27. El confuso diario de Zac

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Desperté en una cama de hospital. Ya no me sorprendía para nada. Suspiré. Mi brazo me picaba. Ahí estaba mi vieja enemiga de toda la vida: la intravenosa. Sentía que la luz era molesta. Estuve así un rato tratando de recordar qué había pasado cuando apareció un doctor.

— Zachary, hola— dijo—, ¿Sabes por qué estás aquí?
— Porque me trajeron mis amigos— dije.
— Porque caíste, te golpeaste en la cabeza en la esquina de una puerta, te hiciste una herida que hizo que te desangraras y tuviste una conmoción cerebral.
— ¿Qué?— dije confundido.
— Así que no te muevas mucho— dijo—. Estás recibiendo una transfusión sanguínea y aún debes estar sufriendo los efectos de la conmoción cerebral. Por suerte en la tomografía que te hicimos no hay muestras de que hayas sufrido una contusión o una laceración cerebral. Sin embargo sí tuvimos que ponerte puntos en la herida para cerrarla pero no es tan grave y se curará en unas semanas.
— Qué bien— dije—, ¿Cuando podré ir a casa?
— Una vez que termine la transfusión y se estabilice tu pulso, podrás volver.
— Genial— dije.
— No te ofendas pero también me alivia. Tu padre no ha dejado de insistir en que debemos hacerte una resonancia magnética para confirmar que no tengas laceraciones.
— A veces olvido que Neil es médico también— dije—. Disculpe, simplemente es alguien que se preocupa mucho por mí.
— Es un buen padre— dijo—. Se ofreció inmediatamente a donarte su sangre cuando se requirió.
— ¿De verdad?— dije mientras miraba la intravenosa—, ¡Qué amable es Neil!

Eso me hizo sentir muy valorado.

— Le diré a él que puede pasar— dijo.

Salió. Me sentí un poco mejor. Unos minutos después volvió el médico seguido de Neil y Lou. Me sentía pésimo porque tuvieran que verme ahí otra vez. Se acercaron.

— ¡Bebé, qué bueno que te ves bien!— me dijo Neil feliz, luego miró al doctor—, pero sigo pensando que...
— Doctor Hayworth, no hace falta hacerle una resonancia magnética— le dijo el médico—, ya deje de insistir. Iré por los formatos para darlo de alta.

Salió de ahí.

— ¿Te sientes bien?— me dijo Lou.
— Un poco mareado— dije.
— Debe ser por la conmoción cerebral— me dijo Neil.
— ¿Y eso cuando se detendrá?— le dijo Lou.
— Usualmente dura unas horas— dijo Neil—. A menos que no sea una conmoción y sea una contusión... o peor, una laceración. En ese caso demandaré al médico por no querer hacer una resonancia magnética.
— Estaré bien si sólo es una conmoción cerebral, ¿No?— dije.
— No en las próximas semanas— dijo Neil—. El síndrome posconmocional quizá haga que te sientas mal. Pero te cuidaremos. Tu madre y yo ya nos organizamos al respecto.
— ¿Dónde está ella?— dije.
— Fue a ver a los padres de Jimi pero volverá pronto y podrá abrazarte y darte muchos besitos.
— ¿Los padres de Jimi? ¿Por qué? ¿Dónde está Jimi? ¿Está bien?— dije totalmente alterado.
— Tranquilo, relájate— me dijo Lou—. Respira profundo, todo está bien.
— Pero Jimi... ¿Dónde está?— dije con inquietud.
— No lo sabemos— dijo Neil—, pero no te preocupes, la policía ya lo está buscando...
— ¿Qué?— dije completamente alterado—, ¿La policía?
— Me refería a Scott— dijo Neil—, porque sabemos que esto fue un accidente.
— Ben dijo que Jimi no quería lastimarte— me dijo Lou.
— Lo toqué sin que se diera cuenta— dije—. Fue mi culpa.
— No es momento de pensar en culpas— dijo Neil—. Cuando Jimi aparezca podremos hablar de esto con calma y todo estará bien, ¿De acuerdo?

Asentí ligeramente.

— Ben dijo que Jimi y tú discutieron— me dijo Lou—, ¿Quieres hablar de eso?
— No fue una discusión— dije afligido—. Sólo nos gritamos muchas cosas crueles como si nos odiáramos.
— Pero ustedes se quieren mucho, me sorprende— dijo Neil—, probablemente es por...

Encuentros de pasilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora