Diecisiete: Ataque

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Las sospechas de toda una vida habían sido disipadas. Sí, el viejo patriarca trataba distinto a Mü, no sólo por ser parte de su raza sino por ser parte de él mismo.

Al contrario de incomodarle, aquello le daba sentido a las muchas travesuras que, el mayor, había permitido en su infancia. Su mirada se perdió en la estancia del patriarca y en esa caja que días atrás había recorrido para tomar el libro de cuentos en sus manos.

Su bindi se elevó un instante y se relajó de nuevo antes de volver a tomar el asiento que ostentaba cuando Mü trabajaba. Se estaba volviendo una rutina que, lejos de resultar desagradable, era sencilla, cómoda y bastante confortante para ambos

Dió un nuevo sorbo a su té y volteó para encontrar al tibetano enfrascado en un sinfín de papeles desparramados sobre la mesa del despacho. Sonrió, ese aspecto tan culto y esas lentes que ocupaba cuando llevaba rato sumergido en los libros... Tomó aire, la retuvo en sus pulmones y carraspeó involuntariamente ante el tintineo de su cuarto chacra.

De pronto, sintió el llamado de un cosmos extrañamente familiar. Buscó al tibetano con la mirada para comprobar que el llamado era únicamente para él. Depositó su taza sobre la pequeña mesilla cercana y se dispuso a seguir la vibración de aquel cosmos.

De pronto, en cuanto salió del estudio, un brillo incandescente envolvió su ser, siendo transportado al lago cercano pero en un tiempo remoto.

Dos niños yacían desnudos y durmientes bajo la penumbra de un árbol cercano al lago. Shaka recordaba aquél día pues fue justo antes de la muerte del patriarca a manos de arles y días antes de la impulsiva marcha de Mü del santuario.

Tomó aire y avanzó entre las imágenes proyectadas hasta quedar más cerca de los infantes. En ese instante, la voz grave de Shion, llamó su atención.

— Sé que cuidarás de él. - la imagen de un demacrado patriarca se formó cerca de los pequeños mientras alzaba a ambos con su telequinesia, sin despertarlos - Ambos lo harán. Están destinados a estar juntos - una leve pero amarga risotada escapó del mayor - Cuando logren superar los obstáculos que de hoy en adelante les deparan las estrellas - tomó al lemuriano menor con un brazo y cargó cuidadosamente a Shaka en el otro mientras dirigía su mirada al rubio infante - Sé que lograrás perdonar la ofensa que le obligaré a cometer, Shaka... Eres sabio - siguió hablando, ahora, con la mirada directamente enfocada en el caballero actual, pues así lo notó el hindú - Comprenderás sus motivos... en el momento correcto.

La escena se desvaneció dejando al hindú a solas en el medio del recinto patriarcal. El corazón latia con fuerza en su pecho y sus chacras habían recibido el mensaje de una forma tan clara, que no podía negar que fuera el mismo Shion quién le transmitiera aquello: estaba dando su aprobación a la relación que comenzaba a formar con Mü.

Aliviado de sus propias dudas y demonios, se dirigió a la cocina para comenzar a preparar algo con que alimentar al reciente patriarca. Irónico pues desde su regreso en época de guerras, era siempre Mü quién cuidaba de que no desfalleciera de inanición o deshidratación.

Bueno, tal como le había indicado el viejo patriarca ... No, el padre de Mü, ahora era su turno de devolver los cuidados. Y lejos de sentirlos como un favor u obligación, sentía cierto regocijo al hacerlo. Tanto, que acabó sonriendo mientras se colocaba el viejo y granate mandil olvidado en aquella despensa. Quizá, no fuera el mejor chef del mundo, pero el amor que sentía por Mü, quedaba impregnado en cada plato.

¿En qué momento se había dado el lujo de experimentar con algo tan mundano y banal? Alzó su bindi al sopesar la respuesta... Mucho antes de la guerra santa; tal vez, en la guerra contra Poseidón. Cuándo comprendió que la vida no era más que un cúmulo de experiencias que nutren el alma para pulirla hasta alcanzar el nirvana. Si tenía que pasar por el samsara, no concebía mejor compañía que la del tibetano; aún a pesar de los castigos recibidos.

Colocó un poco del contenido en el diminuto cuenco donde degustaba el sabor y volteó en cuanto sintió la presencia de Mü.

— Mira esto, Shaka - el tibetano se aproximó a él papel en mano, mostrando lo que parecía un diseño extraño de armadura. Shaka aprovechó para que fuera su conejillo de indias y Mü aceptó gustoso, aún a pesar del calor que emitía el alimento. - Mmm... - gimió en cuanto percibió todos los sabores en la boca y aunque se abanicó ésta, definitivamente, sus tripas rugirían por el placer de aquel guiso. Deglutó y continuó hablando - ¿Te resulta familiar o conocida?

Ahora fue el turno de Shaka de probar el guiso. Con calma, tomó un poco y lo degustó para después, sujetar el papel con ambas manos y mirar mejor su contenido.

— ¿Debería? - preguntó.

A su lado, Mü tomaba un poco más de aquel mejunje y soplaba el cuenco para poder degustar otro poco. Hasta ese momento, no había sido consciente del hambre que tenía. Y Shaka... por los mismos Dioses, que el hindú estaba mejorando mucho en la cocina.

— No lo sé - fue sincero, Mü - No encuentro referencia alguna a esa armadura. - habló ya después del último bocado - No hay registro de ella en la biblioteca patriarcal pero sigue apareciendo en mis visiones de la colina. - se aproximó hasta apoyar la cabeza en el hombro ajeno y mirar desde el diseño a mano alzada - Necesito otro enfoque.
— O alimentarte y despejar la mente - afirmó Shaka sin moverse pues apreciaba esa cercanía con Mü.

Cercanía que fue rota en ese instante. Volteó a mirar a su pareja.

— Tienes razón - el ruido del estómago del tibetano se hizo presente junto a sus palabras. Shaka alzó una ceja y retiró el mandil tras apagar el fuego de la cocción. - Vuelvo enseguida.

En cuanto quedó a solas, Shaka preparó la mesa, sirviendo en el medio todos los alimentos preparados. Tan sólo faltaba el pan y el queso: alimentos que Mü disfrutaba en cada comida.

En cuanto se acomodaron para comer ambos y dieron los primeros bocados, alguien irrumpió en la escena sin decoro, alertando a ambos y provocando que se levantarán de su lugar al mismo tiempo.

Delante de ellos, Saga se arrodillaba con un desfallecido Afrodita en brazos. Al parecer algo había sucedido en la sencilla misión encomendada.

— Nos atacaron - comenzó a hablar Saga - No pudimos sentirlos. Nos lanzaron esto - le entregó una especie de flecha rústica al tibetano, que lo examinó en el acto - Creó su escudo de rosas pero sólo me protegió a mí. - Mü dejó el objeto y se centró en el sueco, que jadeaba producto del dolor y rozando la inconsciencia.

— Ven conmigo - se levantó después de cruzar una leve mirada con Shaka, que asintió en el acto, y se dirigió a una de las estancias, cercanas a la enfermería del recinto principal. Ahí, señaló uno de los camastros, donde el griego depósito al último guardián. - Ve con Shaka y trata de calmarte. Me encargaré de él.

Saga miró por última vez al sueco y tras apretar los puños y los dientes, asintió y retomó el camino en dirección inversa. Sabia que en ese momento, sólo Mü podía salvar a Afrodita.

— Por favor – rogó, comiéndose el orgullo, antes de abandonar la estancia –, no permitas...

— Ve tranquilo – cortó la conversación el patriarca. No había mucho tiempo.

Saga volvió a asentir, dejando a solas al par. Y la estancia se llenó del color de las estrellas.

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⏰ Last updated: Jul 21, 2023 ⏰

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Diario de un PatriarcaWhere stories live. Discover now