(●__●)

1.1K 79 15
                                    

Lalisa sabía que aquello era una estupidez. Sabía que su padre la asesinaría en cuanto llegara a casa y que su madre la amenazaría con expulsarla de la casa.

Sabía que sus vecinos la etiquetarían con crueldad.

Otra loca más...

Y poco le importaba, también.

Por eso fue que entró a aquel bar, estrujándose los dedos y mordiéndose los labios mientras caminaba hacia la barra.

Ella nunca había estado en un lugar como aquel. Allí solo venía la otra mitad.

Los chicos malos, los rebeldes, las chicas 'sin rumbo', como solía llamarlas su madre.

Y ahora ella, hija del reverendo, una niña ejemplar del pueblo, caminaba hacia la barra del Hunter Bar, sintiéndose tan fuera de lugar que podía hasta sentir las miradas de todos allí clavadas en su menuda figura.

"¿Dis-disculpa?" Murmuró, y la figura de una muchacha morena se giró hacia ella, esbozando una sonrisa de oreja a oreja. Esa era Kim Jisoo, una de los peores. Pequeña de altura, delgada y tatuada hasta el trasero. Podía ser increíblemente simpática cuando se lo proponía.

La morena entrecerró los ojos mientras recorría a Lisa con la mirada.

"Lalisa Manoban, ¿Qué demonios haces tú aquí?" Farfulló, entre divertida y completamente azorada.

"No tengo idea." Susurró Lisa.

¿Porque estoy harta de mi vida? ¿Aburrida? ¿Vacía?

"¿En qué puedo ayudarte entonces?" Jisoo se inclinó sobre la barra, mientras miraba a la niña Manoban, siempre tan obediente y tranquila, casi temblando allí, en medio de toda esa gente tan diferente a ella.

"Quiero hacerme un tatuaje." Soltó Lisa valientemente, y se permitió felicitarse en silencio por su muestra de arrojo.

"¿Un tatuaje?"

"Sí, eso." Jisoo soltó una carcajada, y Lisa le frunció el ceño de inmediato. "¿Qué?" Espetó, molesta.

"Oh, nada, nada, es sólo que... Olvídalo. ¡Roseanne!" Lisa pegó un salto cuando la morena llamó a gritos a su amiga, sin siquiera dejar de mirarla.

Desvió sus ojos marrones hacia una escalera detrás de la barra, por donde el infierno personal de su padre y de todo el pueblo en realidad, apareció.

Chaqueta de cuero, botas y jean negro, cabellos rubios, rebeldes ojos castaños.

Perfecta.

O eso es lo que Lisa pensaba.

La castaña sabía que si alguna vez alguien se enteraban sobre quién era la protagonista de todos sus sueños, la desterrarían.

Bueno, no, pero sí la rechazarían.

En Pyongsan no había lugar para dudas. O estabas del lado de los 'puros', gente cerrada de mente, frustrada y anticuada, quienes tenían como mayores enemigos al Diablo, los gays y los negros, o estabas del lado de los rebeldes.

En su mayoría jóvenes hartos de una vida de privaciones. Sexo, vicios, tatuajes, malas palabras y estupideces ilegales.

En este último grupo se encontraba Roseanne Park, el amor platónico de Lisa desde que tenía memoria.

Roseanne había vivido toda su infancia a sólo una calle de la castaña. Jugaban juntas de pequeñas, pero con el correr de los años, Lisa había visto cómo sus caminos se dividían cada vez más.

Una hizo todo lo que se suponía que debía hacer. La otra hizo todo lo que le prohibían hacer.

Hacía años que Roseanne se había mudado de su hogar de la infancia, pero Lisa la veía pasar de vez en cuando en su moto, siempre vestida de negro, siempre fumando, siempre con su típica fachada de chica mala. Era una decepción para sus padres, y para el pueblo entero.

𝗧𝗮𝘁𝘁𝗼𝗼 𝗼𝘂𝗿 𝗹𝗼𝘃𝗲 |ꁞ| ChaelisaWhere stories live. Discover now