Qin Shi Huang!¡

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[Eyes, Eyes, Eyes!¡]

Había solo un misterio en toda China.

Y el misterio era ni más ni menos que la vista del emperador Qin Shi Huang.

Se le agradecía por la unión de los reinos y su buen mandato, era algo simplemente innegable, pero aún así, a veces tenía ciertos deslices que decían que algo no estaba bien con él.

Jamás se sacaba la venda, ni para entrenar, ni para luchar ni comandar a su ejercito, ni para los eventos reales, para absolutamente nada, y aquello, causaba rumores por el reino.

Solo se la quitaba para dormir o cuando se salía por accidente, cosa que tenía una baja probabilidad de pasar.

Los rumores habían llegado a oídos de los que servían al emperador, en especial, a una curiosa ama de llaves, joven, chismosa, y dispuesta a ver los ojos del gran emperador.

Corriendo por los pasillos del gran palacio con una bandeja, la ama de llaves se acercaba al salón real para servirle al gran emperador lo que había pedido hacía un rato, luego de pelear y quitarle la jarra y bandeja a otro mayordomo, había tomado las riendas para acercarse, por primera vez, al emperador.

Parando sus apurados pasos para acercarse al sillón donde estaba el monarca, se acerca lentamente, estaba en sus cosas, leyendo unos pergaminos completamente solo en la sala, y claro, con la venda puesta.

Parandose a su lado, sirve la fría agua en su copa, observandolo de reojo, parecía no haber notado su presencia, o no haberle dado importancia.

-¿Eres la ama de llaves nueva? -su voz había estremecido a la femenina, quien ya había llenado el recipiente.

-Si, mi señor. -haciendo una reverencia, observaría de reojo como dejaba su pergamino de lado para mirarla y sonreir, ambos escucharían como la llamaban desde la cocina del palacio para atender otras tareas, su plan de saber que escondía quedaría en segundo plano al menos ese día- Si me permite, necesito retirarme.

-¿Acaso dije que nuestra conversación estaba terminada?

-No, señor.

-Entonces siéntate, es aburrido hacer este trabajo solo...-bostezando, le dejaría un espacio en el sillón que estaba, en donde se sienta, quieta, esperando el permiso del emperador para siquiera respirar.

Luego de haber revisado por encima 2 papeles más, los habría tirado y volteado a la femenina, reposando su cabeza en su mano, parecía como si la estuviera analizando.

-Sabes que puedes respirar, ¿No? -riendo, tocaría la punta de su nariz con su dedo, haciendola soltar un gran suspiro y un poco de su tensión.

La idea de simplemente quitarle la venda era muy buena, claro, cuando estabas lejos de él.

-¿No vas a decirme tu nombre, dulce damita? ¡Jamás te había visto por aquí!

-Kwang...-la femenina era proveniente de la tierra del emperador, de los lejanos campos de cultivo, era un orgullo que alguien como ella había llegado a trabajar con su alteza, es más, estar sentada a su lado era todo un orgullo por el resto de generaciones.

-¡Kwang! ¡Que bello nombre acabo de escuchar! -tomando una cajita a su lado, la abriría, mostrando bombones finos y deliciosos a la simple vista- Porfavor, Kwang, sirvete, no tengas vergüenza. -sonriendole, el emperador había plantado un cómodo ambiente ante una nerviosa ama de llaves.

-Mi señor, no puedo aceptarlos, sería un descaro de mi parte...

-Es una orden del emperador, Kwang, sirvete los que gustes, ¡realmente me haz caído bien! Oh, ¿Eres demasiado tímida para ello? Mmh, déjame hacerlo por tí. -tomando un bombón, lo habría dejado en sus manos, y habría esperado su reacción al comerlo, notando sus ojos brillar ante el dulce sabor.

Mr. Loverman (shuumatsu no valkyrie/RoR one shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora