· V e i n t i s é i s ·

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"Estoy enamorado de ti"

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"Estoy enamorado de ti".

"Quiero estar contigo, Olivia".

Había deseado escuchar aquellas palabras tantas veces, que una parte de mí no terminaba de creérselas de todo. Necesitaba que alguien me pellizcara.

Sin embargo, Jax profundizó el beso dentro de mi boca, y eso fue mucho mejor que un pellizco, porque en lugar de hacerme daño, me encendió por dentro.

Abrí los labios para él, sumergiéndome en su sabor, notando cómo sus manos comenzaban a acariciar mi cuerpo.

En aquella pequeña habitación de hotel en París, con paredes pequeñas y agobiantes, estábamos empezando a crear nuestra propia burbuja.

Me coloqué sobre él, sentándome en su regazo. Mi ropa empapada hizo fricción con la suya. Era incómodo, pero no me importaba. Seguí deleitándome en aquel beso que ninguno de los dos parecía querer poner fin.

Mientras me sujetaba a su cuello, clavando los dedos en su cabello mojado, los suyos comenzaron a agarrarme por las trabillas del pantalón, acercándome a él y rozando la piel de mi cintura hasta ponerme la carne de gallina.

Suspiré en su boca y escuché un pequeño gruñido de lo más profundo de su garganta.

Mierda, quería más.

Bajé las manos de su cuello, y noté cómo reaccionaba a mis caricias. Las pasé por su espalda, apreciando los músculos debajo de la tela de la camiseta. Y mientras le recorría el cuerpo, sus labios finalmente abandonaron los míos, dejándome un camino de besos que cruzaba mi mentón hasta llegar a mi cuello.

—Jax... —susurré.

Empezaba a sentir tanto calor, que no veía difícil la posibilidad de secar nuestra ropa sin tener que quitarla.

Pero es que sobraba.

Me alejé de él y me observó confundido, con un tinte oscuro en los ojos. Era ese momento en el que el verde se perdía, pero el deseo se apoderaba de su mirada, lo que me encantaba.

Sin decir nada, aparté las manos de él y me quité la camiseta, quedando solo en sujetador.

Una pequeña sonrisa tiró de sus labios. Pensé que me seguiría el juego y él también se quitaría la ropa. En su lugar, en un rápido movimiento que me hizo jadear, me agarró y me dio la vuelta, dejándome boca arriba sobre el colchón, con él encima.

Sus labios bajaron a los míos, callando mi silenciosa pregunta con un beso.

Y luego se alejaron, bajando por mi barbilla. Por mi cuello. Por mi clavícula.

Cerré los ojos y mis puños apretaron las sábanas mientras su cuerpo iba deslizándose sobre el mío, hacia abajo.

Su boca quedó entre mis pechos, y unos dedos traviesos se metieron bajo el sujetador. Contuve el aliento cuando llegaron a mi pezón y el pulgar lo rozó.

Una Perfecta Despedida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora