Capítulo 7: Jugar las cartas

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Poco más de un mes había transcurrido desde que Wilson llegó al colegio Hellen Keller, con su condición física en constante mejoría debido a las sesiones diarias de natación junto a Akira Sato, ahora podía caminar ligeramente más rápido; nadie más lo sabía, pero él cronometraba el tiempo que le tomaba ir desde la entrada de los dormitorios hasta la entrada del edificio principal después de nadar y había mejorado sus tiempos por casi un minuto completo.

Ese no era el único cambio, por supuesto: a veces acompañaba a Emma y Akira al pueblo a hacer las compras, a veces iba solo con Demian, quien cada vez le parecía menos insufrible, incluso había accedido a compartir un sobre de galletas recién compradas en el minisúper con él durante el camino de regreso la semana pasada, acción que sorprendió bastante a Wilson en su momento.

Con esta, sería ya la quinta semana de Wilson en el Hellen Keller y las cosas finalmente parecían estar en su sitio: la regla acerca de que nadie podía pasar la noche en un dormitorio asignado para personas del género opuesto parecía ser más bien una sugerencia de lo más opcional para Demian, quien aparentemente había seguido saliendo con Hanna Johnsson. De una manera un tanto retorcida, eran tal para cual, uno incapaz de ver más allá de su nariz y la otra, incapaz de distinguir entre el rostro de Demian con los de Shawn y el propio Wilson.

Shawn, por otro lado, parecía no resignarse respecto a que Mebarak y Johnsson no corrieran en los pasillos, regañándolas cada que tenía el más mínimo chance, Wilson terminó por descubrir que el chico callado del fondo del aula, Asimov, era el "ruso psicópata" que vivía al fondo del pasillo 21 del que Demian le había hablado: no parecía estar loco, aunque difícilmente hablaba con alguien, claro estaba. De todos modos, la rutina diaria estaba ya establecida.

Quizá ese día acompañaría a Demian por galletas, aunque lo más probable es que Johnsson le hubiese regalado ya una dotación vitalicia o algo por el estilo. Si no lo hubiese visto ir a la cafetería de vez en cuando, Wilson juraría que su amigo se alimentaba exclusivamente de galletas de todas las marcas, tipos y sabores, desde galletas de soda, galletas marías, hasta las más finas hechas de mantequilla que solían venderse en latas de aluminio con bonitos adornos al exterior. Debía encantarle comer esas cosas.

Esa y otras cosas más pasaron por la cabeza de Wilson segundos antes de que sonara el timbre, indicando el fin de las clases del día, eso le recordó que debería ir a ver a Klaus, el enfermero, para su chequeo de salud mensual: ya lo había pospuesto el tiempo suficiente como para ganarse una llamada de atención o que el propio enfermero fuese a buscarlo, así que decidió ir directamente hacia su oficina, rogando que estuviese dentro, aunque en retrospectiva, jamás lo había visto salir de ahí realmente.

Aprovechando que Akira estaba hablando con Emma en el pasillo, Wilson aprovechó a tomar el elevador con una bola de desconocidos (y Shawn, quien logró colarse en el ascensor de último minuto), dándose cuenta de que en un mes no había tenido más que dos intercambios de palabras con él, Wilson pensó en si sería apropiado o no hablar con él: Shawn debió estar pensando exactamente lo mismo, pues volteó a verlo de reojo antes de abrir la boca.

— Vas a revisión con el señor Klaus, ¿no es así, Bones?

¿Siempre tenía que ser tan formal cuando hablaba? Wilson jamás sabía cómo tratar con él, pero como casi nunca hablaban, eso jamás había representado un gran problema.

— Eh... sí.

— Me alegra. Si no ibas hoy mismo, me pidió que te notificara que es obligatorio ir a tu revisión mensual. Menos mal hayas tomado conciencia por tu cuenta, ya tengo suficiente con Mebarak y Johnsson.

Ahora todos en el ascensor sabían que Wilson había estado evadiendo su visita al médico. Sin más que decir, Wilson decidió salir primero, incluso antes que Shawn, a quien dejó atrás tan pronto como le fue posible, sin darse cuenta de que apenas y estaba recargando el bastón en el suelo. Cuando se detuvo, ya frente al pasillo del edificio auxiliar, a escasos metros de la entrada a la piscina, se dio cuenta de ese pequeño detalle, pero estaba seguro de que si ahora lo intentaba conscientemente, probablemente caería al suelo. Debió ser simplemente uno de esos momentos de adrenalina, porque ahora se sentía incluso un poco agotado.

Las flores de cristalWhere stories live. Discover now