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Su jefe se había portado, tenía que admitirlo.

Tomarse un día de descanso le habia sentado como la seda. Que Koko se lo hubiera permitido le desconcertó. ¿Por qué a veces era tan bueno y otras tan imbécil? ¿Cuál era el verdadero Koko?

Para compensarlo, a la mañana siguiente fue mucho más temprano de lo habitual. Se pasó por una panadería y compro un bollo relleno de chocolate y un café. Su jefe lo había tratado muy mal muchas veces, pero ayer la culpa fue suya y necesitaba enmendarse, ya que sino Koko tendría algo que echarle en cara el resto de vida.

La oficina estaba desierta, aun no había llegado nadie. Inui pensaba dejar el café y el bollo sobre el escritorio de su jefe en modo disculpa. Pero cuando entró descubrió que allí sí había alguien.

Un hombre con los pantalones por los tobillos de el pelo negro y largo, estaba de espaldas a él moviendo las caderas bruscamente contra alguien que estaba apoyado en la ventana. A Inui se le cayó la mandíbula y casi se le cae el café y el bollo.

-¡Joder! -exclamó el hombre al darse cuanta de que habían sido descubiertos.

Se subió los pantalones rápidamente ocultado sus partes de la mirada de Inui.

-¡Dijiste que a estas horas no venía nadie! -dijo furioso aquel hombre.

-Y nunca viene nadie... ¿Quién...?

Koko se dio la vuelta y las miradas de ambos chocaron. Inui se lo estaba viendo todo, no llevaba pantalones, ni ropa interior.

-¿Te gusta mirar?- le dijo en tono burlón.

Inui aún estaba en shock y no se había movido.

-No será que eres tu al que le gusta que le miren, maldito pervertido- dijo el hombre de pelo largo ajustándose el cinturón.

-Nah, esas cosas no me van.

-Ya... seguro que tenias planeado todo esto. Yo paso de que se nos una un desconocido, ahí te has pasado -el hombre cogió su chaqueta y se dirigió a la puerta. - Y no me vuelvas a llamar, maldito pervertido.

El hombre se marchó dando un portazo y dejo a Inui dentro en una situación incómoda.

-Y-yo... N-no pretendía...

-Tranquilo, no te cortes, di lo que quieras.

Koko había apoyado la espalda en la ventana y su erección levantaba la tela de la camisa que aún llevaba puesta.

-L-lo siento... Solo quería dejarte esto ... Pensé que no habías llegado...

Koko se acercó a él.

-Lo siento, me voy enseguida.

Inui quiso abrir la puerta pero Koko ya estaba a su lado y apoyó la mano en ella para que no se escapase.

-¿Por qué te quedaste mirando?

-Yo... no quería mirar... es solo que... me sorprendí y...

-Claroo... te sorprendió ver como le daba por culo a tu jefe, ¿no es así?

-Nno... yo no...

-Venga, total ya lo has visto todo, puedes decir lo que piensas. Al igual que puedes llegar tarde al trabajo o entrar a mi despacho sin llamar. Tómate todas las libertades que quieras.

Inui estaba contra la espada y la pared. Literal, porque el pene de su jefe seguía erecto a escasos centímetros de su ropa y le apuntaba directamente.

-¿Cómo vas a compensarme esto?

-¿Esto...?

Koko enarcó una ceja y echó una mirada a su entrepierna y luego a Inui, que se quedó sin saber qué hacer o decir.

-De rodillas- exigió Koko.

-¿Qué?

-Ponte -se acercó a su oreja - de rodillas.

Su grave y profunda voz causaron en Inui una sensación que no había experimentado nunca. Sintió calor. Calor en partes que no deberían excitarse por un hombre, por su jefe, por el pervertido de su jefe.

-¿Te has puesto duro? Creía que eras hetero... Eres una caja de sorpresa Inui...

Su voz seguía sonando a un par de milímetros de su oreja. Su aliento rozaba su piel y Inui se sintió indefenso. ¿Por qué no le daba un guantazo y salía corriendo?

-Inui... ¿No me has oído? Ponte de rodillas, ahora.

Inui aún tenía el café y el bollo en la mano. Koko los tomó y los apoyó en la estantería que tenían al lado sin separarse.

El joven ayudante había entrado en una especie de trance por el que su mente se había quedado completamente en blanco. Comenzó a doblar sus piernas y lentamente hincó rodilla. Mantuvo la mirada en el suelo y las manos sobre sus muslos. ¿Qué era lo que estaba haciendo?

Koko se quedó mirando la nuca de su ayudante, al que tenia arrodillado ante su polla. Solo tenia que levantar la cabeza y chocaría con ella. Se la pasaría por toda la cara, le golpearía con ella para castigarlo por su comportamiento y luego se la metería hasta el fondo de la garganta.

Lo tenia a menos de un palmo. Agachado, sumiso, suyo. ¿Le estaba dejando? ¿Él también quería esto?

Su mano se alargó y acarició su rubio pelo. Era suave. Tenía unas ganas irrefrenables de tirar de ese pelo.  Estaba fantaseando mucho.

Koko tragó saliva y procuró respirar despacio mientras tocaba ese pelo.

-¿Te vas a ir después de esto? ¿Vas a dimitir y luego denunciarme?

-No...

Koko presionó un poco la coronilla de su ayudante. Echó la cabeza hacia atrás y respiró profundamente. Tenía muchas ganas de ser un cabrón con ese chico. Pero si lo hacia lo perdería para siempre, y le gustaba demasiado como para perderlo de ese modo.

Con mucha fuerza de voluntad se dio la vuelta y caminó hasta el fondo del despacho, donde sus pantalones descansaban sobre el sofá. Comenzó a ponérselos. Inui seguía de rodillas en el suelo.

-Puedes irte. Me pone más cuando te resistes. El Inui sumiso me corta el rollo.

No era cierto, pero quería liberar la tensión restándole importancia a lo que había estado a punto de ocurrir. Intento abrocharse, pero el bulto no bajaba. Se sentó en su silla. Inui seguía de rodillas, no se le había pasado el susto.

-¿Qué haces? Vete ya a trabajar, yo tengo que encargarme de esto por mi cuenta.

Inui se incorporó despacio para no perder el equilibrio y salió de allí. Él también se sentó en su silla y en cuanto recupero la cordura se echo las manos a la cabeza.

¿QUE ACABABA DE HACER?

Trabajo imposible {Koko e Inui}Where stories live. Discover now