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Ella sonreía y bajaba la mirada, se mordía el labio y volvía a mirar.

Era bonito, para ella era bonito lo que sentía, porque le alegraba el día solo verlo, porque era un enorme propósito por el que levantarse cada mañana, porque se sentía dichosa de compartir el mismo camino que él, aunque se cruzaran sin mirarse, aunque él no la notara, aunque no tuviera alguna oportunidad...

Pero para ella era suficiente verlo y que su corazón duplicara los latidos.

Y así era cada día, él nunca la notaba, pero ella lo miraba y sonreía, pensando que él no tenía ni idea de lo que ella sentía por él.

Todo lo que calla el alma (Libro 1) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora