Ella elige estar aquí. Podría hacer cualquier cosa

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Trabajaron en la posada por más de un mes. La tormenta había durado todo ese tiempo y parecía que cada vez llovía más. 

Rin le mandaba cartas al cuarto hokage diciendo que estaba bien, que estaba segura y que su misión solamente se había alargado un poco. Nunca mencionaba a Obito ni donde estaba tampoco.

Como Obito no aceptó sacarse la mascara en público, él tenía que trabajar en la cocina, mientras que Rin trabajaba como mesera. El viejo dueño de la posada, de nombre Xao, estaba feliz de tener compañía, y al par de días les contó que no es que sus hijas estuvieran de viaje si no que ellas ya no vivían con él. Ninguno hizo preguntas.

Las cosas entre Obito y Rin estaban bien. Pasaban el día juntos, hablaban siempre y se reían mucho, además, después del trabajo salían a pasear por el bosque que rodeaba la posada, sin importar lo mojados que llegaran. Pero ninguno hablaba de amor, ni del tsukuyomi infinito, ni de que Obito pretendía volver a Kirigakure. 

Obito era inmensamente feliz y vivía en ese mundo que parecía de sueños con Rin. Así fue como empezaron a aparecer dudas en su corazón: ¿Sería el tsukuyomi infinito el mejor camino? ¿Por qué si a él le parecía tan bien a Rin no le gustaba nada? ¿Por qué si estaba salvando el mundo se la pasaba matando gente y organizando guerras? ¿Por qué se sentía siempre tan mal? ¿No sería mejor vivir en esa posada para siempre? Podría ahorrar unos años y luego comprársela al posadero. Cuando fuera mayor se casaría con Rin y tendrían a sus hijos en esa posada. Pensaba eso pero sabía que eran solo sueños. Él no quería quedarse allí, quería cambiar el mundo, y Rin no quería estar románticamente con él, no mientras fuese enemigo de la aldea. Llego a la conclusión de que sus caminos eran irreconciliables y que disfrutaría la tormenta allí, pero que luego que pasará dejaría a Rin en Konoha y él volvería a Kirigakure. Aunque no pudiese verla nunca más, atesoraría siempre en su corazón la felicidad de esos días, y el amor que ella le declaró.

Aún así, tenía dudas, muchas dudas, que al cabo de un tiempo terminaron afectándole. No sabía que hacer. Lo que si sabía es que no podía volver a la aldea. No después de las cosas que había hecho.

Una noche en que no podía dormir Obito decidió irse a tomar un té a la sala. Sentado allí se encontraba el viejo Xao tomando también una bebida caliente:

- Problemas para dormir, eh niño -le dijo-

Obito no lo había visto y al notarlo quiso devolverse a la pieza a buscar la mascara. Él se dio cuenta y siguió hablando:

- No es necesario. No te reconocería ni aunque te viera la cara, y a decir verdad tampoco me importa mucho. Además, si entras a buscarla podrías despertar a Rin y ella si me agrada bastante. 

Obito no quería estar sin mascara frente a un extraño, pero se sentiría peor si despertaba a Rin, además llevaba un mes viviendo con aquel hombre, aunque lo veía poco porque el viejo llegaba siempre muy tarde. Se hizo el té y se sentó con él.

- Con que esa era tu cara. No serás un modelo pero tampoco es para que te andes ocultando.

Obito se río de buena gana y dijo que no tenía problemas con su cara. Que no era por eso que usaba mascara.

- ¿Y por qué la usas entonces?

- Si dijera que no quiero que la gente sepa quien soy ¿pensaría que soy un criminal?

- Si -le dijo el viejo- ¿pero eso a ti que te importa? Tampoco es como que vaya a echarte. Supe desde cuando te vi con tú amigo extraño con que viniste las veces pasadas que habría una rara razón para que alguien fuese por el mundo usando mascara.

- No quiero que la gente sepa quien soy

- ¿Y Rin lo sabe? ¿Sabe Rin quién eres?

- Si, ella sabe todo sobre mi.

El hombre que le dio las gracias a una estrella fugaz #ObitoxRinOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz