Diez: Recuerdos borroso

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Hola,

Primero que nada, me gustaría daros las gracias por el apoyo que estoy recibiendo con esta historia.

Sin embargo, me gustaría pediros un pequeño favor: ¿Podrías dejarme alguna opinión de cómo está yendo la historia? Es que no sé si está bien enlazada o si me estoy alejando de las vivencias tenidas tanto por Saga como por Mü.

Mil gracias por compartir vuestro tiempo conmigo. <3

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Despertó bañado en sudor, con el corazón estremecido y el cuerpo entumecido de la tensión revivida en el maldito sueño. Sueño que no era más que un repetitivo recuerdo de un pasado que era suyo sin pertenecerle.

Cerró los ojos mientras acompasaba su respiración y los abrió para mirar la sábana bajo sus manos.

Decidido, salió de la cama para buscar un vaso de agua. Eso junto a una de sus pastillas y ya estaría preparado para volver a conciliar el sueño. Suspiró. No era que le gustara esa situación pero no había nada más que hacer al respecto.

En cuanto regresó a su pequeña habitación, su mirada se posó en el ramo de rosas y su cuerpo entero se tensó. Apretó sus puños sobre las palmas con tal fuerza que provocó pequeñas heridas en estas.

Se acercó hasta el improvisado jarrón, lo tomó con rabia y lo estampó contra el suelo al son de un quejido.

Odiaba esas lagunas. Esas malditas que recordaban los actos más atroces e impuros cometidos. Su suerte era no recordar el momento en el que mató al patriarca. Aquel que les había cuidado a todos con el amor de una madre, las exigencias de un padre y la sabiduría de un hermano mayor.

Miró el agua esparcida por el suelo junto a los pétalos marchitos y volvió a tensarse. Unos segundos después, se decidió a volver a meterse en la cama y dejar que el médicamente hiciera su obra.

Sin embargo, cuando el sueño venció, el recuerdo regresó a él.

«— ¿Amarilla?

El pequeño infante mostraba un rostro radiante y esos ojos, llenos de alegría y dulzura, que cautivaron su completa atención. Tomó la rosa de la pequeña mano y admiró su complejidad.

— Es la más hermosa que he visto. ¿Es venenosa? – preguntó a lo que el sueco menor, negó agitando los brazos al son.

— No, no veneno – su griego aún era pésimo pero debía admitir lo mucho que se esforzaba. – Tu, amigo.

La sonrisa del pequeño guardián era tan hermosa y brillante que sonrió. Sin querer, ese niño ya se estaba ganando su corazón.

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— Espera, por favor.

Pero él ignoró la súplica. Sus manos se aferraban con fuerza a la pálida y suave piel de sus caderas, dejando marcas en ellas, golpeando y arañando, mordiendo, deteniendo cualquier indicio de escape de su presa.

— Detente... Para... Basta.

Ignoraba todo, incluso las lágrimas de aquel bajo su cuerpo. Sólo embestía y embestía, saciando su más bajo impulso animal. ¿Cómo no hacerlo? Sí era el más bello de entre todos los caballeros de la misma Atenea. Su hermosa flor, ahora marcada sólo por él.

— Eres mío. Sólo mío.

Su risa estalló después de descargarse por completo en el sueco. Y éste, en lugar de alejarse, volvía a él en cuanto osaba mentarlo. Era un completo masoquista.

Diario de un PatriarcaWhere stories live. Discover now