CAPÍTULO 11. La magia de la música

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Jaden.

Los primeros acordes de guitarra me gustan, pero no me convencen del todo, por eso suelto todo el aire contenido y agarro el bolígrafo para cambiar algunas notas que he escrito sobre el papel, ya que me rijo por la perfección y esto no me acaba de convencer.

Mamá antes de ayer me vino con esta sorpresa y juro que sentí hasta ganas de llorar, porque para ella su guitarra es sagrada, y ahora me la ha regalado para que sea yo quien componga música con ella, esos ratitos libres en los que mi cabeza pide paz.

No sé muy bien porque mi madre decidió darme su bien más preciado, pero juro cuidarlo con mi vida, porque desde pequeño ha sido mi objeto favorito y junto con el que crecí admirando mucho más a Lana Miller, que recuerdo cuando nos llevaba a sus presentaciones y mis hermanas y yo nos quedábamos flipando al verla arriba de un escenario, comiéndose a todo el mundo.

Recuerdos imborrables.

Tarareo la melodía mientras ajusto la letra en el papel, y oigo como la puerta del estudio de música de mamá, se abre lentamente, para verla aparecer a ella con una sonrisa en sus labios y una taza grande y humeante entre sus manos.

Cierra, dejando el objeto sobre la mesa auxiliar —No quería interrumpirte, mi vida, continúa.

Niego, con una pequeña sonrisa en mi rostro —No interrumpes. ¿Quien mejor que tú para ayudarme con esto?

Pasa una mano por mi pelo cuando llega hasta mi, y después deja un suave beso en mi cabeza, antes sentarse a mi lado y mirar lo que estoy escribiendo.

—¿Puedo? —pregunta mirando el papel.

Yo asiento, porque por supuesto que puede, siempre me ha gustado que ella de su visto bueno, que le meta sus retoques...

La observa con detenimiento y me río porque sus caras son bastantes peculiares, hasta que sonríe ampliamente y me mira, mordiendo su labio.

—Vales para todo, hijo mío —levanta la hoja en alto —¿Que es esta maravilla?

Frunzo mis labios, un poco avergonzado —No es la gran cosa, solo que hoy me sentía inspirado y he aprovechado. Hay mucho que pulir en esa letra y melodía.

Mamá asiente —Hay que pulir, si, pero tampoco mucho, Jaden, esto ya es oro puro.

Me río —Mamá, no eres objetiva, te ciega el amor profundo por tu hijo.

Rueda sus ojos —¿Quieres dejar de infravalorarte? —chasquea su lengua —Desprendes talento por todos lados, Vaquero, y eso es una realidad. No se trata de ser objetiva o no.

—Si tengo tanto talento es gracias a vosotros.

Mi madre aprieta sus labios, poniendo una cara que me hace carcajear —Puede ser que eso sea cierto, pero si no hubieses nacido con esa luz y ese toque especial, heredad hobbies no hubiese valido de mucho, aunque después te hubiese dejado cantar mal en un evento, me da igual.

—Nunca dejes que haga el ridículo, madre —digo con horror —Si lo hago mal me lo dices, como cuando papá de pequeño me corregía los pases en el fútbol.

Mamá hace una mueca y por su cara ahora cruza nostalgia, esa que siempre maneja cuando damos un paseo por el pasado y recuerda esos momentos de cuando mis hermanas y yo éramos unos mocosos llenos de ocurrencias dignas de ser un Dawson Miller.

Después de unos segundos, lame sus labios —Me encantaría verte arriba de un escenario, porque sé en el fondo que a tí ese mundo te gusta y mucho, como a a mí.

Suspiro —Ya me viniste a ver a aquel pub de Alemania. No fui tan exitoso como Laura Golden pero no estuvo mal.

Mamá se ríe mordiendo su labio y pasa una mano por mi mejilla, y yo lo hago con ella, igual de cómodo que siempre y rebajando la tensión y malos pensamientos de estos últimos días, que han sido de infierno silencioso para todos.

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