Capítulo 1: Clase 12-1

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Finalmente estaba ahí.

El enorme portón de herrería lucía imponente, quizá demasiado teniendo en cuenta que el internado Hellen Keller era tan sólo una institución educativa y no una mansión del siglo XVIII o algo por el estilo. Intentó no darle muchas vueltas, nada más estaría un año ahí y podría marcharse: ni siquiera sabía a dónde iría después, solo que no quería pasar ni un día más de lo necesario en aquel deprimente sitio.

— Iremos a dejar tus cosas en tu nuevo cuarto – Le avisó su padre, quien, junto a la madre de Wilson, se encaminaron hacia los dormitorios de chicos ni bien bajaron del taxi.

"Como sea", pensó Wilson. No debería ser tan difícil encontrar su aula en el edificio, tan sólo era uno después de todo. Mientras avanzaba a paso de tortuga por culpa de su bastón (de uso obligatorio si es que no quería acabar en silla de ruedas tan pronto), hizo el intento de apreciar los alrededores.

Aparte del edificio principal, había otro de la mitad del tamaño que parecía ser alguna especie de complejo deportivo y conectando ambos edificios había uno mucho más pequeño que parecía ser la enfermería del colegio y en el extremo contrario, a la izquierda desde la perspectiva de Wilson, estaban dos edificios correspondientes a los dormitorios, uno para chicas y uno para chicos.

Wilson se conformó con avanzar al edificio principal, ya tendría tiempo para explorar el resto del campus después de todo. Una vez atravesó el pabellón que daba al interior del edificio principal, Wilson comprendió que quizá no sería tan sencillo encontrar el aula que estaba buscando: ese sitio era enorme y pudo darse cuenta de que en realidad, aceptaban alumnos desde los seis hasta los dieciocho años. Detrás de un pasillo enrejado a su izquierda, había un cartel indicando que del otro lado se encontraban las aulas para los primeros seis grados, ocupados por chiquillos de entre seis y doce años. Al frente de él, había un bonito patio central en medio de las cuatro paredes del edificio, con el techo abierto para que a las plantas les diese un poco el sol y algunas bancas por si los estudiantes querían sentarse ahí.

El otro pasillo no tenía una reja bloqueando el paso. Quizá los pubertos y adolescentes tenían permitido vagar un poco más. En la planta baja no parecía haber mucho: tan sólo un almacén cerrado con llave, la entrada a la biblioteca y dos o tres aulas vacías. Del lado derecho, a donde se suponía que Wilson debía ir, había unas amplias escaleras, pero en vez de ir acompañadas por una rampa, instalada a la derecha de ellas, había un elevador que desentonaba un poco con la demás arquitectura del edificio. Probablemente lo habían construido después.

Wilson consideró no ser un vago, pero al final, se arrepintió y tomó el elevador: después de todo, era un minusválido técnicamente hablando, ya que necesitaba aquel estúpido bastón para apoyarse al andar. Malditos problemas para mantener el equilibrio. Al menos no tenía que usar andadera o algo así.

Sin embargo, tan pronto como entró al elevador, se dio cuenta de que no tenía idea acerca de a dónde debería de ir. Lo más lógico para él fue moverse al último piso, pues los alumnos del doceavo curso como él podrían estudiar hasta arriba del edificio. Después del medio minuto que le tomó al elevador subir hasta allá, se encontró con un montón de aulas vacías: el espacio vacío en medio del edificio era más pequeño que en la planta baja. Al menos podía dar la vuelta por las escaleras y revisar piso por piso hasta encontrar su aula o al menos, a otra alma humana a quién pedir direcciones, por más embarazoso que fuese.

Dos pisos más abajo, Wilson se dio por vencido y decidió volver a la planta baja, donde era más probable que alguien lo viera: al menos así podría usar la excusa del estudiante extraviado y no perder tanto tiempo, por muy seductora que fuese la idea de no entrar a su primera clase del año.

Las flores de cristalTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon