Capítulo tres: Tamaños

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- Espera - la escuchó murmurar pero no se detuvo.

Haseul tomó con fuerza sus mejillas y continuó besandola, incrementando los movimientos y el calor de las emociones.

Se encotraban estacionadas frente a un parque en algún lugar de la ciudad. Sooyoung la llevó a desayunar con la excusa de aprovechar la mañana y cuando el dulce llenó el apetito de la chica de cabello corto, decidió que quería algo más picante.

Subió a sus piernas y aunque Sooyoung sabía que no era el lugar correcto para ese tipo de escenas, no se contuvo. Adoraba cuando la menor tenía la iniciativa. Por lo general era tímida y adoraba esa inocencia de sus acciones, pero eso no la hacía carecer de deseo. Haseul era una llama que recién comenzaba a encenderse.

- Llévame a tu cama - gimió, provocando que la entrepierna de la mayor se humedeciera.

- No, no, espera - logró apartala - Son las diez de la mañana bebé ¿Estás segura que no quieres otra cosa?

- ¿Algo más que ésto? - se burló - Claro que no - comenzó a besar su cuello - Hace mucho que no lo hacemos, quiero estar contigo.

- A la mierda - la tomó de los muslos, acariciándola sin pena y buscó desesperadamente el cierre de su pantalón.

- Hola ¿Doctora Ha? Habla Kim... - apartó a Haseul y tomó su celular al escuchar el mensaje de voz.

- ¡Hey! - reprochó, sentandose en el asiento del copiloto.

- Lo siento amor pero necesito irme, ahora.

- Pero acabamos de vernos - hizo un puchero, y sus mejillas aún ardían por los acontecimientos previamente realizados.

- Sí, pero estaba esperando la llamada de esta paciente.

- ¿Por qué?

- Tiene un problema - intentó explicar, sin querer profundizar sus palabras. La mirada de curiosidad de Haseul le advirtió que no la dejaría libre hasta saber una razón coherente - En su cara.

- ¡Mierda! ¿es grave?

- Demasiado.

- Oh - gimió - Supongo que de esa manera...

- Sí - se escuchó el sonido del la puerta abriéndose.

- ¿Hm?

- Es una emergencia.

- ¿No me llevarás a casa?

- Seullie por favor - suplicó con prisa - Debo irme.

- Pero... - sin entenderlo, bajó del vehículo.

- Adiós bebé, te adoro - y arrancó.

Llegó lo más pronto posible a la clínica donde trabajaba. Era extremadamente cuadrada con sus horarios y se prohibía trabajar los fines de semana. En ocasiones lo hacía los sábados bajo una situación de importancia, pero en ese momento, estaba dispuesta a regalarle hasta los domingos a la chica que la esperaba sentada con una falda a cuadros rojos.

Arregló su cabello y añadió un poco de perfume a su imágen. El edificio se encontraba casi vacío, y eso era una ventaja infinita para ella. Sin embargo, se sentía nerviosa de estar a solas.

- Señorita Jiwoo, por favor - se acercó a ella y la invitó a pasar.

- Una de sus compañeras, la doctora Kim se comunicó conmigo - se sentó frente a ella, e inevitablemente sus piernas fueron vestidas por una mirada intensa sobre ellas - Me dijo que tenía algo que decirme.

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