08 | Arrodíllate

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Capítulo 8 | Arrodíllate

Hailey

Tate termina su turno con dos plenos y un último lanzamiento que, aunque no consigue tirar todos los bolos, es bastante bueno. Lo único que necesitaba para ganarme era una puntuación superior a ocho, y la ha batido sin siquiera pestañear. Y eso que sigue empalmado.

La vida es injusta.

—Has perdido —señala.

—Soy consciente de ello, gracias —respondo con sequedad.

Tate ladea un poco la cabeza. Parece que intenta reprimir una sonrisa, sin mucho éxito.

—¿Estás enfadada?

«¿Tú qué crees, capullo?».

Odio perder. Aunque sea contra alguien que me altera tanto las hormonas. Porque, joder, está buenísimo, pero es un cretino por haberme ganado sin mostrar siquiera un ápice de compasión. Podría haber tenido la decencia de fallar los últimos dos tiros a propósito, pero no, el muy engreído tenía que lucirse.

—No —miento descaradamente, y la sonrisa de Tate se ensancha. Me roza la mejilla con el dorso de su mano.

—Tranquila —dice—, te acostumbrarás a perder contra mí.

Abro la boca y dejo escapar una especie de grito ahogado.

—Vale, ahora sí que estoy irritada —lo encaro—. Que te jodan, Tate.

—¿Lo vas a hacer tú? —murmura divertido, pero no me da tiempo a pensar en una respuesta ingeniosa, porque avanza y me agarra de la muñeca con firmeza. Su sonrisa sigue ahí, pero es mucho más fría que antes. Mucho más peligrosa. Hace que el corazón me lata con fuerza—. No deberías hablarle así a la persona a la que le has prometido obediencia.

Santo cielo, su voz es lo más ronco y provocador que he escuchado nunca. Cierro los ojos y respiro hondo. Mi cuerpo está reaccionando de mil formas distintas, todas ellas placenteras.

—Me debes dos favores —me recuerda, por si acaso no le he entendido bien la primera vez, mientras su pulgar me acaricia la muñeca—. Y aunque se encuentren dentro de tus límites, puede que sufras un poco.

—¿Qué me vas a hacer? —pregunto. Lo cierto es que ahora sí que estoy un poco nerviosa. Asustada no, pero sí intranquila.

La expresión de Tate se suaviza al ver la mía.

—Hoy solo me cobraré uno de ellos. —Frunzo un poco el ceño. ¿Se supone que eso tiene que aliviarme?—. Ven conmigo a una fiesta este viernes.

Mis nervios no se esfuman; aún tengo la boca seca y el corazón me sigue latiendo a mil por hora, pero estoy algo decepcionada.

—¿Esa es tu orden? —Lo miro, confusa.

—No —se rie suavemente—. Es una invitación.

—Ah. —Espero que no note el alivio que he sentido al escucharle decir eso, porque entonces sabría que espero algo más. Algo más complicado que el hecho de asistir a una fiesta. Algo más indecente—. Me lo pensaré.

Asiente despacio sin dejar de mirarme. Sus ojos del color de la salvia me roban el aliento.

—Bien —aprueba—. Ahora, sobre mi orden... —Baja la vista a mi brazo, donde su pulgar traza lineas invisibles y delicadas. Sé que solo está aumentando la tensión del momento porque le gusta ver cómo me altero. Como comienzo a desesperarme, porque necesito saber qué es lo que quiere de mí exactamente. Vuelve a mirarme a los ojos antes de aproximarse a mi oído—. Arrodíllate.

Juego de seducción © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora