20. El diario de James (y Gerald)

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Llegué a unas instalaciones del gobierno que eran enormes. Íbamos sobre un auto blindado de la policía federal. Se detuvo y bajamos. Caminamos a unas puertas custodiadas por dos hombres. Entramos. Definitivamente parecía una prisión.

— ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?— me dijo Scott.
— Si no quieres aún podemos regresar y no pasará nada— me dijo mi mamá.
— Sí, todo estará bien— dijo papá.
— Debo— dije—. Tengo que ayudar y ésta es la única forma de hacerlo.

Una mujer de traje sastre color vino nos recibió en la puerta.

— James, bienvenido— me dijo—. Te agradecemos que hicieras el viaje hasta aquí.
— ¿Usted es agente de la interpol?— dije.
— Así es— dijo ella—  síganme.

Caminó hacia adentro. La seguimos. Fue por un pasillo poco iluminado. Sus zapatos altos hacían ruido. No había más ruido que ese. Me sentía nervioso pero no quería que nadie lo supiera. Al final había una habitación de puertas trasparentes. Entramos. Había una pantalla enorme y una mesa blanca con sillas. También un hombre de cabello canoso y aspecto duro. Nos invitó a sentarnos.
Lo hicimos.

— James, te agradecemos mucho la ayuda— dijo él, su voz era muy grave—. Debes saber que tu seguridad aquí está garantizada. Estarás rodeado de agentes que te sacarán de ahí en cualquier momento simplemente con que lo pidas.
— Si te sientes incómodo, sólo acércate a la puerta y te dejaremos salir— dijo la mujer.
— ¿No podemos entrar con él?— preguntó mamá.
— Debe hacerlo solo o Gerald no dirá nada— dijo el hombre—. Esperamos que pueda revelar aunque sea un poco de cualquier cosa que pueda ayudarnos a saber dónde está Clint Rutherford.
— ¿Así se apellida?— dije.
— ¿No lo sabías?— me dijo ella.
— Quizá me lo dijeron en algún momento pero... usualmente trato de bloquear todo lo que tiene que ver con él— dije.
— Sabemos que has pasado por mucho— dijo ella—. No te pediríamos nada si no lo necesitáramos.
— Así que esperamos que puedas volver a actuar— dijo él—. A fingir que eras la persona que Gerald conocía. Sólo por un momento. También tenemos un guión de las cosas que queremos que preguntes. Podríamos irlas dictando por un auricular...
— Creo que sé qué decir para que revele algo— dije—. No necesito un auricular.
— De acuerdo— dijo ella—. Pero esperamos poder ponerte una cámara para grabar lo que pasa. Lo veremos aquí. Así si estás en peligro o si notamos algo sospechoso, te sacaremos de ahí inmediatamente.
— ¿Es necesario que graben?— dije.
— Lo es— dijo mamá—. Nos sentiremos más seguros si vemos lo que pasa.
— Pero yo no me sentiré cómodo— dije—. No quiero que vean lo que haré. Es... vergonzoso.
— Está bien, sin cámaras— dijo el hombre—, confiaremos en que si te cuenta algo, nos lo dirás.
— Lo haré— dije—. Lo juro.

Así que simplemente acomodé un poco mi cabello y respiré un par de veces. No me sentía listo pero debía actuar. Era momento de un poco de teatro.
Me llevaron a la que parecía ser el área de visitas. Habían unas cabinas separadas con sillas que daban a unas ventanas. Tenían teléfonos, debíamos hablar por ahí pero un grueso cristal nos separaba. Me dirigí a uno y me senté. Me indicaron esperar. Lo hice. Me sudaban las manos. Después de un rato una puerta se abrió. Alguien entró rodeado de agentes. Era Gerald. Se acercó más y me vio. Pareció muy sorprendido. Se veía igual que siempre pero con ropa gris. Se acercó al lugar y se sentó. Giró para ver si los agentes seguía detrás de él pero se habían hecho a un lado. Tomó el teléfono y yo también. Lo pegué a mi oído.

— Hola pequeño James— dijo y sonrió.

Por un momento tuve miedo. Fue como volver a antes de mi plan. Pero debía actuar. Así que le sonreí inocentemente.

— Hola— dije mientras lo miraba fijamente.
— Estás bien— dijo—. Tan angelical como siempre. Me alegra mucho... ¿Qué pasó contigo?

Era el momento.

Encuentros de pasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora