38 | Tanto como para admitir que has ganado el juego

19K 1.3K 744
                                    

AVISO: Wattpad ha descolocado los capítulos 37 y 38 para algunas personas, así que mirad el orden en el que os salen.

Capítulo 38 | Tanto como para admitir que has ganado el juego

Tate

Cuando me encierro en la que es mi habitación ahora que vivo en casa de mis padres, después de haber tenido una sorprendentemente corta charla con ellos y con Alice, noto una especie de alivio que no he experimentado en mucho tiempo.

Ha ido mejor de lo que esperaba —aunque, teniendo en cuenta que mis expectativas estaban casi por los suelos, supongo que eso no dice mucho—; no se ha generado una discusión, como pensaba que pasaría, ni se han formado los dos bandos de siempre. Principalmente, porque en esta ocasión solo he hablado yo y mis palabras no daban pie a debate.

«Estoy harto de ser la marioneta de los tres y de hacer malabares para contentaros, así que o lucháis a mi lado u os olvidáis de mí. No pienso seguir danzando entre dos bandos —les he dicho—. Estas son mis condiciones: vosotros dos ya no vais a tomar más decisiones respecto a ella; respetaréis y apoyaréis las mías. —Después me he girado para hablarle directamente a mi hermana—. Y a ti te escucharé siempre y cuando tú me escuches a mí y accedas a desintoxicarte con ayuda profesional y a asistir a terapia conmigo».

Ninguno ha puesto objeciones. Supongo que las pondrán más adelante, pero de momento, los tres han aceptado, aunque lo hayan hecho a regañadientes.

Si he convencido a mis padres, es porque se han dado cuenta de que voy muy en serio. Que he llegado a mi límite y que estas son las consecuencias. Parece que no se van a arriesgar a perder su relación conmigo, aunque no hayan tenido ningún problema en hacer lo mismo con Alice.

Sé que a ella le sigue doliendo ver la diferencia tan claramente. Finge que ya no le importa, pero un rechazo así de directo deja cicatrices siempre, y Alice ya tiene demasiadas. Por eso he insistido con lo de la terapia psicológica, aunque sabía que no le iba a hacer ninguna gracia al principio. La he visto fruncir los labios en cuanto lo he mencionado, pero no se ha quejado en voz alta. De hecho, no ha abierto la boca en toda la conversación. Se ha limitado a asentir cuando me dirigía a ella y a demostrar su desacuerdo con pequeños gestos, como el de los labios.

Me ha sorprendido lo accesible que ha estado. En el coche estaba demasiado agitado como para darme cuenta del cambio en su comportamiento, pero en casa, la diferencia entre su actitud de estas semanas y la de esta tarde se ha vuelto muy evidente. En ningún momento he tenido que enfrentarme a su inestabilidad habitual y tampoco la he visto inquieta o completamente drenada de vida. No me ha parecido una bomba capaz de estallar en cualquier momento.

No puede evitar sentirme agradecido por ello, pero también lo detesto porque sé de dónde proviene su repentino sosiego y no es, precisamente, de la bondad de su corazón. Si está relajada y abordable es porque, por primera vez en dos semanas, se ha librado de los efectos del síndrome de abstinencia, así que el alivio que siento viene acompañado de una ola de decepción.

Me deshago rápidamente de ese sentimiento. Si esta es la última vez que recurre a las drogas y ha resultado en algo medianamente bueno, supongo que no puedo quejarme.

Y ahora que ya me he encargado de la crisis familiar del día y estoy solo en mi habitación, vuelvo a obsesionarme con Hailey. Necesito arreglar las cosas con ella y, por suerte, sé por dónde tengo que empezar: con el mensaje al que debería haber respondido hace dos semanas.

El problema es que, cuando cojo el móvil y busco el chat de Hailey, descubro algo que hace que el corazón se me encoja en el pecho.

Me ha bloqueado.

Juego de seducción © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora