tenía furiosa. Me había perdido de todo en estos dos años y dolía, porque no estuve para Eros, él siempre trabajó para ser el mejor, para ser el líder de los Warriors.

—Iremos a la fiesta, ¿verdad? —inquiere una entusiasmada Clari.

—Puedo llevarme a los chicos.

—Llevaré a mis mascotas a la fiesta papá.

—Mucha tensión en pocos minutos, no me perdería esto.

Él sonríe de lado acariciando a Rufus, se alza para lamerlo y lo aleja. Ahora sonrío yo, parece no agradarle tanto las mascotas. Perfecto.


(...)


Club Ekaterina

La fiesta de los Warriors, el mejor equipo de fútbol americano había ganado por sexta vez consecutiva el campeonato. Cuatro años por mi hermano, dos por el alemán.

Parto las galletas y se las doy a Rufus. Tom es alimentado por mi amiga, parece que siempre carga comida de gato, lo cual es extraño.

—No deberías traer a tus mascotas a un Club.

Su imponente figura tapa la vista que tengo de la pista.

—No muerden, a diferencia de otros —sonrío inocentemente.

Me tenso cuando él se sienta a mi lado. Su presencia es devastadora.

—Agnes Thalassinos —Parece saborear mi nombre, me pone inquieta—, no sabía que Eros tenía una hermana tan... retadora y hermosa.

—Damon Lenz —Giro mi cuero cabelludo hacia él y cae en su cara, resopla. —, el hombre que le quito el puesto de capitán a mi hermano.

Deja su vaso en la mesa y rasca detrás de las orejas de Rufus, el muy tonto se deja hacer por el enemigo.

—Llegué hace dos años, hubo un partido, yo gané, fin de la historia.

—¿Fin de la historia? —Tengo que alzar mi cabeza porque hasta sentado lo veo grande—. Un nuevo partido, si Eros gana, será el nuevo capitán.

Él ríe. Y la verdad el tono grave de su risa, esa melodía es encantadora.

—¿Te afectó que tu perro haya huido de ti por venir tras de mí, el mejor jugador?

—Serás... —aprieto mis puños para no golpearlo.

¡Guau!

Nos quedamos mirando fijamente, él con su sonrisa burlona y yo con ganas de matarlo. ¿cómo se atreve? ¿cómo no me enteré de esto? Mi orgullo pende de un hilo.

Qué fastidio. Le borraré esa sonrisa de la cara. Eros será de nuevo el capitán, lo vi entrenar duro para ser quién era, entrenábamos juntos. Me perdí dos años por llorarle al amor de mi vida y me olvidé de la única persona que siempre estuvo para mí. Él siempre recurría a mí por apoyo, no nos importaba nada con tal de estar el uno para el otro en los mejores y peores momentos. Me concentré tanto en mí que me olvidé de Eros.

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