Capítulo 1 | Lilith

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Cada paso que daba era un porte elegante, derramando un fuego que era oculto ante los ojos pero estaba presente ante su aura. Bajó aquellos escalones, haciendo que su baston negro sonara junto al piso de piedra rocosa. Al estar completamente ahí sus fosas nasales se embriagaron de un peculiar aroma a cigarrillo y bebidas diferentes pero igual de penetrantes y sus oídos se epasmaron por la melodía.

-Disculpe.-habló a la reservación, levantando el sombrero y bajando lo hasta su bastón.- Arthur Desmond.

El recepcionista se limitó a solo mirar entre los nombres qué yacían en su libreta, buscaba con su índice el nombre mencionado.

-Oh, señor Desmond. Lo estábamos esperando, su mesa ya está lista.-El caballero salió de la mesa y le extendió el brazo.- Por favor, sígame.

Caminaron unos pasos más. Los pasillos eran elegantes y con cierta tenacidad, hasta llegar a una explanada llena de mesas, se sentía cálido pero oscuro, porque él sabía que todo lo que estaba viendo no era más que una fachada.

-Esta es su mesa Señor Desmond, en un momento se le estará sirviendo las bebidas de la casa y se le promocionará la carta.- decía, con una inclinación de respeto hacía él, un hombre de cabellos rubios y ojos escarlata. De nombre Moriarty, porque Desmond no era más que un señuelo para poder pasar, ese era el plan para lograr su investigación.

En cuanto el recepcionista se marchó, el de ojos escarlata miraba con atención cada movimiento de todos, buscando algo particular. Tenía que encontrar las descripciones de aquella mujer, por suplica del Conde Desmond, quién días antes se había presentado con agonía en la mansión Moriarty, dónde le había relatado que a un amigo suyo, el Conde Bradford, fué estafado por una mujer en un burdel cuyo lugar ya se encontraba ahí y con un nombre falso, y eso no era todo, según el Conde, la señorita asesinaba a inocentes. Oír eso hizo que su angustia creciera, ayudaría a todo aquel que pidiera su ayuda, pero sentía que faltaba una pieza, por lo que se encontraba ahí, queriendo averiguar si el Conde Desmond decía la verdad, porque también conocía a esa clase; mentirosos aprovechando de su estatus.

Los minutos pasaban y la carta llegó con un vino de entrada, era el típico vino con un nombre grabado, era algo común del lugar, el vino qué te tocaba era el nombre de la mujer que le haría compañía. Moriarty miró hacía él frente, todos los hombres presentes eran acompañados por mujeres, pláticas qué terminarían en los cuartos. Tomó la botella de vino, su nombre era Oli, claro que ese no era el nombre de la mujer, en el burdel siempre llevaban un nombre para proteger su "seguridad" si es que aún la tenían.

-Sería todo un gusto acompañarlo, señor.- La mano de la chica recorrió sus hombros por encima de la ropa, delicado como una pluma aún así William sonrió y tomó su mano con delicadeza, alejándola con cuidado, cosa que confundió a la dama. Estaban a costumbradas a hacer eso sin un rechazo alguno, porque por algo los hombres iban a un burdel en busca de contacto femenino.

-Discúlpeme señorita Oli- Moriarty hizo énfasis en "Oli" quería que ella misma le dijiera su nombre-¿Le gustaría una copa de vino?-El rubio se paró, invitando a tomar asiento, para este entonces ella se sorprendió. En los años que llevaba trabajando jamás fué tratada de esa manera, los hombres que llegaban eran rudos y cegados por la lujuria, que sin importar el gusto aceptaban e íban a las habitaciones. Fue entonces que sospechó qué él no estaba ahí para acostarse con una de ellas.

-Le acepto la copa de vino.
El de ojos escarlata tomó la copa y sirvió, mientras que Oli lo veía, sus ojos celestes lo recorrian de pies a cabeza, asegurandose de una cosa- Es nuevo, nunca lo había visto, cuando entre ni siquiera me miró, tocó o insinuó qué deberíamos ir a una habitación, no es común. No viene por sexo.

Escarlata | W. James MoriartyOù les histoires vivent. Découvrez maintenant