El peor enemigo II

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-Cuidado Alexander, no juegues cerca del cuarto, tu padre está durmiendo, dije viendo a mi niño jugar con una pelota por el living, cuando asintió y salió al patio suspiré, los cachorros habían sido muy comprensivos y si bien no sabían de la gravedad de la enfermedad de Mew, ayudaban en todo y se portaban muy bien.

Mientras preparaba la ensalada para mi castaño, las lágrimas invadieron mis ojos y las quité con fuerza, lastimando mi piel en el proceso, odiaba ser débil y romper a llorar como un niño, pero últimamente me pasaba con mucha frecuencia, desde que a Mew le diagnosticaron el cáncer habían pasado cinco meses, en los cuales tenía sesiones de quimioterapia dos veces a la semana, las cuales lo habían debilitado profundamente.

Las manos de mi castaño apretaron mi abdomen y su cuerpo se pegó a mi espalda, afirmando su cabeza en mi hombro - ¿En que piensas amor?, dijo en un susurró, que erizó todos los vellos de mi cuerpo, con cuidado acaricié sus brazos y ahogué un sollozo cuando vi lo delgados que estaban.

-En que frutas picaré para tu postre, dije secando mis lágrimas y girándome en sus brazos, con cariño acaricié sus pómulos los cuales estaban mas angulosos y besé sus labios - ¿Dormiste bien?

Asintió con una sonrisa, que hizo que sus ojitos se achicaran y se vieran tiernos, haciéndolo ver hermosamente dulce, con cuidado arreglé su gorrito rosa y besé su nariz, desde que había perdido el cabello, sus gorritos eran los mejores aliados de mi marido y su madre le tejía de varios colores para que los cambiara -Huele sabroso bebé, dijo apegándome a él y escondiendo su cabeza en mi cuello -Tu igual hueles genial.

-Me alegra que te guste mi aroma, dije acariciando su espalda, las quimioterapias habían hecho mella en mi marido, había perdido casi 15 kilos, el color de su piel ya no era blanco y brillante, si no que estaba un poco gris, sus brazos tenían muchos hematomas debido a las constantes vías colocadas y sus ojitos parecían de panda, ya que, siempre tenía unas enormes ojeras -Ve a sentarte a la mesa, serviré la comida.

Mordiendo su labio asintió y fue a sentarse con los niños, que le mostraban sus dibujos y actividades hechas, mientras el castaño feliz los escuchaba y conversaba con ellos, tomando aire llevé las cosas y puse los alimentos en los platos de cada uno, poniendo especial énfasis en la comida de Mew, la cual tenía una gran variedad de ensaladas y verduras, acompañado de un zumo de frutas que me aseguraba que tuviera su sistema inmune fortalecido.

-No aparten las verduras, dije mirando a mis cachorros, que trataban de disimular el hecho, de que estaban empujando el brócoli a un costado -Saben que deben comer todo lo que está en el plato, para que estén fuertes y sanos.

Haciendo un puchero volvieron a comer, sin dejar de lado las verduras, cuando terminaron serví los postres, el cual consistía en un mousse de chocolate, con frutos rojos y frutos secos, ya que, era una fuente de vitaminas y aceites esenciales para Mew.

-Mami, ¿hoy iremos al parque?, dijo Alexander mirándome con curiosidad y ternura, viendo la emoción de los cachorros sonreí, quería decirles que sí, pero no podía dejar a Mew solo y él tampoco podía salir, no cuando el sol estaba tan fuerte y el tan débil.

-Podemos ir cachorro, dijo Mew haciendo que lo mirara con desaprobación, el sabía que no podía esforzarse, mucho menos arriesgarse a sufrir insolación -Vayan a arreglarse.

Con alegría corrieron al cuarto dejándonos solos -No puedes quedarte solo Mew, ayer tuviste una sesión de quimioterapia, aún estás débil, dije molesto por que no se cuidara lo suficiente.

-Iré con ustedes, dijo con una calma que crispó mis nervios, a veces me frustraba todo esto, sentía que llevaba meses remando contra la corriente y estaba agotado.

Detrás del dolorWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu