· O n c e ·

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ONCE. JAX.

El desayuno que le preparé a Olivia era de lo más sencillo en realidad: unos huevos revueltos con queso sobre una tostada más un zumo de naranja. Tenía los ingredientes por suerte, y aunque era simple, también sabía que eficaz: grasas para la resaca, con unos cuantos carbohidratos y azúcar y líquidos para el cuerpo.

De hecho el color de su rostro mejoró a los pocos minutos de tomarlo, y se dio una ducha rápida en las instalaciones antes de que comenzara nuestro viaje.

Y mientras ella se tomaba su tiempo yo recogí todo, con la mente sin parar de trabajar.

Pensando, "¿por qué había dicho eso?"

Porque era lo que pensaba que ella quería escuchar. ¿O acaso no fue Olivia quien puso esa norma de ser solo amigos, de mantener nuestra amistad hasta el final y de no hacer nada que no fuese propio de buenos amigos?

Solo había dicho aquellas cosas porque estaba borracha, lo pude notar en su mirada cuando tímidamente pestañeó entre mis brazos. Noté que era mía, pero de la forma más platónicamente posible.

Entonces, ¿por qué parecía enfadada?

Estaba tentado de escribir a Chiara y preguntarle, pero entonces me di cuenta de que en realidad ella no era la mejor amiga de Olivia. Y también de que yo no tenía el teléfono de Isabella, y de que casi todo el mundo había salido ya del grupo de clase de instituto. Isabella incluida. ¿Cómo conseguía ahora su número? Cambié de teléfono antes del viaje y se me habían borrado todos los números antiguos y conversaciones.

Pero es que ya no sabía qué hacer. Estaba totalmente perdido. ¿Olivia sentía algo por mí? ¿O me estaba volviendo loco? Porque la noche anterior con el estúpido ese de Park... Parecía muy a gusto.

Terminé el desayuno, dos iguales porque yo tampoco me sentía demasiado bien, y esperé en una mesita improvisada con vistas a los árboles del camping para desayunar juntos.

En realidad, para cuando Olivia salió se había quedado frío y yo hacía rato que había subido el vídeo de preparación con las vistas bonitas. Aunque más bonitas hubiesen sido de estar ella allí (a pesar de que se negaba en rotundo a salir en mis vídeos y fotos).

Olivia observó con sorpresa la mesa que había preparado, con los zumos y desayunos, además de unas flores que puse para la foto y que me pareció bonito dejar allí. Sabía que a ella le encantaría.

Tomó sitio a mi lado y asintió, agarrando su tostada y dando un satisfactorio bocado.

—Mierda, cocinas increíble —murmuró con los ojos cerrados.

Dentro de mí un rugido interno resonó. No sé de dónde salió.

—Si me dejaras grabar tu reacción a mis platos, ya tendría un restaurante —bromeé, aunque no era tan broma en realidad—. Siempre te gustan.

—Es que lo haces genial —replicó, pegando otro bocado.

Si me distraía se comía el mío también.

Sonreí de lado y repliqué:

—¿Cocinar, o te refieres a algo más?

El mordico quedó a medio camino durante unos segundos, pero se las apañó para tragarlo y replicarme.

—No sé de qué me hablas.

¡Ja! No era tonta. Y, además, tenía bastante experiencia en saber de lo que hablaba.

—De la cocina, por supuesto —repliqué tomando mi plato mientras ella bebía zumo de naranja—. No hablaba en absoluto de mis aptitudes sexuales.

Olivia se atragantó, aunque sus mejillas se tiñeron de rojo. Estaba encantadora.

—¿Qué sucede, piojosa? ¿Demasiado buenos recuerdos en tu mente?

Ni siquiera sabía por qué hacía aquello. Si ya no estábamos juntos. Si nunca lo estaríamos.

Pero ver a Olivia sintiéndose incómoda, ruborizada y al mismo tiempo aquel brillo de sus ojos... como si me dijese que quería más. Que me quería a mí.

Me encantaba.

Y no podía evitar seguir jodiendo con eso.

—Eres un cerdo.

Solté una pequeña carcajada, pero valía la pena por ver sus mejillas rosadas y su actitud avergonzada.

—No decías eso cuando yo te...

—¡Jax! —Exclamó, impidiéndome seguir—. Cállate.

Pero bajo la tostada que comía, había una sonrisa.

Quizás estábamos muy perdidos pero, en el fondo, sabía que continuaba teniendo a mi amiga. Que Olivia no había cambiado.

Y entonces mi teléfono se iluminó con un mensaje. De primeras lo tomé sin importancia, porque probablemente no era nada que...

Hasta que reconocí el destinatario.

Hasta que lo leí.

Oh, Dios mío.

Esto lo cambiaba todo.

Y feliz semana, que la merecemos :)

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Y feliz semana, que la merecemos :)

Una Perfecta Despedida ©Where stories live. Discover now