NAVIDAD. 3 MESES TRAS VERANO...
—¿Nos veremos el sábado entonces?
Asentí con la cabeza y me despedí de mis amigas. Desde que comenzamos la universidad todas estábamos muy ocupadas y apenas nos veíamos, pero las vacaciones escolares por Navidad nos daban un pequeño respiro, además de que Heeijin e Isa habían regresado a casa esa misma mañana.
Me subí al coche de Jax de vuelta a casa, coche que ya era prácticamente mío.
Habían pasado solo tres meses desde nuestra despedida, pero la forma que tenía el tiempo de trabajar podría asemejarse a un año. Uno largo, ocupado... y vacío sin él.
Pero el sacrificio merecería la pena. Los dos teníamos un futuro en el que trabajar. Uno en el que esperábamos estar juntos pero, especialmente, uno en el que luchábamos por nosotros mismos.
Yo había escogido turismo, y la verdad es que me gustaba bastante, aunque había ciertas asignaturas que preferiría declinar. Como idiomas. No se me daban bien. Y aún así, ahí estaba. Estudiando español y francés.
Y Jax trabajaba de modelo para la compañía del padre de Chloe.
Ganando dinero y conociendo el mundo para después abrir su propio restaurante. Su sueño. Uno fusión.
Llegué al apartamento mientras un chico guapo sacaba una pesada caja por la puerta. Me sonrió y yo le devolví el saludo, pero en seguida me colé al interior, mientras otro aparecía desde el apartamento de en frente.
—Si que tenéis prisa —me burlé al caminar delante de la tía Jenna.
Ella llevaba el pelo atado en una desordenada coleta y pantalones de deporte, mientras Tony se había rapado y usaba ropa vieja de Jax.
—Agarra la caja de la esquina y cállate.
Automáticamente llevé la mano extendida al frente.
—¡Señor! ¡Sí, señor!
Mi tía frunció el ceño.
—¿Cómo que señor?
—¡Señora, sí, señora!
—¡Olivia, que te echo de casa!
Tony sonrió detrás ella, algo que tía Jenna no notó, pero yo sí. Se llevó un dedo a los labios para pedir silencio y se movió hasta tomar la caja que mi tía me había señalado. Después salió con ella en los brazos y ambos me dejaron sola en el apartamento.
Nuestro apartamento.
Tía Jenna y yo habíamos tenido muchísimas memorias en él. Habíamos visto películas, peleado, llorado y reído... Me había visto crecer.
Pero la vida, como siempre, te recuerda que se basa en los cambios.
Así fue que al final terminamos vendiendo el apartamento que me había visto crecer, en el que tantas memorias habíamos hecho; igual que Tony, que se había ido del suyo, y él y mi tía fueron finalmente dueños de una bonita propiedad, de dos baños, cuatro habitaciones y un jardín trasero envidiable.
Una parte de mí, la egoísta, quería a tía Jenna solo para mí.
Otra, la mejor, estaba demasiado feliz y orgullosa de que por fin las cosas le fuesen bien. Y de que tuviese a su lado una pareja que parecía, finalmente, merecérsela. Alguien que la quería por lo que era y cómo era. Alguien con sus mismos objetivos.
Alguien con quien, en definitiva, era feliz.
Entré a mi pequeña habitación, con todas mis cosas metidas también en casa, y me senté directamente frente a la pantalla del pequeño portátil. Accedí a la aplicación de videollamada e inicié la que tenía pendiente.
El rostro de Jax no tardó en aparecer.
—Hola, piojosa —se burló.
—Hola, idiota.
Su sonrisa creció.
Jax estaba increíblemente guapo, con su barba de varios días bordeando las mejillas y una sonrisa torcida y traviesa que amaba.
Mi corazón latió con fuerza.
—¿Alguna novedad?
—Bueno... no estoy segura de si es una buena o mala noticia, pero...
—¿PERO?
Sonreí con ganas.
—Me han ascendido a encargada en el Pollo Frito.
—¡Eso es genial! ¡Felicidades!
—Gracias, aunque...
—¿Qué ocurre?
Tanto tiempo apenas sin hablar daba tiempo a guardar muchos recuerdos, muchas sensaciones y sentimientos. Y él sabía que ese sitio no era mi sueño ni de lejos.
—Sé que debería estar super feliz, pero...
—Pero no lo estás.
—El año que viene puedo pedir prácticas remuneradas en una agencia de viaje. Eso me gusta más.
—Ah, peor eso es genial, ¿no?
Eso me decían mis amigas. Solo porque todas confiaban de que lo consiguiese.
Me revolví en la sila y carraspeé antes de contestar.
—Depende. No suelen dárselo a los estudiantes de segundo. Tienes que tener un buen currículum.
—El tuyo es la caña, piojosa.
—Gracias.
Ojalá todos pensasen como él.
Escuché un golpe fuera de la habitación, como el de una caja caerse al suelo.No, de hecho era una caja caerse, y gracias al grito de mi tía supe que era la de la pasta.
—Y hablando de noticias... —Continuó Jax.
—No me gusta como suena eso —se me escapó.
Él medio sonrió. Y eso fue peor, porque no le llegó a los ojos.
No eran buenas noticias.
—Resulta que había una laguna en mi contrato que no vi. Un fallo técnico, en el que pueden renovarlo.
—¿Renovarlo?
—Quieren que vaya a Corea como modelo, para la campaña de San Valentín de la marca. Por lo visto funcionó bien.
Guardé silencio. ¿Renovar?
—Estaría por lo menos un par de meses más.
Claro que Jax funcionaba bien. Había visto sus redes. Alcanzaba ya el millón de seguidores, y por supuesto entendía el por qué.
¿La razón de que la sangre hirviese en mi venas?
Que no podía verlo tanto como quería.
Y que Chloe aparecía en bastantes fotos a su lado.
La chica era hermosa, y la compañía parecía haberla contratado.
Serían tontos si no lo hicieran.
—¿Olivia? —Preguntó Jax cuándo no contesté.
Pero no había mucho que pudiese decir.
—Es una oportunidad única. Y si quieres, deberías aprovecharla.
Quería llorar. Pero sabía que mis palabras tenían razón.
—Si acepto no podré ir en Navidad.
—Pero habrá más Navidades.
—¿Y habrá más momentos juntos?
—Demasiados para que puedas contarlos.
—Estoy deseando verlos, piojosas.
Sonreí, y a los segundos la llamada se colgó.
Y yo a ti, idiota.
Yo a ti deseaba verte.
Porque decir que seremos capaces de mantener una relación a distancia es más fácil que vivirlo.
Echarte de menos cada día, cada segundo..
Es horrible.
ESTÁS LEYENDO
Una Perfecta Despedida ©
Teen Fiction· Última parte de "Una Perfecta Equivocación" · · Contiene escenas +18 · Todo empezó cuando Olivia manda por error un mensaje al chat grupal donde está toda su clase, diciendo con qué chico se casaría, a quien besaría y a quién mataría. Éste último...