Capítulo 4: En forma

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El sonido de la alarma despertó a Wilson, quien tardó varios segundos en abrir los ojos y aproximadamente el mismo tiempo en incorporarse: ahora le tocaba tomarse sus pastillas como cada mañana y cada noche. Abrió su caja dosificadora con cuidado de no hacer volar las pastillas al aire, pues aunque podría ir tomando las necesarias de cada frasco, le parecía poco práctico y, al más puro estilo de Shawn, su obsesivo representante de grupo, se había decidido por ordenarlas al inicio de cada semana.

Ya era miércoles. Si no empezaba a ejercitarse regularmente, el enfermero lo iba a anotar para fisioterapia y lo que menos quería Wilson era formalizar el hecho de que necesitaba ejercitar. Además, pensó él en un esfuerzo por consolarse a sí mismo, si nadar podría ayudarlo en algo para que su enfermedad no empeorara tan pronto, pondría todos sus esfuerzos en ello. Curiosamente no pensaba así hace una semana, cuando todavía estaba en el hospital, pero aparentemente, la constante compañía de Sato le estaba empezando a contagiar esas ganas de estar vivo. Era extraño, pues él no se sentía precisamente dichoso o feliz, pero sin duda alguna, ya no estaba sometido a la agobiante monotonía del hospital, semejante a estar atrapado en un limbo, entre la vida y la muerte.

Volteó a ver el reloj en su muñeca izquierda y notó que aún faltaba más de una hora para que empezasen las clases, así que quizá era buena idea buscar de nuevo la piscina.

Apenas se hubo vestido, Wilson tomó la mochila que usaba para llevar sus cosas y salió de los dormitorios tan rápido como su bastón se lo permitía. No había nadie en los pasillos, detalle que lo alivió un poco: no habría sabido cómo lidiar con Demian y sus galletas rancias o con el resto de los chicos del segundo piso; no eran desagradables, pero la mayoría eran igual o más asociales que él, así que realmente jamás intentó aproximarse a ellos.

Wilson recorrió los terrenos del campus con calma, a sabiendas de que ningún otro alumno estaría despierto a esa hora: se tomó su tiempo para apreciar el paisaje, tanto al interior como por fuera del colegio, donde la prolongada calle (carretera que sería avenida si los alrededores estuviesen más poblados), llevaba al pueblo. Del otro lado, un campo vacío con uno que otro árbol a mitad de la nada adornaba la vista, con un límite neblinoso que ocultaba todo antes de la línea real del horizonte.

Tras pasar por la entrada al edificio principal, Wilson siguió hacia el edificio auxiliar: estaba casi seguro de haber visto una piscina interior bastante discreta cerca de la oficina del enfermero, así que no le costaría mucho encontrarla si... ¡Exacto! Ahí estaba, en la única puerta opuesta a las demás en ese pasillo que conectaba el edificio auxiliar con el principal. Tan pronto como lo encontró, abrió la puerta, decidido a buscar un lugar dónde cambiarse: entonces se dio cuenta de que no estaba solo.

— Ah, eres tú Wilson - Sonrió Akira Sato desde la piscina - Entonces decidiste hacerle caso a Klaus.

— Sí, al enfermero - Repitió él, poco seguro de lo que debería hacer a continuación ahora que no podía simplemente irse por donde vino - Y... ¿tú igual nadas?

Akira soltó una risita burlona, dándose cuenta de la torpeza social de Wilson al instante.

— Los vestidores están por allá - Señaló, apuntando hacia la derecha - También las regaderas, por si acaso.

Ya no tenía otra opción: Wilson tenía pensado decirle que solo pasaba a ver, pero inmediatamente, Akira pareció notar que aún no tenía un traje de baño, por lo que apuntó en dirección opuesta a los vestidores, señalando un pequeño almacén.

— Espero que sepas tu talla - Sonrió ella antes de sumergirse en el agua y volver a salir un metro más lejos, retomando lo que parecía ser su rutina.

Apenado, Wilson decidió tomar un traje de baño para ir a cambiarse tan rápido como pudiese, aunque su falta de equilibrio y el bastón que lo ayudaba con eso parecían arruinar su intención de ir rápido, por lo visto. Sentándose en una fría banca de piedra en los vestidores, Wilson se las arregló para ponerse el short que conformaba la única pieza del traje de baño, quedando su lampiño pecho al descubierto. Pudo verse brevemente en el espejo frente a él: en realidad se veía delgado y probablemente ese fue su aspecto la mayor parte del tiempo desde que entró al hospital.

Las flores de cristalWo Geschichten leben. Entdecke jetzt