Sesenta y siete.

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Me levantaba cada día con una sonrisa que camuflaba lo que en realidad sentía. Miraba como la vida pasaba y se llevaba con ella fragmentos de mi existencia, y eso era algo inevitable. Sabía cómo caminar, pero por algún motivo mis intentos no mostraban resultados, no avanzaba. Habían días en los que me hundía en los terrenos pantanosos de mi propio corazón, era consciente de que yo era mi mayor enemigo y que de nada valía luchar, que ganar significaría perder, porque la línea era muy delgada como para salir ilesa.

Pero a pesar de ello, a pesar de mis días grises, de mis propios miedos y demonios, había encontrado una manera de levantarme con una sonrisa, una que le daba aliento a los que me rodeaban, una que, incluso, a veces me alentaba a mí al verme al espejo, había encontrado un alma peor que la mía, una a la que mostrarle cómo sonreír.

Todo lo que calla el alma (Libro 1) EDITANDO Where stories live. Discover now