04 | Te gusta jugar, ¿verdad?

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Capítulo 4 | Te gusta jugar, ¿verdad?

Hailey

Creo que es la primera vez que me late el corazón con tanta fuerza. Acabo de entrar en la calle en la que se encuentra la cafetería y ahora soy un manojo de nervios. Bueno, llevo siéndolo desde esta mañana —Maddie es testigo de ello—, pero conforme me acerco a la hora y al lugar de la cita, mis nervios van empeorando. Me sudan las manos. Espero que no quiera estrechármelas. Ahora que lo pienso, ¿cómo voy a saludarle? ¿Con un abrazo? Así es como suelo saludar a mis amigos, pero no sé si puedo considerar a Tate mi amigo. Es más bien «el mayor crush de mi historia», como Maddie lo ha llamado varias veces ya.

Oh, Dios. Sabía que no estaba preparada para quedar con él tan pronto. Me voy a derretir en cuanto lo vea.

Y justo entonces, sucede. Llego a la cafetería y me lo encuentro apoyado contra la pared de ladrillo de la cafetería. Está mirando su móvil, y va vestido con una camiseta blanca y sencilla de manga corta y unos vaqueros azules. A diferencia del otro día, hoy puedo ver los tatuajes que cubren sus brazos y su cuello con claridad. Les echo un vistazo rápido mientras camino, aprovechando que él aún no me ha visto. El del cuello sí que lo vi bien la otra vez: es la rosa que se desvanece hacia la izquierda, donde inicia otro de sus tatuajes. La manga de su camiseta tapa un poco el diseño, pero veo una especie de bosque enmarcado con flores, una luna y estrellas. Su postura no me permite detallar la tinta que decora el resto de su cuerpo.

En fin, ya tendré tiempo de estudiarlos todos más tarde.

—Tate —digo su nombre a modo de saludo.

Vale, no ha sonado como un suspiro desesperado, y tampoco me he derretido. Punto para Hailey.

Tate alza la cabeza despacio y, cuando me ve, esboza una pequeña sonrisa.

—Hailey —me devuelve el saludo. Qué bien suena mi nombre cuando es él quien lo pronuncia. Tiene una voz tranquila y envolvente que me deja hipnotizada.

Me hace un gesto con la cabeza y me lleva al interior de la cafetería. Ha sido él quién ha escogido el sitio, y lo cierto es que no está nada mal. Es un local grande, con luz tenue y muchas mesas pequeñas, de dos o cuatro sillas. Tras pedir un par de cafés, nos sentamos en la que se encuentra en la esquina del fondo de la cafetería, a la izquierda.

Se le ve muy relajado. Su cabello es un hermoso desastre negro y su piel tiene un color dorado y precioso. Sus ojos verdes grisáceos me miran con una calma abrasante. Siento como el calor sube hasta mis mejillas.

—Así que has tenido una semana ocupada. —Trata de contener una sonrisa, pero las comisuras de sus labios se elevan de igual forma. Me pongo aún más roja.

No suelo sonrojarme. Maddie me llama súcubo por algo; porque soy más de seducir que de dejar que me seduzcan. Y, sin embargo, aquí estoy: sonrojada porque un chico me está reprochando burlonamente que tardé demasiado en llamarle.

—Sí. —Le devuelvo la sonrisa de manera inocente mientras cojo el café que el camarero ha dejado sobre la mesa. Le echo un sobre de azúcar y lo remuevo con cuidado—. Me gusta aprovechar el verano para hacer planes con mis amigas y mi familia.

Por lo menos, eso sí es cierto. El fin de semana pasado estuve con mis padres en el pequeño apartamento que mis abuelos compraron en Malibú hace ya varios años. No puedo decir que haya sido un viaje ajetreado, porque lo único que hice allí fue tomar el sol y descansar, pero me sigue sirviendo de excusa.

—Me sorprendió verte en la discoteca el otro día —admito.

—¿Para bien o para mal?

—Para bien. Creo que lo dejé claro cuando iba borracha —le recuerdo. Esa noche le llené de cumplidos.

Juego de seducción © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora