A DÓNDE VAMOS (PARTE DOS).

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Danielle.

Un mes después.

Miro a mi hermano a través de la pantalla y hago una mueca, dejando la mejilla reposar sobre mí mano —Mm, esa me gusta menos.

Jaden bufa —Pero el color me sienta muy bien.

—El color me da igual, Jaden. No te sienta bien el corte.

Un bufido sale de sus labios —Llevamos cuarenta y cinco minutos eligiendo ropa, me voy a volver loco.

—Vas con el abuelo a una fiesta importante, con famosos, productores...—chasqueo mi lengua —No puedes ir hecho un payaso.

—No te recordaba tan exquisita.

—Y no lo soy, pero me apetece que des buena impresión.

—Iré a esa fiesta sin necesidad de parecer un estirado. Daré buena impresión siendo yo mismo.

Me acabo de dar cuenta de que tiene razón,  que desde luego soy la menos indicada para decirle nada, y que mi hermano es todo un caballero como para que yo ande comportándome como una madre rica y sin sentimientos.

Eso suena tan horrible...

—Ve como te de la gana, total, guapo eres igual.

Jaden sonríe abiertamente y pasa una mano por su incipiente barba, negando después. Lo echo de menos, mucho, pero no lo llevo tan mal porque ahora vive con mi familia, en mi segunda casa, y tiene alrededor a la gente que necesita, aunque nos tenga a nosotros cuatro lejos.

Él nos llama casi todos los días, y estamos al tanto de cada paso que da, así que estamos felices y tranquilos de que esté en las casas de mis abuelos, repartiéndose entre una y otra.

Por ese lado estoy contenta, por el otro...

Star a penas da señales de vida. He hablado con ella de todo lo que pasó y me pidió un tiempo para estar alejada de todo, el que yo sin ninguna duda acepté darle, pero se me hace cuesta arriba no hablar ni ver a mi amiga continuamente y a todas horas, y Marcus, Marie y yo, estamos rozando la desesperación.

Por mi tía es que sé que está bien. Todo el día con sus libros, sus escritos, su gato y su música. Ella se cierra en eso y se piensa que con mandarme un mensaje por semana para decirme que todo está  bien, consigue que me calme, y no es así.

Pero la entiendo. Es su forma de llevar el duelo, porque mi hermano, aunque hable mucho más con nosotros, no habla de ella, ni del tema, y es que necesitan sanar ambos para quererse bien.

No voy a opinar sobre lo que hizo la hija de puta de Nicole, si no me enveneno sola. Solo quiero que el karma se lo devuelva y que pague por todo lo que le está haciendo pasar a mi mejor amiga.

—Te mandaré foto cuando esté listo —Jad me saca de mis pensamientos y asiento —Ahora tengo que colgar.

—¿Ya?

Jad traga grueso, haciéndome fruncir el ceño —Tengo cosas que hacer antes del evento —sonríe triste —Dile al resto que los quiero, y a tí,  también. Te quiero, monita.

Sonrío igual de triste que él y asiento, intentando deshacer el nudo de mi garganta —Yo más, bombón. Nos vemos pronto.

Y cuelga, y yo me quedo mirando la pantalla como una imbécil mientras las ganas de llorar me invaden y el impulso de irme a Chicago con jaden me golpea la cabeza como un jodido martillo.

Siempre he sentido la imperiosa necesidad de proteger a mis hermanos, creo que eso es algo que nos pasa a los tres, entre nosotros, por eso cuando peor nos sentimos, o vemos que algo no va bien, nos refugiamos los unos en los otros, como papá y mamá nos enseñaron cuando éramos pequeños.

¿A donde vamos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora