Capítulo 34: Noche eterna

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20 de diciembre, 2018

Abro los ojos poco a poco, observando un lugar cerrado y monocromo. Me incorporo lentamente del colchón y me sobo la cabeza, con mis ojos escaneo el alrededor y pude darme cuenta que este lugar cerrado, era la habitación de un hospital. Jadeo de dolor en el instante que levanto el brazo, observando sorprendida que en mi antebrazo yacía una intravenosa incrustada en mi piel.

Me arranco con brusquedad la intravenosa del brazo, y unos brotes de sangre se dispersaron, pero no me importó. Bajo con sutileza de la camilla hasta que mis pies descalzos tocaron el frío suelo causándome escalofríos. Pude ver a mi madre durmiendo en el sillón que se encontraba a lado de la camilla, sosteniendo mi abrigo.

Estuve a punto de abrir la puerta, cuando el llamado de mi madre me detuvo.

—¡Hija! —caminó alegre hasta mí—Bendito sea Dios, que estás bien—cubre mi frágil cuerpo con sus cálidos brazos.

Sus ojos estaban rojos e hinchados, supuse que estuvo llorando.

—Mamá, tuve una pesadilla muy fea—ella se separa de mí, para prestarme atención—Soñé que Dainan salió de su casa en una camilla y que yo gritaba de tristeza.

Observo a mi madre desviarme la mirada, su gesto de alegría lo cambia por uno de: Todo lo que estás diciendo fue real, no tuviste una pesadilla. A decir verdad, sabía que no era una pesadilla, pero quise por un momento sumergirme en mi imaginación e ignorar la realidad. Así que solo retrocedí, y reaccioné cuando mi espalda tocó la gélida puerta.

—¿Dónde... dónde está él? —un nudo se me formó en la garganta.

Ella agachó la cabeza, entonces supe que no me daría una buena noticia. —¡¿Dónde está!?, —grité—¡Mamá, por favor! —mis lágrimas no tardaron en resbalar por mis mejillas, sentía que me estaba muriendo. No recibí alguna respuesta a cambio, así que giré, y abrí la puerta de un tirón, después solo corrí sin tener idea de donde era la salida.

—¡Aurora! —escuché su llamado detrás de mí.

En el pasillo del primer piso, me topé con la hermana de Dainan. Nos observamos, y si no fuese por el dolor que sentía el brazo, le habría dado una cachetada. Quise pasar por su lado, pero su mano en mi hombro me detuvo, y yo de un jalón, me alejé.

—No mereces mi amistad—refuté entre dientes—, las amigas no se mienten, ni se ocultan secretos. ¿Por qué? ¿Por qué nunca me lo dijiste, Clara?

Nuevamente quiso agarrarme del brazo, pero no le dejé.

—Fue decisión de él. —musitó finalmente con gruesas lágrimas cayendo por sus mejillas—Dainan nos pidió, a mis padres y a mí, que mantuviéramos en silencio su enfermedad. Juro que, a partir de ahora, no te ocultaré nada, Aurora. En verdad lo juro.

Susurros de amor © [FINALIZADA]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin